Por José Gandour @gandour Foto de Simona Malaika @simonamalaika

La verdad es que me la pasé bien durante la edición número 23 de Rock al Parque. Vi buenas presentaciones, vi que la organización asumió sus funciones con más cariño que el año pasado y me agradó confirmar que el público, especialmente las nuevas generaciones, se preparó para asistir al festival, para conocer más a fondo a sus protagonistas y para aprenderse las canciones de los que, en muchos casos, se convirtieron en sus nuevos ídolos. Esto no es una frase demagógica, es una realidad: Hemos menospreciado durante mucho tiempo a los espectadores bogotanos y se ha dicho bastante que es  una audiencia tacaña que sólo asiste, y de mala gana, a los espectáculos gratuitos. Al contrario, la gente rockera en Bogotá es agradecida y asiste a Rock al Parque a celebrar por todo lo alto. La llaman tacaña porque la mayoría no paga entradas de doscientos dólares y más para ver a las grandes luminarias internacionales. Algunos todavía creen, en este país lleno de arribistas, que vivimos en Suiza y consideran que los menos pudientes son brutos y mezquinos.

Insisto con lo que dije hace unos días en un artículo: Rock al Parque es el evento musical más democrático que se lleva a cabo en Colombia. Es ahí donde el músico bogotano  tiene las pruebas para comprender que sus espacios de presentación no se deben limitar a las zonas más pudientes de la ciudad y que debe expandir sin dudarlo su espacio de compromiso artístico a todo el perímetro urbano. La idea que se ha implantado por parte de algunos intereses privados a hacer pensar que la música contemporánea es sólo para los más pudientes ha jugado en contra de la mayoría del público y, absurdamente, también en contra de los mismos músicos. Rock al Parque deberìa prender las alarmas entre la escena local y demostrar el potencial desaprovechado que ofrece una urbe de màs de nueve millones de habitantes, cuya capa juvenil quiere recibir en sus barrios a lo màs destacado del talento local.

Claro, seguimos en un paìs violento y siempre hay actores que quieren, en su profunda ignorancia y egoismo, robarse la estelaridad del momento. Hablamos de un conjunto de imbèciles que se matan todos los domingos en el estadio por una camiseta que ni siquiera les pertenece.  Un grupo de orangutanes sin cerebro que desgraciadamente descubrieron la música de 2 minutos y Los Caligaris, entre otros, para tener más motivos de riña con sus enemigos. Es absurdo, y sonará muy ingenuo, pero en lugar de pensar «este, que es mi rival en los eventos deportivos, se divierte con la misma música que yo escucho, y eso debería unirnos en la fiesta», se vió a más de un troglodita mostrar sus tatuajes futboleros antes de patear descaradamente a su antagonista, en medio de los conciertos. Como dijo claramente Mosca, cantante de 2 minutos: «Nosotros hacemos música, no juamos al fútbol, sino seríamos muy ricos, asi que déjense de joder». Igual, sin entrar en detalles, no podemos dejar de señalar el comportamiento de algunos miembros del cuerpo policial que, ante la menor provocación, buscaron encender la bronca y actuaron de manera poco racional. Por suerte, todo esto fueron casos aislados, pero hay que ver como se impiden en próximas ocasiones.

No conozco las cifras oficiales de asistencia a Rock al Parque 2017, pero intuyo que fueron satisfactorias. Todo esto, a pesar de la falta de estrategia comunicacional. La gente asiste por costumbre y por curiosidad, pero el esfuerzo propagandístico de los organizadores fue menor de lo esperado. No basta con que la gente de siempre acuda masivamente: La buena comunicación serviría para que la ciudad entera volviera a sentirse orgullosa de su festival y para, además, establecer mejores puentes de diálogo con otras escenas musicales en el continente latinoamericano. Eso no es un tema menor. Recomendaría comenzar a pensar en serio en ello con los festivales al parque que se vienen.

Desde ya expreso mis felicitaciones a Chucky García, curador del evento, quien, a pesar de las presiones de todos los sectores interesados, logró sacar con gran esfuerzo (y con menos presupuesto de lo que ustedes imaginan) una programación equilibrada, interesante y con alto nivel artístico. Ojalá cuente con más recursos para próximas ediciones, para así seguir creciendo en su intención de convertir nuevamente a Rocxk al Parque en un referente de la movida de este continente.

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