ultimoarticuloalparquebannerSrOstia-opcionalPor José Gandour @gandour Foto Karin Richter @Karin Richter

Esta no ha sido mi edición de Rock al Parque favorita, pero tengo claro que es la que más he disfrutado en muchos años. Lo confirmé cuando escuchaba Take my bones away de Baroness y comprendí que el festival, en su vigésima segunda celebración, estaba llegando a su fin. Las conversaciones que se daban en ese momento en zona de prensa del escenario Bio eran de satisfacción, de placer, de hacer un amable balance y comprender que, a pesar de todos los problemas internos del festival, la desidia de los responsables máximos del evento (incluído el mismísimo alcalde Enrique Peñalosa), la absurda reducción de presupuesto y la prevención de algunos expertos que ni siquiera fueron capaces de asomarse por el Simón Bolívar, Rock al Parque 2016 había sido un evento alegre y de gratos resultados. 

Rock al Parque ha contribuido, un año más, al crecimiento del periodismo independiente a través de los nuevos medios, y donde las más recientes generaciones de comunicadores se han comprometido con la escena musical de la ciudad, dándole espacio a los artistas locales para que difundan su trabajo con mayor amplitud. En lo personal, me ha gustado el cubrimiento de Nación Talento, Revista Sono, Noise y otros, que han cumplido con dar notoriedad a lo colombiano y a lo latinoamericano, y no quedarse simplemente en nombrar los artistas de procedencia norteamericana y europea.

La labor realizada por la empresa pública Canal Capital ha estado, junto a la de Canal Trece y City Tv, por fin, a la altura de lo que merece uno de los principales festivales del mundo. Es irónico, pero los nuevos responsables de este ente comunicativo comprendieron Rock al Parque de mejor forma que el mismísimo director de Idartes, Juan Angel, responsable de la organización del festival, quién en varias ocasiones y de manera repetida y descuidada comentaba en sus encuentros con los asistentes que lo que sucedía en el Simón Bolívar lo aburría y lo abrumaba. La pregunta que uno podría hacerse en este momento es, si esto sucede, y seguramente se repite con otras grandes actividades de su institución, ¿por qué sigue ocupando ese puesto?

Criticamos en su momento el cartel de artistas de esta edición.  Lo dijimos: Faltó un poco más de riesgo, un poco más de presencia vanguardista, pero a su vez, debemos reconocer que sentimos que hubo variedad de colores y sabores sonoros en el festival. Pasamos de la buena presentación de la banda metalera Perpetual Warfare, hasta la delicia neo folclórica de Bambarabanda, de la ironía atrevida de Compadres Recerdos, hasta el exquisito pop de Danicattack, del control absoluto del escenario y de sus aficionados por parte de Los Elefantes, hasta el peso y la confianza adquirida por Puerto Candelaria a través de sus años de experiencia y recorrido por el mundo entero, puestos en escena en un espectáculo inolvidable.

Rock al Parque es un festival con muchos enemigos, incluidos comunicadores que acusan al evento de cosas tan ridículas como que este evento público y gratuito es responsable de la cancelación de aventuras privadas mal ejecutadas como Lollapalooza Colombia. Hay que estar muy desubicado en la vida para decir eso. Otros, Malinches contemporáneos que, desde su tribuna radial, acudiendo a un pestilente veneno verbal, vociferan que son solamente los certámenes privados, aquellos que patrocinan sus palabras y su programación comercial, los únicos que han hecho crecer la escena colombiana. Rock al Parque, al contrario, ha dado pie a que cualquiera que hable de la experiencia del país en materia de grandes conciertos, tenga que recordar que en Bogotá, como en ninguna otra ciudad en el mundo, durante más de dos décadas, se ha realizado un festival abierto a todos, donde se juntan cientos de miles de personas y donde la convivencia ha sido ejemplar a lo largo de su historia. Negarlo es simplemente incomprensible.

Insisto: A Rock al Parque hay que protegerlo y hacerlo crecer como institución, que no solamente tenga 3 días de esplendor en el Simón Bolívar sino que pueda marcar rumbo en la escena bogotana y latinoamericana durante el resto del año. Hay que evitar que lo privaticen o que lo fulminen con desprecio. Es un festival que debe seguir siendo de acceso libre y gratuito siempre, no importando de qué lado político esté el burgomaestre de turno. Es legalmente Patrimonio Cultural de la capital colombiana y como tal se debe seguir por este camino para bien de los ciudadanos de esta urbe y sus visitantes.

Por último, me corresponde, como director de Zonagirante.com, expresar mi agradecimiento a muchas personas,  especialmente al equipo de trabajo de este año, que nos acompañó con todo el cariño, el profesionalismo y el amor que la labor requería y mucho más. El trabajo fotográfico de Simona Malaika, Karin Richter y Oscar Perfer fue admirable y emocionante. La asesoria desde tierras lejanas de Rodrigo Morales fue esencial. Y para destacar, la siempre interesante, punzante y brillante contribución de mi amigo Santiago Rivas, que desde hace unos años ha sido el coequipero ideal para este trabajo.

Y a ustedes, amigos de Zonagirante.com, gracias por leernos, por criticarnos, por compartir nuestro material con su círculo de amistades. Sentimos su compañía a lo largo del festival y eso terminó de hacernos felices durante estos días. Un aplauso y un abrazo de amor para todos ustedes.

[metaslider id=813]

Compartir
HTML Snippets Powered By : XYZScripts.com