Por José Gandour @gandour Foto Oscar Perfer @perferoscar
El próximo 21 de octubre se celebra la primera edición de Cosquín Rock en Colombia, más exactamente en el Club Bellavista Colsubsidio, al norte de Bogotá. El cartel artístico va por todo lo alto, anunciando la presencia de Los Fabulosos Cadillacs, Residente, Aterciopelados, Attaque 77, No Te Va Gustar, La Mojiganga, La Beriso y Lianna. Se viene todo un espectáculo de rock latinoamericano y buen hip hop, teniendo el aval de José Palazzo, fundador del festival y su organización central en Argentina. No dudamos que su edición de estreno será todo un éxito y que tendrá asegurada la continuidad en los próximos años.
Ahora bien, aquí hay un aviso claro: Se confirma por enésima vez que los grandes espectáculos en Colombia con artistas de nuestro continente, los más onerosos, los asume la empresa privada. Aquí no va ningún pero, y sería estúpido de nuestra parte criticar esta realidad. Esto nos da más bien la excusa para discutir algo: Frente a estos hechos, ¿cuál es el papel que debe asumir el festival gratuito y público más grande de la región, es decir Rock al Parque?
¿Porqué hablar de Rock al Parque en esta ocasión? Disculpen mi obsesión, pero la verdad siento que el evento público está perdiendo de manera lenta pero segura su brillo y a muchos actores de la escena les interesa cada vez menos el asunto. Más de uno está pidiendo casi a gritos, a pesar de seguir siendo un certamen que convoca todavía más de doscientas mil personas en 3 días, que se acabe. Los eventos privados más exitosos, en la misma cantidad de jornadas, no han convocado nunca más de la cuarta parte de esta cifra. Pero si, se siente el cansancio y un poco el desdén de los organizadores. Lo sucedido con el ya casi innombrable artista censurado hace pocos días ha sido un latigazo en el ánimo de los defensores del evento. Y de repente se anuncia Cosquín Rock Colombia, ofreciendo a un precio llamativo un listado de artistas muy populares. Cualquiera podría pensar que esta es una estocada casi que definitiva para Rock al Parque. Yo pienso todo lo contrario. Lo pongo así: Aquí no surge un problema, más bien una oportunidad.
Amigos de Idartes y de la Alcaldía de Bogotá: Dejénle este despliegue de estrellas rutilantes a los que los pueden pagar. Aprovechen, más bien, a revitalizar Rock al Parque volviéndolo a posicionar como el festival de los nuevos sonidos latinoamericanos, donde, al lado de las bandas locales, convoquemos las nuevas propuestas, la vanguardia más interesante desde México hasta Argentina. Comprobemos que América Latina tiene en estos momentos uno de los hervideros más interesantes de la música mundial y todo está en feliz construcción. Lo podemos comprobar con muchísimos ejemplos que van desde el metal extremo hasta el pop alternativo. Esto se trata de abrir el llamamiento, bajo condiciones claras, para que cientos de agrupaciones del continente presenten sus ofertas de manera abierta y sientan que, aunque el festival pertenece a Bogotá, vuelve a hacer parte vital de la cultura del hemisferio.
También es momento para fomentar intercambios más extensos con las instituciones públicas y privadas del continente, incluyendo sociedades de autores, instancias gubernamentales y otros festivales, para que circulen la nueva generación de músicos latinos por todos nuestros países. Si todo se hace bien, y con la promoción que corresponde, en poco tiempo se habrá logrado un avance importante y a menor costo de lo imaginado. Eso se llama darle fortaleza a las industrias culturales locales y amigas, lo cual debería ser la labor de la instancia organizadora de Rock al Parque. Lo demás es hablar cháchara.
Aprovechemos la oportunidad, celebremos el estreno de Cosquín Rock Colombia y el buen quehacer de los emprendimientos privados, y hagamos que el sector público haga lo que hay que hacer: Fomentar nuevos proyectos artísticos, establecer alianzas y hacer que volvamos a confiar en una institución como Rock al Parque, que merece una reingenieria seria para no morir.