nortecalmaxPor Jose Gandour @gandour Foto Gina Navarro @leginik

Y de repente un día, hace un par de meses, anunciaron, a nivel de bomba mediática, un nuevo festival en Bogotá llamado Almax. Un sancocho musical que durante 4 días presentaría un listado de artistas metidos dentro de un amplísimo espectro musical que para muchos no combinaba por ningún lado y para otros resultaba siendo un experimento social interesante de inesperados resultados. Se trataba de meter en el mismo envase a Carlos Vives, Chris Cornell, House of Pain, Macklemore & Ryan Lewis y una atractiva selección de artistas locales y latinoamericanos. Había para todos los gustos, en 2 escenarios cada jornada y donde, a pesar de los altísimos precios  de la boletería, más de uno cantaba victoria por adelantado.

La verdad, no dudo para nada de la buena voluntad de los organizadores.  Pero, a fuerza de sonar como hippie trasnochado, debo decir  que hace mucho tiempo no asistía a un evento con energía más extraña. Desde el mismo jueves, donde el retraso de la programación por más de dos horas, por razones incomprensibles, más sabiendo quienes eran los responsables del festival, generaban un ambiente tenso. Vimos a Divagash, banda reconocida y de buena frecuencia en los medios, tocar frente a veinte personas; a Burning Caravan, de creciente reconomiento entre el público bogotano frente un poco más de ochenta aficionados, y asi sumando pocos asistentes más, a Sidestepper y Systema Solar. En la otra tarima el panorama era diferente, ya que Crew Peligrosos, Rocca y Orishas lograban contener un par de miles de personas al frente de sus tarimas. Está claro que desde ese día, había pruebas fehacientes de que algo estaba fallando en la producción. 

El viernes se vio más gente en las instalaciones de Corferias. Igual, eso que hablo de la energia seguía en el aire. Algunos periodistas comenzaban a tener problemas con la logística del evento y no se sabía si uno podía entrar o no a los espacios supuestamente asignados a las labores de cubrimiento del festival. Los retrasos de horario eran pronunciados y no había claridad en qué momento comenzaba el show de tal o cual banda. Igual, la segunda tarima tenía un movimiento de asistencia irregular, y quizás sólo se vió una ocupación parcial de dicho escenario en el momento que tocaron 1280 almas y La Derecha (por cierto, por la desidia de su cantante, uno de los shows más aburridos de Almax). Durante el transcurso de la jornada, algunos comentaristas musicales, informados de lo que sucedía al interior del evento, nos contaban que Fabulosos Cadillacs se había tomado 5 horas de prueba de sonido, en perjuicio de todas las agrupaciones acompañantes en ese escenario, incluyendo Aterciopelados.

El sábado fue una jornada absurda. Muchos periodistas informaban que prácticamente la boleteria de ese día estaba agotada, pero durante varias horas Corferias estuvo vacía. Entonces, ¿quiénes habían adquirido la totalidad de las entradas de ese día? La respuesta se dió a las siete de la noche: Una gran masa comenzó a llegar a Corferias para ver a Carlos Vives y nada más. A ese público sólo le interesaba ver al samario. No le interesaba aprovechar que por el precio pagado podía observar otros artistas de altísima calidad. Yo no tengo ningún problema personal con Vives. Siempre he reconocido en él a un personaje indispensable en la historia de la música colombiana. Pero si veo que muchos de sus aficionados, asi como los oyentes pegados a la mediocre programación de las emisoras comerciales, sólo confían en lo que le dicen desde estas emisoras sin corazón, sin ánimo de culturizar a sus oyentes, dirigidas por advenedizos que si no estuvieran frente al micrófono, podrían estar vendiendo jabón con el mismo decoro.

Uno de los organizadores, Rolling Stone Colombia, es una de las publicaciones más interesantes de Colombia. Las periodistas que están en dicha empresa son personas honestas, inteligentes, de buena pluma y amable con sus colegas. Fueron ellos los que propusieron el cartel del festival y lo hicieron con la mejor fe posible. Integraron al cartel muchos de los artistas más interesantes del momento en el país y se portaron con ellos a la altura de las circunstancias. El problema está en que no comprendieron desde el comienzo mismo de este proyecto, que el público adscrito de manera irremediable al mainstream que difunden las radios de elevados ratings  dificilmente está dispuesto a darse el gusto de disfrutar de las artes independientes, aun cuando, como sucedió en Almax, podían acceder a ellas por el mismo precio. En el otro lado estaba tocando Kinky y Nortec Collective, que no son precisamente rarezas sonoras, y más bien tienen espacios masivos privilegiados como se ha podido ver en diversos festivales como el Vive Latino o el mismísimo Rock al Parque. Pero por allá estas almas desagraciadas y desamparadas no se asomaron por pura y física pereza. La misma pereza que explotan los tiranos de los grandes medios. Todo eso sucede, obviamente, sin que la Rolling Stone tenga la culpa, pero darse cuenta de ello, obliga a replantearse el festival, si es que llegan a hacer un segundo intento.

No asistí el domingo. Lo lamento. El cansancio me venció. Quien me reemplazó me dijo que lo mejor que vió ese día fue el show de Chris Cornell. Que por un infortunio no pudo presentarse Bomba Estéreo y que la jornada no dio mucho más. He leído algunas opiniones en redes sociales y pocos hacen mención a otros hechos.

Independientemente a todas las críticas posibles, y advirtiendo que hubo varias presentaciones destacables durante estos días, uno de los mejores momentos de Almax fue protagonizado por la banda argentina Catupecu Machu. Debo decir que me alegro verlos de nuevo en Bogotá. Es una agrupación valiente, con la experiencia a su favor, que no se deja desanimar por ninguna circunstancia. Tuvieron durante su espectáculo un problema con el bajo que, mientras resolvían, les dió la oportunidad de improvisar de manera fantástica. Nunca dejaron caer el ánimo del público, demostrando que saben hacer bien su trabajo.

Ver a Kinky y a Nortec Collective lidiando frente a unos cuantas decenas de asistentes y asumiendo su papel de hacerlo lo suyo como si tuvieran millones al frente fue emocionante. Kinky es una de las mejores agrupaciones del planeta, eso no lo duden por ningún momento. Su show es calculado en todas sus facetas y nunca cae en su transcurso. Su labor sonora y visual es encomiable. Por otro lado, Nortec hizo saltar al más cojo y supo sacar lo mejor de su alma a un pequeño público dispuesto a disimular la ausencia de las masas. Ellos consiguieron, con todas las dificultades, generar, en mi opinión, el mejor instante de Almax.

Tomo, para concluir, una genial frase de Roberto Fontanarrosa, para describir lo visto: Este festival estuvo más raro que japonés con rulos. Un cocido irregular que contenía demasiadas sustancias sonoras y que produjo circunstancias muy extrañas que no beneficiaron a muchos personas, incluyendo músicos, periodistas y asistentes. Los especialistas en conjeturas andan apostando si hay una segunda edición de Almax o no. Ya veremos que nos depara el futuro.

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