Por José Gandour @gandour

Siempre me repugnó la intolerancia de los extremistas comprometidos con cualquier religión. Desde pequeño renegué de su profunda ignorancia y su afiliación al odio hacia “los diferentes”. En sus bocas ha existido permanentemente una defensa del concepto de “familia” que no comparto, en la cual todo se limita a papá, mamá e hijos, todos extremadamente heterosexuales y sin ningún tipo de “rarezas” que ensucien su sangre ni sus pensamientos. Muchos de ellos embarran sus palabras hablando de la democracia,  la libertad, del respeto, pero sólo en lo referente a lo que ellos creen. Lo demás hay que eliminarlo con rayos celestiales, por la gracia divina. Y si esto no se da, para eso se contratan a los sicarios de turno y a los lapidadores de siempre.

Hace unos días, teniendo al frente de su horda a un concejal bogotano, Marco Fidel Ramírez, un grupo de radicales ha encontrado la perfecta excusa para intentar censurar la presentación de una banda sueca de black metal llamada Marduk. La verdad, si ustedes me preguntan qué pienso de la agrupación europea, les diré que está muy distante de mis gustos personales y claramente no comparto ninguna de sus expresiones filosóficas ni estéticas. Pero, si no hubiera existido ninguna polémica al respecto, casi que ni me hubiera enterado de dicho evento (y eso hubiera ocurrido con el 99.99% de la población colombiana).

En todo este proceso, con exageradas muestras de ridículez, y altas dosis de arribismo político, han sellado ya dos locales para evitar el concierto y están al acecho de otros sitios que, con cualquier excusa, puedan ser clausurados en los próximos días. La custodia de lo que este tipo de personajes considera “las buenas costumbres” por parte de la “gente de bien” raya con los hábitos medievales y con las prácticas tiránicas de las dictaduras y eso no puede ser aceptado de ningún modo.

Alguno preguntará ingenuamente si me parece bien que Marduk coquetee con ciertos principios nazis, como afirman  algunos de sus contradictores. La verdad, no. Los desprecio por ello. Pero no creo que el concejal Ramírez ni cualquiera de sus seguidores tengan el derecho a venir a enseñarle al público bogotano lo que se puede escuchar o no. Además, es curioso: Ramírez y sus seguidores se horrorizan por las imbéciles fantasías de sodomización a Jesús que propone el cuarteto metalero, pero nunca se les ha visto alzar su voz ni escandalizarse por los miles de asesinatos políticos producidos en Colombia, gente real que cae todos los días y por la cual estos supuestos cristianos que luchan por el bienestar de la sociedad no levantan ni las cejas para protestar.

Igual no seamos porfiados: De este tipo de extremistas (es decir, los feligreses de este concejal) nos podemos esperar cualquier tipo de aversiones. Lo que realmente molesta es que las autoridades municipales bogotanas hayan asumido el juego de seguirles la corriente y hayan adoptado como propia la causa prohibitiva. No es descabellado sospechar que el Secretario de Gobierno del actual burgomaestre, quien suena como postulante para las próximas elecciones para la Alcaldía, haya visto en estos acontecimientos la oportunidad de mostrarse como el candidato adecuado para aquellos que creen que este tipo de actos atentan contra “la familia”. La especulación es válida. Aquí es donde se da la oportunidad perfecta para seducir votantes entre las iglesias más fanáticas, acudiendo a la censura y el escándalo absurdo, traicionando el creciente espíritu tolerante que se ha ido estableciendo en la capital colombiana en los últimos años.

Por ello creo que los integrantes de la escena cultural bogotana y el resto de los habitantes de esta ciudad deben oponerse a este tipo de proscripciones. Tenemos que expresar nuestro inconformismo al respecto, porque si se aceptan sin chistar estas manifestaciones intransigentes, se da pie al empoderamiento de los fanáticos, que hoy comienzan con su oposición a un pequeño concierto de metal y mañana nos tratarán de convencer que el rock en su totalidad es satánico y la semana próxima intentarán meternos en la cárcel por no saber rezar correctamente el Padre Nuestro. ¿Les suena desmesurado? Recuerden: Esto se  ha visto repetidamente a lo largo de la historia. Los deseos de estos odiadores no tienen límites, y algunos advenedizos ven en dichos perversos apetitos la oportunidad para trepar y joder al conjunto de la sociedad.


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