raprichterbannerSrOstia-opcionalTexto y fotos por Karin Richter @KarinRichter

Recuerdo que tomé mi cámara y me dejé llevar por el sonido, por las luces, por el ambiente. El mundo podía deshacerse en pedacitos y nada importaba más que estar ahí: registrar, capturar, eternizar ese acorde, ese pedazo de letra, esa expresión…

Cubrir un festival como Rock al Parque siempre va a representar un reto. Más allá del cartel, de los medios, de los organizadores, de las opiniones, de lo que representa, del clima, de mi gusto musical o de lo que sea, lo que se espera en las nuevas ediciones siempre supera las pasadas. Uno espera más público, mejores luces, unos escenarios a la altura, un ambiente genial y bandas que lo den todo en la tarima. Uno siempre espera LA foto; la que combina luz, movimiento, oportunidad, técnica, música, sentimiento y un poquito de suerte. Esa que hace que el espectador, en el momento de verla, se acuerde precisamente de ese instante: de lo que dijo el vocalista, del salto del bajista, de los ojos cerrados del fan cuando canta a todo volumen el coro de esa canción, del invitado por la banda, de lo que le dijo el del lado o del aguacero que cayó. Uno siempre quiere capturar, dejar para la posteridad y recordar cada momentico de una canción, de un toque, de un festival.

Hay que prepararse. Empacar la cámara, llenar un morral con lentes, vaciar las memorias, cargar las pilas y llevar un impermeable siempre es lo de menos. La preparación es mental, física y emocional. Hay que leer el cartel, tratar de estudiar las bandas, saber qué genero tocan, ver si hay fotos para saber cómo es el show, hay que informarse. En caso de no hacerlo, hay que llegar con los oídos, los ojos y la mente bien abiertos, con la seguridad de sorprenderse y con la posibilidad de salir decepcionado. Con la edad y la experiencia ya hay que interiorizar que son tres días de jornada completa (y con trasnochada) bajo el sol, bajo el agua y con el frío inclemente de la capital; con una cámara pesada en las manos y un morral lleno de lentes en la espalda que al final ya hace parte de tu cuerpo.

Mágicamente aparecen cualidades como la paciencia y la tolerancia, que no permiten que uno pierda la cabeza cuando alguien empuja o cuando alguien te tapa la foto que estás tratando de lograr… y a esas dos, se le suma la perseverancia de llegar hasta el lugar deseado, buscar el ángulo, esperar el momento y poder salir, al final del día y a pesar del cansancio, con una sonrisa enorme en la boca y con el corazón hinchado por encontrar esa foto que tanto estabas buscando.

Todavía tengo la sensación cuando tomé una de mis fotos favoritas: Rock al Parque 2010. Rayaban las seis de la tarde y Mojiganga la rompía en el escenario principal. Las luces azules, el escenario altísimo, un fondo gris. Mojiganga sin máscaras, sin siluetas negras en fondos rojos. Mojiganga por primera vez para mi cámara de una forma decente. Aníbal, parecía un resorte y no paraba de saltar. Mi reto: capturar uno de sus saltos. Me hice campo entre las personas, me fui acomodando en un lado de la pasarela. Espere recostada en la valla de seguridad. Seguí su cuerpo con el lente… cómo venía y se alejaba. Seguí esperando mientras respiraba profundo para que no me temblara la mano. Finalmente se acerca, llega el momento del corte, tres milésimas de segundo… salta. Disparo por reflejo, por el susto, por la emoción. El cae, reviso la pantalla y ahí estaba. La foto que estaba buscando: Aníbal en pleno salto como si fuera a caerme encima… fue inevitable gritar: JUEP%&·$!!!!!

Alguna vez alguien me preguntó por qué hago fotos de conciertos y la respuesta exacta no la sé. Toda la vida estuve rodeada de música, toda la vida estuve vinculada con la música y con el tiempo me di cuenta que yo no podía estar encima de un escenario. De alguna manera, por esas extrañas conexiones cósmicas que tiene la música, nunca pude desligarme de ella. De cierta forma siempre encontró el camino para encontrarme y recordarme que ese vínculo es inquebrantable… que una vez una melodía o una letra o un sonido en particular se entra por tus oídos y te mueve la fibra, es muy difícil que se te vaya a olvidar. Entonces creo que la música me encontró por medio de la fotografía.

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