Por José Gandour @gandour

De un momento a otro encontramos algunos referentes de la escena rockera bogotana jugando a ser correctamente políticos, exigiendo que Paul Gillman, hombre de 57 años de edad, conocido cantante de heavy metal venezolano, sea excluido  del cartel del festival Rock al Parque, por su filiación al pensamiento chavista. Son varios los que se rasgan las vestiduras y exigen la salida de este artista, como si Rock al Parque fuera el campo ideal para ese tipo de confrontaciones políticas y el instrumento de censura  a lo que nos parece desatinado en materia ideológica.

A mí personalmente no me gusta lo que hace musicalmente Gillman, me aburren (ojo al verbo que escojo para describir lo que pienso) sus actos de proselitismo y difiero de algunos, sino de la mayoría, de sus pensamientos. ¿Eso me da derecho a perseguirlo y  exponerlo como a un criminal? La organización de Rock al Parque ha decidido invitarlo a su edición 2017 correspondiendo al pedido de muchos de sus aficionados bogotanos. Además, querámoslo o no, es un músico popular, que viene de un país con el cual el festival ha tenido irregulares relaciones y que debería tener mayor presencia en el evento. De la misma manera, y si usamos al revés el mismo tipo de cizañas,  la gente ubicada en la otra acera podría haberse quejado de la presencia el año pasado en el parque de Caramelos de Cianuro, banda relacionada claramente con los opositores al régimen gubernamental de Caracas. Y siguiendo por esa línea, yo no vi a ninguno de estos personajes que piden el castigo y la exclusión de Gillman quejándose de la presencia de Manu Chao en el festival o de Calle 13 en eventos programados por la anterior administración burgomaestre, sabiendo que tuvieron en su instante una relación favorable con Hugo Chávez. Hay muchos ejemplos como estos a lo largo de la historia del certamen, y fue saludable verlos en tarima, exponiendo sus discursos, sin importar si nos gustara eso o no. Las distintas curadurías que ha tenido el festival a lo largo de su historia han cumplido con el principio de tolerancia ideológica hacia los músicos participantes, sólo evitando prudentemente que no estuvieran en tarima exponentes de pensamientos racistas o extremismos xenófobos y violentos y este, definitivamente, no es el caso.

Yo creo que hay algo más que indignación política en las quejas de los personajes que están buscando (y aparentemente logrando) sacar a Gillman de Rock al Parque 2017. Sus motivos no van por ahi, lo sabemos. Pero no vamos a entrar a especular al respecto. Lo más peligroso de todo esto es que si efectivamente la Alcaldía retrocede en su invitación, dará pie a que cualquiera exija un examen ideológico de todos los participantes del festival, impulsando una descabellada cacería de brujas, cayendo en una especie de fascismo con el cual nunca se relacionó Rock al Parque. No podemos seguir siendo así de irresponsables.

La solución es simple: Si se confirma la presencia de Gillman y no le gusta, no lo vea. Para eso hay otras dos tarimas en el festival. Pero no permita que su antorcha censuradora se meta equivocadamente en un evento que siempre se ha comportado favoreciendo la convivencia con la diversidad.

 

P.s. Idartes, ante la presión de estos personajes, decidió «desinvitar» a Gillman. Error craso. Se impuso la intolerancia.

 

Compartir
HTML Snippets Powered By : XYZScripts.com