makenzyhamburgueseriaPor José Gandour @gandour

Fueron días agitados en materia musical en Bogotá. Juntaron todas las actividades posibles, los conciertos, las conferencias, las mesas de negocio y todo estalló en pocos días para el deleite y el desespero de todos aquellos involucrados en la escena musical (artistas, representantes, empresarios, espectadores… todos).  Hubo decenas de presentaciones dirigidas casi al mismo público y todos lucharon por la atención de la audiencia y, de paso, por tener a su lado a los compradores internacionales que venían buscando lo mejor del talento bogotano. Cualquiera en ese punto podría sentirse orgulloso de lo ocurrido en la capital colombiana  y la verdad es que, en general, lo vivido en estas jornadas puede darnos muestras de que estamos creciendo, que la ciudad está entre las urbes que mayor movimiento cultural tiene en América Latina y esas cosas. Desde ya felicito a los responsables de todo este agite, pero igual hay muchas cosas que comentar y discutir para que este movimiento realmente progrese  y no sea en parte un espejismo.

Desde ya, mis congratulaciones a la Cámara de Comercio de Bogotá por organizar cada año de mejor forma el Bogotá Music Market (Bomm). Este encuentro entre actores de la escena músical con invitados nacionales e internacionales dispuestos a comprar shows para sus eventos alrededor del mundo es una labor loable e inteligente. La Cámara es el único ente que comprende realmente en Colombia la necesidad de impulsar industrias culturales, para cubrir la necesidad de impulsar nuevos sectores económicos, crear empleo y, hay que decirlo en este momento especial del país, formar posibilidades pacíficas de prosperidad. Las demas instituciones, tanto públicas como privadas, aún se les llena la boca hablando de este asunto, pero al final les incomoda poner en una misma frase Economía y Cultura. Pero debo decirles algo en que aún no han puesto suficientemente el ojo para el desarrollo de este tema. Aún no se han metido con el verdadero meollo: No se está trabajando lo suficiente en el fortalecimiento de un mercado interior. No se están creando círcuitos que se extiendan a lo largo de la geografía urbana y seguimos concentrando las actividades de la música contemporánea bogotana en un diez por ciento del territorio capitalino.

La Cámara de Comercio, que tan brillantemente desarrolla todas sus estrategias de impulso económico en su área de influencia, está escuchando demasiado a los actuales empresarios musicales que sólo enfocan sus actividades al  porcentaje más pudiente de la población consumidora de conciertos y presentaciones y que, incomprensiblemente, no acepta que un alto sector de la ciudad puede ser clientela potencial de los nuevos ritmos que genera Colombia. Parece como si consideráramos el resto de la ciudad territorio perdido y maldito donde sólo prosperarán por siempre y para siempre los géneros más sonados por los peores programadores radiales de la ciudad. Eso, además de ser demasiado cómodo, tiene su tufillo discriminador. Y dudo fuertemente que la Cámara de Comercio quiera aceptar dicho desprecio. Es que, repito, tiene, en este caso, muy malos consejeros trabajando simplemente para su propio interés.

En Bogotá hay demasiados escenarios abandonados y mal administrados, en buena parte por la negligencia de las alcaldías locales y, por otro lado, por la inexistente financiación que podrían recibir nuevos empresarios culturales en sectores de estrato medio y bajo. Existe un amplio público ávido de actividades que no recibe ningún tipo de espectáculo en su zona y el cual estamos esperando cínicamente que se asome por los escenarios del norte de la ciudad a pagar los precios que ahí cobran. Esta es una ciudad de nueve millones de habitantes y nos hacen pensar que, en materia de negocios musicales, sólo podemos llegarle a unas cuantas decenas de miles, confiando, además, que siempre tengan el dinero para comprar entradas.

Mi propuesta, señores de la Cámara, es que a través de las próximas ediciones del Bomm y de todas sus actividades destinadas a incentivar la industria musical, asuman, con el buen criterio que los caracteriza y las buenas relaciones que tienen con todos los sectores de la economía capitalina, la canalización de inversiones culturales en todos los barrios olvidados de la ciudad. Hagan un programa de créditos blandos para potenciales emprendedores. No lo hagan por caridad, háganlo porque, a lo largo de un tiempo, será un buen negocio para todos.

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Les comentaba cómo los conciertos en Bogotá se concentran en un pequeño sector de la ciudad. Esta semana fue cuando más se dio muestra de esta situación. Dos de los principales festivales de la ciudad, Yaveria y Hermoso Ruido, decidieron hacer todas sus actividades al mismo tiempo y eso, aunque se viera muy bonito en la mente romántica de más de uno, creo una lucha de intereses que confundieron a los asistentes y supusieron pérdidas económicas para los organizadores. Un triste ejemplo: Armar un concierto con la muy buena banda chilena Planeta No para que asistan veinte personas no le sirve a nadie. Así hubo varios casos. Hubo escenarios de ambos eventos que tuvieron un bajísimo nivel de ventas de boletería y en ciertos casos estuvieron acompañados de una desidia de parte de los productores a la hora de disponer equipos necesarios para la ejecución de estos espectáculos. En ese afán por hacer parecer a Bogotá en una especie de Austin (Texas) en las fechas de SXSW, se ignoraron soberbiamente muchos factores importantes. Decenas de funciones, todas concentradas en cincuenta calles a la redonda, algunas de ellas a un alto costo para el bolsillo promedio bogotano, no traen como resultado sumatorio todo lo pretendido. Eso si, el listado de artistas que pasaron por Bogotá en estas jornadas fue maravillosa. Es una lástima que todos estuvieron al mismo tiempo.

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Tuve la oportunidad de ver una buena cantidad de agrupaciones este fin de semana. Lamento no haber tenido ni la paciencia ni el cuerpo para haber asistido a todo lo que quería, pero la verdad es que me divertí con lo que pude observar. Disfruté a Colectro, pachanga divertida y actual como ninguna, en una casa del barrio La Merced, en un showcase organizado por Tambora Records. Lamenté la clausura de un lugar clásico bogotano llamado Latora 4 Brazos, justo el día que se presentaban bajo el mismo techo Rubio, Zyderal y Mr. Pauer. Cosas de nuestro amado alcalde y su querídisimo séquito policiaco (por favor, nótese el sarcasmo). Vi a los chilenos Planeta No superar el inconveniente de tener poco público al frente y presentar su maravilloso repertorio pop con una elegancia a fuerza de balas. Celebré ver en vivo a los ecuatorianos Da Pawn, grupo de canciones de mesurada psicodelia y buena expresión guitarrera. Pero lo mejor del fin de semana fue observar el garbo, el desenfreno y la altivez de Los Makenzy. Mientras transcurría su espectáculo, pensaba por momentos en los norteamericanos MC5, para luego sentir algún espíritu cercano a Jerry Lee Lewis, y luego el desenfado de Joe Strummer. Este trío de esencia rockanrolera, que acude a música de garage, para luego sentir pasos relacionados con la década de los sesenta, para luego cantar su bella balada Aura, y luego volver a la explosión, me hizo pensar que tienen mucho por dar en el futuro, y que su actualidad los hace lucir como uno de las mejores propuestas que tiene Bogotá en este momento.

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Para terminar rápidamente: Los reconocimientos obtenidos por una gran banda como es Ohlaville durante los eventos del Bomm son más que merecidos. Felicitaciones.

 

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