Por José Gandour @gandour

Foto del catálogo oficial de Estéreo Picnic

¿Cómo desarrollar una reseña de un evento que se ha convertido en uno de los principales festivales privado de Sudamérica, pero dejando claro  las fallas a las que se somete al asistente que, sino está acreditado por prensa (como el autor de la nota), ha tenido que pagar un monto similar al salario mínimo colombiano para disfrutar del espectáculo en sus tres días de duración?

El Festival Estéreo Picnic llega a su octava edición, tirando la casa por la ventana, y logrando un cartel que, a primera vista, tiene los suficientes elementos para lograr ser atractivo para el aficionado medio a la música en Bogotá y sus alrededores. Su labor de imagen y presentación es impactante y se observa felizmente  que han ido superando las pruebas de producción, respondiendo a las exigencias de los artistas internacionales. Esta edición tiene 3 escenarios impecables, a la altura de cualquier realización en el planeta. A partir de estas observaciones abrimos los debates:

Hablemos inicialmente de la música. Estéreo Picnic es muestra fehaciente de cómo mucha de la música que viene de la independencia discográfica o del ambiente alternativo, ha ido adquiriendo las herramientas que, para bien y para mal, funcionan en el ámbito comercial. Ya en muchos casos la línea diferencial se ha borrado y se nota, no sólo en lo referente al marketing sino en lo estrictamente artístico. Buena parte de las más propuestas musicales del momento, más las procedentes de los mercados anglosajones, se parecen a las películas de acción de Hollywood: Muchos efectos especiales, explosiones sorpresivas, protagonistas deslumbrantes, pero, a la hora de la verdad, poca carne e historias aburridas. El pop alternativo de estos días es desangelado, soso y termina aburriendo al sonar la segunda o tercera canción del repertorio. No es fácil entender el éxito mundial de artistas como  The Weeknd, cuyo discurso musical, si quitamos las grandes pantallas y los estallidos lumínicos, es pobre y limitado. Alguna vez un antiguo colaborador de Zonagirante.com, Iván Daguer, decía en uno de sus artículos, que si una propuesta musical es poderosa por si sola en vivo, solo necesita 4 luces  y ya. Claro, en los tiempos modernos, hay recursos maravillosos y si están ahí hay que usarlos, pero su utilización no puede ser el principal argumento de un espectáculo musical. The Weenkn vende mucho humo y por el momento tiene muchos clientes embelesados  con sus actos ilusorios, pero eso ha sido más por una efectiva publicidad que por una verdadera obra cultural. Sobre propuestas como The XX, Bob Moses y Glass Animals se puede decir simplemente que están ahí, entretienen, pero no crean mayor recuerdo en su paso por el festivval.

Por suerte, después del fiasco de The Weeknd,  estaba Justice. Afortunadamente este dúo francés se presentaba en otro escenario y dio lecciones de contundencia, buen gusto y emoción cautivadora. Lo suyo es una propuesta integral fascinante, sin vacíos. Justice sabe ponerse a la altura de grandes actos como The Chemical Brothers y, por qué no decirlo, Kraftwerk. ¿Exagero? No creo. Lo suyo es saber acudir a la fuerza del rock y darle la inteligente caricia del baile, en medio de una disposición visual cautivante. Eso fue darle un buen sabor a una noche llena de propuestas muy divulgadas por la maquinaria comunicacional que, en realidad, poco o nada tenían realmente para ofrecer.

Con todo el derecho del mundo puede el lector preguntar porque no hacemos mención a otros actos (hubiera deseado ver a Seis Peatones, Ságan y Aj Dávila, entre otros) y, dicho cuestionamiento abre el espacio para un segundo debate: Los detalles logísticos del festival. Hemos hablado ya de los loables esfuerzos de los productores de Estéreo Picnic. Pero es innegable que hay muchos puntos que afectan al cliente del festival. Se puede enumerar lo siguiente:

-Hacer el evento en un lote baldío a las afueras de la ciudad, con un acceso limitadísimo. Aquí confluyen los recorridos diarios de los habitantes de los suburbios del sector norte de Bogotá, los transportes intermunicipales con mayor movimiento de la región y el deseo de miles de aficionados a la música tratando de llegar por todos los medios a la locación, trayendo como consecuencias congestiones de tráfico que pueden llegar a durar hasta tres horas en horas pico. Se le pide al cliente llegar con demasiada anterioridad y salir mucho antes de que termine el espectáculo si no quiere pasar penurias en el proceso. La labor de la policía local no ayuda en nada, ya que no están preparados para la eventualidad y se nota que no hay mayor interés de parte de la Alcaldía de la ciudad para solucionar un problema del cual tienen información desde hace varios años. El proceso de llegada y de salida del festival tiene altos riesgos para los asistentes, que se ven en muchos casos caminando una buena cantidad de kilómetros al lado de la autopista para salir de dicho caos. Tratar de llegar a tiempo para disfrutar del espectáculo es practicamente imposible, por falta de previsión en el proceso y desidia de algunos responsables politicos al respecto.

-Además del problema vehicular, hay que advertir el desorden de parte de la logística del festival para agilizar el ingreso de los aficionados al recinto.  No es clara la información y el personal asignado no colabora mucho para ayudar a solucionar los inconvenientes. Desde el momento que se llega al Parque de la 222 hasta entrar en el espacio destinado para los conciertos puede extenderse por gran cantidad de minutos, generando malestar entre los espectadores.

La regla de no permitir el ingreso de productos  externos al festival llega a extremos ridículos. Desde el decomiso de cigarrillos hasta la confiscación de chocolates, dulces o emparedados caseros, hace ver mal a los productores del evento, porque hace pensar que su afán monetario no tiene límites. Estoy casi seguro que es una malinterpretación de los encargados de seguridad , que llevan a puntos exagerados su insensatez, pero, igual, la desazón del asistente crece con ese tipo de acciones.

En fin. Todo esto se dice sin ningún tipo de mala fe. La existencia de festivales como Estéreo Picnic ayuda a refrescar el panorama musical de Colombia y de la región. Es un certamen que da empleo a cientos de personas y que, además, procura dejar la mayor cantidad de buenos recuerdos entre los espectadores. Estéreo Picnic se ha afirmado, además, en su interés de ser una buena vitrina para bandas locales, y el desarrollo del sonido contemporáneo colombiano. Eso si, si corrigen en próximas ediciones las falencias de producción relacionadas con la clientela, pueden llegar a cumplir con la premisa de su lema, es decir, ser «un mundo diferente». Si eso mejora, podemos seguir debatiendo felizmente sobre los asuntos musicales del momento.

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