Por Santiago Rivas @rivas_santiago Foto del catálogo oficial de Estéreo Picnic

Tal vez la pregunta no venga al caso, porque es cosa de cada quién si pone atención o no al artista de la tarima; hay una línea muy delgada entre oír de todo y caminar de un lado al otro sin siquiera mirar lo que hay, mucho menos encontrar algo en la música.

Tal vez sea una pregunta que no vale la pena preguntar, porque ya hace rato se sabe que no, que el negocio es la publicidad y sus mil activaciones, que el artista de moda este año no va a existir tal vez en unos meses y que en algunos más, se defina el headliner de la siguiente edición, para que lo traigan a vender más y más de lo que sea, que no importa qué, ni quién, mientras lo venda.

Es posible que esté pensando demasiado en asuntos que en realidad son simples: la gente va al parque (llega en poco tiempo, porque así fue este 2017), camina en el barro, come lo que haya, va a ver uno o dos artistas, o tal vez los 10 que alcanza a ver, se da un poco en la cabeza, salta, se ríe, se devuelve (con más o menos trancón) y al final olvida, a la espera del siguiente festival. Yo sé que en un año estaré allí.

Seguro el problema es mío, porque esto que me inquieta no es culpa de la organización, ni de la policía, los productores, los artistas ni de los asistentes. Los culpables y los responsables en la era de la indignación exprés son piezas valiosas del rompecabezas y por eso creo que mi pregunta tal vez no apunta hacia ningún lado, pero no puedo sacarme de la cabeza que en esta, la era de los grandes festivales de música, es ésta lo menos importante. Ya no importa si tenemos buenos artistas, y frente a los artistas famosos, palidece la importancia de un buen diseño de programación (Estéreo Picnic 2017 lo tuvo), que favorezca o no a los artistas menos conocidos, locales y emergentes. Importa la fama, entonces, pero ¿importa la música?

El resumen no puede ser mejor: el festival logró alrededor de 65.000 asistentes, consiguió mejorar las condiciones de la ciudad para acceder al lugar, mantuvo a la gente contenta y logró todo el movimiento mediático que necesitó, sin dar muchas ventajas reales a la mayoría de los periodistas. Esperan crecer un poco más con el tiempo, y yo deseo de corazón que lo hagan. Pero siento que en medio de todo este circuito, de este negocio gigantesco, lo único que subsiste es la ansiedad de todos nosotros, y quisiera simplemente preguntar si importa la música en los festivales de música.

Sea porque buscamos algo más allá de nuestras cabezas, o dentro de ellas; sea porque queremos encontrarnos todos en el milagro que es la música de cualquier género, incluso la floja y mediocre, o porque amamos las experiencias lisérgicas de todo tipo, legales e ilegales por igual; no importa la razón. Ojalá, y aunque es posible que sea un cantaletudo, quisiera hacer mi apuesta porque el próximo año nos encontremos en Estéreo Picnic una vez más, esta vez poniendo mucha atención a lo que vemos, pero sobre todo a lo que oímos, para que en realidad podamos enriquecernos nosotros también con la hermosa creatividad humana y con la música, que debe ser rentable y a la vez relevante.

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