Por José Gandour @gandour Foto de Simona Malaika @simonamalaika

El segundo día de Rock al Parque se ha convertido en la jornada en la que uno debe ir con toda la mente abierta que se pueda y festejar la variedad de texturas musicales a las que uno se puede exponer durante las 9 horas de música que se ofrece durante la fecha en el Simón Bolívar. Es un día para decir «eso no me lo esperaba», «¿eso cómo se llama?», «¿y esos de dónde son?» y demás expresiones de sorpresa, de preguntas, de acertijos. Es el día del bicho raro, del sonido inesperado y del diálogo del curioso que se emociona ante las texturas inesperadas.

Me voy a concentrar en 3 grupos para explicar lo que ayer viví paseando por las tarimas de Rock al Parque. A tempranas horas de la tarde, me ubiqué en el escenario Plaza para ver a la banda chilena Cómo asesinar a Felipes. Había tenido el placer de escucharla en diversas ocasiones, pero nunca había podido verlos en vivo. Presentía una atmósfera de Film Noir en su show, algo que lo metiera en el ambiente de un texto de Raymond Chandler. Siempre imágine la música de esta agrupación relacionada con historias de crímenes, mujeres desprotegidas traicionadas por el malo de la película, y carros viejos llenos de licor huyendo por las calles de ciudades como Chicago o Boston en tiempos de la prohibición y Al Capone. Si, hasta allá me trasladaba la música de Cómo asesinar a Felipes. Inmediatamente los ví, la historia cambió. Tenía al frente 5 músicos discretos en apariencia, con un rapper de rimas muy particulares, concentrado en presentar sus letras y con contacto tímido hacia el público. Ese no era su escenario adecuado: Plaza es un espacio destinado para grandes masas, que permanecen en pie durante todas las presentaciones, que buscan moverse de vez en cuando y que esperan explosión constante en la música de los protagonistas. Lo de Como Asesinar a Felipes es más relajado, es para observar con paciencia, buscando detalles con tranquilidad, con cauta observación. Su espacio natural hubiera sido en la tarima Eco, donde la gente se puede sentar en el pasto y esperar relajado que la música fluya. Les hubiera ido mucho mejor tocando antes de los venezolanos Los Crema Paraíso. Como asesinar a Felipes no recordará esta presentación como la mejor de su historia, pero hay que decir que lo suyo se agradece, definitivamente.

La segunda banda en referencia es Zhaoze. Invitados de la República de la China, lo suyo es un intenso y seductor rock progresivo instrumental, ejecutado con la tranquilidad y la pasión de un artesano. Tuvieron el marco perfecto para presentar su música a un público curioso, que quería ser sorprendido y que ganó con creces en su expectativa. Además el show de Zhaose se realizó teniendo  de fondo un precioso atardecer bogotano (algún pacto celestial debieron tener, porque no se podía lograr mejor escenografía). Según luego me contaron, era su primera vez fuera de su país y estaban asombrados por la alegría de los asistentes con su música. Lo suyo está lejos de las costumbres del rockstar. Se subieron al escenario como si fueran a dar una clase frente a alumnos con ganas de aprender. Eso fue lo que claramente sucedió. Gracias por venir, no duden en regresar, por favor.

La tercera agrupación de mi relato se llama 8 beats memory, mejor conocidos como 8BM. Bogotanos, simpáticos divertidos, nerds y, ante todo, inteligentísimos. Me imagino que han pasado demasiadas horas probando y jugando con la historia de los videojuegos, desde los tiempos en que se pudo conectar la primera consola al televisor y vimos pixeles navegando frente a nuestros ojos. Lo suyo se define rápidamente como rock electrónico, pero lo que ellos hacen es la banda sonora para la continuación latinoamericana de Tron o películas similares. Casi totalmente instrumental (las voces son sampleadas), la música es ejecutada por 4 personajes que adoptan disfraces asombrosos durante su presentación y donde las artes visuales complementan de manera fantástica la tensión del show durante toda su duración. Detras de los músicos estallan imágenes de Salvador Dalí, la Venus de Milo y otros personajes clásicos en un ataque de color atrapante que combina perfectamente con los sonidos emitidos. Yo debo confesar que, por asuntos personales, estaba un tanto incómodo durante el día, y no terminaba de disfrutar lo que veía en el parque. 8BM me gustó y mucho. Durante sus canciones fui feliz del modo que necesitaba para rescatarme de los diablos que me atosigaban.

La vanguardia es el motor necesario para sentir que eso que llaman rock y que nosotros lo definimos del modo más amplio y democrático posible siga andando adelante. Siempre hay tiempo para celebrar la invención de nuevas tramas. Siempre hay tiempo para festejar el riesgo, no importando si en algún momento fracasa. En la aventura, la investigación y las ganas de cuestionar lo establecido reside la permanencia del amor que podemos tener hacia la música. La curaduria de este festival lo ha comprendido. Se los dice un agnostico: Dios salve al segundo día de Rock al parque y su loco espíritu.

 

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