rivasdia2bannerSrOstiaPor Santiago Rivas @rivas_santiago Foto Karin Richter @karinrichter

El domingo siempre es el día más interesante de Rock al Parque. Son tantas las tendencias que se mezclan en el parque, en las distintas tarimas, que es imposible posar de purista con éxito. Llegué tarde otra vez. Lamento haberme perdido a Los Elefantes, a quienes quería ver celebrar sus veinte años en tarima, y a Bestiärio, quienes les seguían, y que muy amablemente me habían buscado para que los oyera. De manera que les debo esa, señores.

Llegué, eso sí, a Sick Of It All. A mí me gusta Rock al Parque, porque cuando traen bandas significativas de géneros que no son el de uno, uno puede aprender de qué se trata, qué es lo que buscan los fans en la música que les gusta. Sick Of It All es una banda arquetípica; el sonido del hard core punk de Nueva York, y de todos cuantos han querido imitarlo, debe querer sonar así. Son contundentes, en todo el sentido de la palabra, y sus canciones son como un puño. Pura elocuencia, pura fuerza. Sigue sin ser mi cosa favorita en el mundo, pero ya me estoy bajando sus discos, porque siento que tengo mucho que aprender ahí.

Seguí derecho, porque empezaban mis amigos de la Bambarabanda, que celebraban quince años de estar juntos en la tarima del festival, que hace siete años los trajo por primera vez a sus tarimas. Muy buen show. Cuando uno hace las cosas honestamente y de corazón, sin pretensiones ni poses, la gente se conecta más fácilmente con lo que uno quiere decir. Así fue. A la gente le gusta mucho la Bambarabanda, porque percibe que les están diciendo la verdad. Bueno, eso y la complejidad sonora que siempre han mostrado, su capacidad de saltar de un género al otro, la demostración que viene con ellos, de que Pasto a veces parece otro país y, sin embargo, lo mucho de nuestra identidad que podemos encontrar en su música. No puedo ser objetivo, creo yo, pero se trató de una gran presentación.

El punto más alto del segundo día vino a continuación. La Banda Conmoción es, en palabras de Chucky García “lo menos rockalparque que ha venido a Rock al Parque” (tal vez compartiendo ese puesto con el Buraka Som Sistema). Y como siempre que viene algún fuereño, alguien que “no pertenece al rock”, la sorpresa es doble. No solamente por lo parecido que es en la práctica el rock a tantas otras músicas y géneros, sino porque todas esas palabras que relacionamos con el rock, como la fuerza, el poderío y la contundencia, toman muchas formas distintas y, de esa manera, también son una forma de rock; ni siquiera tendríamos que hacer una historia de las músicas mestizas del mundo para entenderlo.

Los diecinueve dementes que conforman la Banda Conmoción vinieron con la misión expresa de demostrarnos una vez más que eso que creemos que es el rock, se queda corto muy rápidamente. Una inmensa cuerda de cobres y una base de percusión poderosa, sin necesidad de guitarras, o bajos, sin punteos ni doblebombos ni solos de batería, o guitarra, sin dar alaridos, ni voz gutural. Crestas, eso sí, porque se trata de una banda que promueve la resistencia y la lucha de los pueblos nativos de América. Rock al Parque fue más que nunca una fiesta cuando ellos tocaron y creo que esto que estoy diciendo lo puede confirmar el último punk, el más radical de los rastafaris o el amante más acérrimo del ska. Cualquier que hubiera estado en el escenario Bio, sabe que ellos debieron cerrar esa tarima ayer. Pero no fue así. Si me preguntan, ese fue un error de programación.

Pausa para comer. Qué desprolija la zona de comidas de este año. Como que no se esforzaron por llamar la atención de nadie, faltan mesas, o bultos de paja, o lo que sea. Como que se queda chiquita y oscura e incómoda. Poca oferta, menos aún para los vegetarianos. Esto cuenta, sobre todo en el segundo día, en el que tantos straight edge y rastafaris van al parque. En fin, vale la pena mencionarlo, pero para cuando llegue el festival del próximo año, las diez personas que leen este artículo lo habrán olvidado. Igual, mala zona de comidas, que quede registrado.

Cuentos de los Hermanos Grind no es una banda de mi estilo, pero qué bien están sonando. Han logrado eso que las bandas logran con el tiempo, y es configurarse como una unidad verdadera. No es tan fácil. Muchas bandas son buenas, talentosas, interesantes, sorprendentes y con todo y eso no logran sonar como sonaron ayer los CHG. Son buenos. Y sorprendentes, también. Componen melodías, que se les agradece de corazón, y tocan bien. Las máscaras todavía son muy “queremos ser Slipknot”, lo que no me acaba de cuadrar, pero en general creo que a quienes les gusta el grind tienen una buena banda local que deberían apoyar más, pagándoles boletas en sus conciertos y acompañándolos.

Luego me fui a ver a Gustavo Cordera y la Caravana Mágica, grupo que siguió con la fórmula habitual de poner al menos a un argentino a cerrar al menos una tarima del festival (debe ser cábala). Repito: esa tarima debió cerrarla la Banda Conmoción. Claro, Cordera es el genio detrás de la Bersuit, y es mucho más conocido que los chilenos, pero no pasa nada con ese grupo. No es malo, pero tampoco es muy distinto del resto de cosas que se hacen en Argentina y que suenan como música para barras bravas. La cumbia que hacen no es tan bajera como la de las villas, ni tan sofisticada como la de los productores postmodernos de todo el mundo que quieren hacer cumbia, ni es pop, ni es folclor, no es realmente nada sobresaliente.

El baile no les añade mucho, los uniformes los hacen parecer como salidos de un concesionario de motos y claro que tocan bien, y la música está bien, pero la gente recuerda más a los malos con ganas, que a cualquiera de los grupos de media tabla que hacen lo mismo que los que ya lo hicieron bien. A eso súmenle que los de la Banda Conmoción ya se veían coloridos y llamativos y distintos; ya habían bailado mejor que ellos, ya habían tocado la cumbia que estremece. Tal vez mi crítica sería menos enconada, si no los hubieran cogido como número principal. Puerto Candelaria, coloridos y sabrosos y talentosos, también habrían podido cerrar esa tarima sin ningún problema.

Para finalizar, había que ver a Napalm Death. No me gustan, ni me interesan, pero siempre que haya un grupo de esa talla, valdrá la pena ir a verlo, al menos un rato. Siguieron sin gustarme, pero me sorprendieron gratamente; creo que los entendí, y entendí por qué le gustan tanto a la gente. Son una banda con mucho carácter, para empezar, y tienen algo que decir. Hablan de su realidad, no de los valles sombríos de Turbnamjayb, o de los zombies de las películas que ven. Son uno de tantos productos de la Inglaterra de Margaret Thatcher, que convirtieron su inconformidad en música para el mundo entero. Lo que más me gustó fue la forma en que componen. Como mucho de lo que hacen viene del punk, tienen canciones breves y llenas de fuerza. No extienden el gruñido por seis minutos insoportables y en cambio, cortan las canciones de tajo. A mí supieron dejarme sin aliento un par de veces, y por eso estoy muy agradecido con ellos.

Espero que de algo les sirva este resumen de mi segundo día de festival, pero sobre todo espero que se animen a ir al tercer día. Recuerden que siempre se encuentran cosas divertidas, novedosas e interesantes. Vale la pena recordar para qué sirve Rock al Parque.

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