Por José Gandour @gandour Fotos Julián Gutíerrez

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Después de 25 ediciones de Rock al Parque vividas he sacado una conclusión: El festival me sirve cada año para buscar sacudir mi corazón, para encontrar historias emocionantes y para sentir que, a veces, de manera precisa pero efímera, he hallado un instante que justifique mi decisión de ser un hombre vinculado a la música. Yo soy una persona que cree que no se pueden desperdiciar las buenas crónicas, su entorno, su momentum. La música (y algunos músicos) no sólo nos sirve para tener la banda sonora que queremos y nos merecemos, sino que nos trae el alivio o la angustia que nos invade en la vida, nos marca y por ello hay que desconfiar de la gente que le dice a uno que la música le da igual, que no marca nada en sus días.

De lo visto ayer me quedan especialmente dos conciertos.

Ver a Christina Rosenvinge a sus cincuenta y cinco años, no solamente como una de las mujeres más bellas que he podido mirar a pocos metros, sino como un gran elemento de inspiración y de admiración, con canciones honestas que delatan un valiente paso del tiempo, me llena de aliento y de satisfacción.

Yo, un par de años menor que ella, confieso, portándome como adolescente tardío, que, desde que la vi, en mis tiempos de estudiante universitario, como presentadora en FM2, programa de televisión en TVE dirigido por el periodista Diego Manrique, ha sido mi amor platónico. Era una chica absolutamente preciosa hablando con propiedad de música genial, ¿cómo no me iba a enamorar de ella? También escuchaba sus canciones de Alex&Christina y, sin encantarme, me parecía divertida. Luego confirmé mi enamoramiento en 1994 al ver Todo es mentira, la película donde ella, junto a Penélope Cruz y Coque Malla es protagonista. Y ese mismo año, al publicar su álbum Mi pequeño animal, bajo la producción de Steve Jordan y Nico Bolas, me dí cuenta que la aspereza en sus tonadas completaban el panorama, esta era la mujer rockera que esperaba escuchar.

Si notan el transcurrir de su carrera, notarán que Christina Rosenvinge pudo haber tomado el lado fácil de la vida y claramente así no fue. Hubo riesgo, valentía y curiosidad. Hubo investigación y experimentación. Por supuesto hubo lo que unos llamarían fácil e irresponsablemente fracasos, pero no cayó en las fórmulas manidas de otras. Ella es, en si, un arma de empoderamiento, de fortaleza, que sabe y es consciente de su sensualidad, pero no es una muñeca manipulable, es una diosa que habla claro y directo. Sus canciones son así, su show en vivo así lo refleja y su tranquilidad al responder las preguntas que le hacen desde los medios lo confirman. Si, sigue siendo mi amor platónico, y por ello, durante la rueda de prensa del festival no me atreví a acercarme y decirle cualquier bobada inoportuna. En todo caso, gracias por estar ahí.

El segundo concierto al que haré referencia es el de la banda distrital Morfonia.

Debo decir algo antes de entrar específicamente en esa materia. A mi el resultado de la convocatoria distrital convencional (de la otra, la de los shows especiales hablaremos, entre todas las conclusiones que se vienen, mañana) no me convenció. Siento que buena parte de los seleccionados bogotanos para participar en el festival no daban la talla y eso no se puede entender como falta de talento en la ciudad sino una perspectiva corta y equivocada de los jurados. En Bogotá hay muchísimas mejores bandas de las que fueron escogidas y, especialmente, que reflejan de manera más completa la realidad de nuestra escena. Eso, lástimosamente sucedió en una edición que convocó mucha más gente que la habitual, y que hubiera sido una oportundiad fantástica de exhibir lo que realmente sucede por estos lados.

Incluir a Morfonia como invitado de último momento, ante los hechos irregulares que provocaron la salida de Doctor Krápula del cartel oficial del festival, fue una correción fortuíta de parte de la organización, la cual no estaba reconociendo su error en la elaboración de las convocatorias de shows especiales, impidiendo que esta banda pusiera sobre la mesa su propuesta. Si hay una banda que, sin importan sus veintiseis años de trayectoria, puede decir que hace parte del sonido actual de vanguardia de la ciudad son ellos. A lo largo de su trayectoria han ido por el lado diferente y han hecho todo el esfuerzo por romper esquemas. Algunas veces lo han logrado, otras veces no ha funcionado, pero lo suyo (oh coincidencia con lo dicho sobre Rosenvinge) ha sido valentía en su estado puro. Creo (y me siento un tanto extraño al decirlo) que este es el mejor momento de su carrera. Es curioso que hayan tenido que pasar todos estos años para poder decirlo. Usando su vocabulario particular, ellos siguen siendo de espíritu unas sabandijas que se saben divertir en el escenario, y que conservan esa esencia de resistencia que es digna del verdadero rock. Su discurso es elaborado, consistente y convincente. Y, en materia meramente musical, siguen en la búsqueda de la novedad, de la sorpresa, de la invención sonora. Como dice mi amigo Manuel Estevez: Si el festival no hubiera presentado a Morfonia, el gran perdedor hubiera sido Rock al Parque.

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Claro, vi más cosas ayer. Me gocé un rato a Babasónicos, y desde la incomodidad escuché algunas de mis canciones favoritas de Fito Páez. Me alegra que Pornomotora haya podido tener uno de los mejores shows de su vida, y así cerrarle la boca a más de uno y saber que Santaolalla presentó un concierto memorable.

Mañana, ya con el descanso y el tiempo de reflexión debido, Zonagirante.com presentará las conclusiones respectivas de lo visto y lo vivido en la edición # 25 de Rock al Parque. Tenemos mucho que decir, pero, mientras otros se precipitan a bombardear con datos sin reflexión, nosotros hemos preferido ordenar nuestras ideas y presentar con calma lo que creemos debe escribirse al respecto.

 

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