Por José Gandour @gandour

Foto de Simona Malaika @simonamalaika

Hemos vivido unos dìas muy activos para el negocio musical en la capital colombiana. Gracias al Bogotá Music Market (Bomm) y las conferencias Resonancia sobre mercado digital, han pasado por la ciudad una cantidad importante de expertos que han notado un movimiento intenso de la escena local.  Colombia, por este tipo de convenciones, exporta propuestas musicales,  y eso es bueno. Pero, lo advierto sin mala leche, el esquema que se plantea en el panorama musical actual arranca por el lado equivocado. El organigrama planteado, por más bienintencionado que parezca, crea una expectativa cínica: Esperamos que sean otros los países  que resuelvan nuestro problema de fomento cultural.

Mientras no construyamos las condiciones para el crecimiento y el fortalecimiento de un mercado interno que se expanda de manera real por el país, sacar artistas de gira por el exterior cubrirá más los alimentos espirituales de las bandas que los verdaderos asuntos económicos de la escena musical. Hay que solucionar, como dicen las madres, lo del pan y la mantequilla, antes de pensar en el champagne y el caviar. Debemos crear y fortalecer lo que en otros países llaman circuíto de presentaciones artísticas, porque, por el momento, solo estamos acudiendo a un porcentaje mínimo de la población y escaso de nuestro perímetro geográfico para expandir nuestra cultura y fortalecer una industria sin chimeneas como la que se supone que deberíamos tener a estas alturas del juego. Queremos, además, exportar proyectos que en promedio no superan las 20 presentaciones al año, ya que estas propuestas locales no encuentran en su propia nación fácilmente espacios donde realizar sus eventos ni recursos para ejecutarlos.

La gran mayoría de los pueblos y pequeñas ciudades del país desarrolla una pobre agenda cultural. En muchas de estas poblaciones los conciertos (de cualquier tipo) se dan sólo en esporádicas temporadas de ferias y fiestas. En Colombia hay casi 200 municipios que tienen entre diez mil y 32 mil habitantes, y más de 120 ciudades que superan esa última cifra. Casi todas esas urbes cuentan con una locación (centro cultural, salón comunal, teatro) perteneciente a la alcaldía u otra institución gubernamental, donde la mayoría del año no pasa nada o simplemente se ejecutan las reuniones sociales de turno. No sólo son centros urbanos terriblemente aburridos sino que están desperdiciando las posibilidades políticas, sociales y económicas para incrementar los niveles y actividades culturales de su población.

Es increíble que no contemplemos el tema de desarrollo artístico cuando hablamos de los problemas de violencia, crisis económica y desigualdad social en este país. Colombia tiene un gran potencial en esta materia, ya lo dijimos, pero no oímos a muchos políticos hablar de poner en movimiento la gran maquinaria cultural para reducir el desempleo, crear nuevas fuentes de ingreso y fortalecer pymes del área en cada región. Todo eso  contribuiría a hacer verdaderos caminos de prosperidad y paz. La exportación crea buenos embajadores culturales, pero el necesario mercado interno que debemos construir cuanto antes crea verdaderos referentes y ejemplos a seguir dentro de nuestras fronteras.

Un dato a tener en cuenta: En los últimos años, Argentina ha logrado que su industria cultural contribuya con el 3% del PIB total de su economía, más o menos la mitad de lo que movió el sector de la construcción, y diez veces lo que generó la industria pesquera. En 2014 generó 10 mil millones de dólares, aproximadamente. Y todo eso se logró en gran parte dándole mejores bases y más oportunidades al mercado interno. Un buen porcentaje de ello lo produjo la música. Un ejemplo a seguir, ¿no?

¿Se imaginan si el Estado colombiano y las diferentes instituciones de fomento económico del sector privado se ponen las pilas para que cada vez más habitantes participen en la creación y consumo de productos culturales propios? ¿Se imaginan, al menos, si los alcaldes de cientos de municipios crean las condiciones para que sus espacios públicos puedan ser ocupados de manera sistemática por nuevos empresarios locales para traer regularmente espectáculos  a sus poblaciones, y les den prioridad a los talentos locales para ser conocidos en su región? Eso es generar el pan y la mantequilla, comenzar con lo básico para que a la vuelta de unos años hablemos verdaderamente de industria cultural en un país que presume de ser punto referencial artístico en el continente, pero que no incluye a la mayoría de la población en el deleite de las artes, siendo éste un fatal error no solamente social sino económico. 

 

 

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