Por Franco Contino @NTD_la

Nota del editor: Mientras recargamos energía en Zonagirante.com, luego de este comienzo de año tan extraño, les pedimos permiso a nuestros amigos de NTD.la, para republicar esta nota, originalmente escrita en 2015. Esperamos la disfruten tanto como nosotros. 

La primavera brillaba en toda la provincia de Buenos Aires, y también en la localidad de Munro. Fue el viernes 8 de octubre de 1993. No era la primera vez que faltaba al colegio para buscar aventuras en el Family Park. Sin embargo, nunca imaginé que un día de esos me iba a encontrar con Michael Jackson.

El Rey del Pop estaba de gira hacía ya un año. La presentación del disco Dangerous había arrancando en Múnich en junio del 92. Después de la clásica visita a las capitales de Europa, Michael llevó su música y parafernalia a ciudades como Bangkok, Taipei, Estambul y Tel Aviv, entre otros destinos. Seguía Latinoamérica: Argentina, Brasil, México, Perú y Chile recibieron al crack como a un semidios.

Había llegado a Ezeiza la mañana anterior, protegido por un paraguas con los colores de la hinchada de Gimnasia y Esgrima La Plata -aunque para muchos, la elección del azul y blanco sería un homenaje a la Bandera Argentina-. Durante el día, Maikel descansó para estar fresquito en la cena con el entonces presidente Menem y su familia. Esa noche, el ex mandatario le regaló al astro un compact disc con canciones de Charly García y Celeste Carballo.

“Me habían dicho que Michael Jackson quería visitarme y arreglamos una audiencia. Mis hijos Zulemita y Carlitos, cuando supieron que iba a recibirlo, me pidieron estar presentes. Y y yo accedí, claro”, recordó más tarde el ex presidente.

Luego de la cena de camaradería, Michael se retiró a la habitación de hotel Hyatt de Retiro, ubicada de espaldas a la villa 31 que ya por entonces mostraba algunas casillas de dos pisos entre sus construcciones de chapa y cartón. Unos meses más tarde, Madonna y los Rolling Stones saludarían al pueblo desde ese mismo balcón presidencial del hotel.

Al otro día, Michael salió a jugar. Primero recorrió un shopping, después se subió a su limusina y se alejó unos 40 minutos en dirección norte. Antes de llegar al Unicenter, por la Ruta Nacional número 9, El Rey y su comitiva viraron a la izquierda. El destino era el Family Park, un parque de diversiones precario que estaba al costado de la Panamericana. A esa misma hora yo bajada del colectivo sobre la calle San Lorenzo, ubicada a media cuadra de la montaña rusa.

Desde ahí se podía ver el tumulto de jóvenes que aguardaban en las afueras del parque de diversiones. Visitar el Family Park era entonces un verdadero furor. Hacía varios años que Buenos Aires no tenía un lugar con montaña rusa y juegos de kermesse. Se predecesor, el Italpark, había cerrado sus puertas debido a una tragedia en el Matterhorn. Volver a los juegos era una alegría para casi todos. Sin embargo, esa tarde no se vendieron entradas.

Michael Jackson había sido contratado por el empresario argentino Héctor Cavallero quién años más tarde aseguró en declaraciones radiales haber estado obsesionado con traer a la estrella pop a River: quería conocerlo. «Nosotros acá le tuvimos que conseguir un parque de diversiones y cerrarlo para que lo use él solo. Lo llamé a Pichuqui Mendizábal que era uno de los dueños. Michael fue a conocerlo escoltado por algunos chicos. Eso me provocó una gran ternura y piedad«, relató.

En ese momento yo no tenía idea de quién era. Conocía sí algunos temas, como Thriller, Black or White, y algún otro. Cuando vi las cámaras y la gente agolpada en la puerta del Family sospeché que algo importante estaba sucediendo en el lugar. Me asomé y ahí lo vi. Parecía muy alto, altote, y hasta algo torpe. Pregunté quién era ese de guante. Apenas me dijeron que era él aprendí a quererlo, no sin algo de resentimiento por la imposibilidad de entrar al parque “por cuestiones de seguridad”.

Canal 13 transmitió el recital en diferido y cubrió en exclusivo cada paso de la estrella en el país.

Volví a mi casa y encontré sus discos. A mis padres les gustaban algunas canciones del negro, por lo que al día siguiente me tocó ir al Estadio de River Plate a presenciar su primer show en la Argentina. El escenario era imponente. Para su armado se utilizaron 100 toneladas de equipamiento que viajaban con la comitiva en dos aviones Boeing 747.

El concierto arrancó con el tema Jam. Sin embargo antes de que el estadio se endulzara con melodías poperas, Michael hizo una performance en donde se lo veía quieto por más de 4 minutos sobre el escenario. El público, enardecido, comenzó a corear el típico «olé olé olé olé, Maikel, Maikel». Como el cantante no reaccionaba, algunos arriesgaron un polémico “un minuto de silencio para Maikel que está muerto” que causó más de una risotada entre los asistentes. En el video del show -que puede verse en youtube- se escucha ese inolvidable momento.

Para la última canción se utilizaba un doble de riesgo que se intercambiaba secretamente con Jackson para sobrevolar el estadio con una mochila-cohete. El actor era Kinnie Gibson y acompañó a Michael durante toda la gira que finalmente se extendió hasta mediados del 94. Gibson era más alto que Michael, altote, y hasta algo torpe. Dicen que también trabajó para Slash. Otros aseguras que fue él quien visitó el Family Park esa tarde menemista. La verdad sólo la conocen ellos. Años antes, en 1988, Jackson había comprado el parque de diversiones Neverland Ranch, ubicado en Santa Bárbara, California. Los que alguna vez lo visitaron aseguran que el Tren Fantasma del Rancho no asusta ni un cuarto de lo que asustaba el de Munro.

 

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