potqPor Manuel Silva Foto Nicole Ibarra.

(Este artículo fue publicado originalmente en POTQ Magazine por Manuel Silva. ).

“Esta es la realidad, no somos unos cerdos ladrones”, titulaba la nota que ilustraba el lanzamiento del proyecto Nodo de IMI Chile hace algunos meses. Fuera de que nos pueda gustar o no la gestión de este colectivo de sellos independientes, la verdad es esa: los labels nacionales no están forrados en billetes de alta denominación. Es más, tal vez ni siquiera sean un negocio realmente rentable.
Si miramos hacia atrás, nos daremos cuenta de que en los ’90, Chile era la panacea de los major labels. Año tras año, estas multinacionales nos traían música pop de grandes artistas como Shakira y Alejandro Sanz, y también bandas locales, como Lucybell, Chancho en Piedra y Canal Magdalena. Además de estos, encontrábamos a otros no-tan-afortunados experimentos, como Stereo 3, Las Ketchup, Melody (la de los gorilas, que fue al Festival de Viña en 2002 y nunca más supimos de ella), entre otros. Era la época también en que los músicos iban a la Feria del Disco del Paseo Ahumada a firmar sus álbumes, y habían largas filas para poder verlos en persona, y si teníamos suerte, también los podíamos escuchar cantar un par de canciones gratis.
Todo esto finalizó a mediados de la década del 2000, gracias a la llegada de Internet, pero eso ya es historia conocida: las majors desaparecieron y surgieron un montón de sellos independientes que hoy en día marcan tendencia en el circuito musical nacional, y que finalmente llenaron el vacío de las multinacionales que “sucumbieron” ante el poder de la red.
¿Cuál es el punto de este reportaje entonces? Chequear la tesis de si los mencionados sellos independientes, los que muchas veces son percibidos como empresas con grandes ganancias, en realidad son colectivos de artistas que tienen trabajos normales y que no se pueden dedicar en un 100% a lo que en realidad les gusta, tal como mucha gente que lee esto ahora mismo.

Por qué hacer música
Hay una canción de Alejandro Paz, llamada Sólo Por Dinero, la cual en su letra contiene una pregunta que ronda en las cabezas de variados productores y músicos nacionales. “¿Dónde termina el arte y comienza el capital?”, reza la tonada house de Paz, y es que si lo pensamos, la línea entre ambas partes es sumamente delgada.
El propio autor de esta pregunta, quien eSello s de las personas. Los tuyos y los ajenos, ya sea renunciando voluntariamente a evolucionar artísticamente (cuando descubres que cierto tipo de música le gusta a mucha gente y te quedas ahí), o transando el hacer cosas que no quieres hacer, que es peor”.
Elías Leyton lleva un año y medio en el ambiente de las entidades discográficas nacionales. Tal vez su nombre por sí solo no resulte conocido, pero si decimos que es una de las personas a cargo del Sello Piloto, el panorama cambia de manera abismal. “A Gepe yo le compro todo lo que hace, más allá de si me gusta o no. Yo le creo. Por esa sinceridad que tiene. Yo valoro mucho la sinceridad en la música. De repente, cuando ves un disco de 20 canciones y tiene colaboraciones en 18 con hueones brígidos, claro… Ahí hay algo raro. Tú dices claro, está hecho para pegar. ¿Pero tiene menos valor artístico por eso? No sé. Tiene otro valor, pero no sé si no tiene. Es otra manera de ver el arte”, nos cuenta.
A pesar de lo anterior, cuando contrastamos su respuesta con la que nos dio Sepúlveda de Cazador (hacer música por uno mismo, o bien para ganar plata y ya), sale un tercer punto de vista que demuestra la autenticidad y sinceridad de la que nos habla Leyton. “Yo creo que en ese caso, las bandas que nosotros manejamos no caben en ninguna de las dos. Yo creo que los cabros te van a decir ‘porque sí’ nomás. Ni siquiera tienen tan trabajado esos conceptos. Yo de repente siento eso. Creo que es lo más bonito de todo esto (…) La gente podrá pensar ‘puta que les dan hype’, pero si hay algo que me hace sentir orgulloso, es que la cosa es como es. Es lo que se ve”, sentencia.

Los roles

El rol de un sello siempre va mutando. Si piensas en los años ’60 o ’70, incluso en Chile, como que el sello era muy protector de todo y controlaba todas las cuestiones. En los ’90 era casi un banco, pero desde el 2000 en adelante, se transformó en una hueá que tú no sabes bien qué es, ni qué rol cumple”, dice Sepúlveda.
Para ser honestos, el rol de un sello discográfico independiente hoy pareciera ser el mismo que tenían las majors, pero con menos recursos. Obviamente no podemos meter a todos en el mismo saco, sin embargo hoy en día son varios los entes que se encargan de publicar el trabajo en Internet, enviar estos lanzamientos a distintos medios, algunos se encargan de producir tocatas (booking), otros también se las dan de managers, y un largo etcétera de tareas que provocan diversas sobrecargas de trabajo a los dueños de estos labels, sin generar los retornos esperados en muchas ocasiones.
“Yo diría que parte importante del trabajo recae en el propio artista, porque mal que mal el disco, la obra, el arte, es de ellos y nadie más que ellos son los llamados a valorar, promover y mostrarlo. Pueblo Nuevo es una vitrina, y mientras más personas se acerquen a esa vitrina es mejor para todos. Nosotros como sello tenemos, aparte, la labor de ir renovando constantemente la vitrina, entonces a veces los discos no alcanzan a tener demasiado tiempo de “exposición”. Por ello el trabajo del artista también consiste en sacarle partido a esa obra en el tiempo. No basta lo que hace el sello los días del estreno”, dice Mika Martini, mandamás de Pueblo Nuevo Netlabel.
“Esta es una hueá que les digo a las bandas siempre. Ustedes son los dueños de sus proyectos, no yo, y ustedes son los principales responsables de que al proyecto le vaya bien. (…) Muchas veces he tenido conflictos con las bandas porque se sienten como dejadas de lado, o botadas… Y ni siquiera es como ‘ya po, ayúdame con esto’, sino que es tener presencia. Estar cerca de uno, venir para acá, preguntar por cosas. Podrían estar aquí toda la tarde, incluso, sin hacer nada, con sus computadores respondiendo correos personales, pero están aquí, ¿cachai?”, complementa Diego Sepúlveda.
En el caso de la electrónica, las cosas funcionan un poco distinto, ya que las presentaciones en vivo son en realidad fiestas. Los DJ sets se transforman en la oportunidad ideal para que los productores nacionales den a conocer, no sólo sus propias canciones, sino que también las de otros para así proponer tendencias.
“El sello tiene la responsabilidad de editar un material y darle promoción durante un tiempo determinado. Eso es todo”, nos cuenta Alejandro Paz. “Las tocatas son pega de un promotor que quiere hacer una fiesta, y el trabajo del artista es tocar bien en las oportunidades que tenga, y ojalá hacerlo tan bien, que te llamen de nuevo, pero eso es en condiciones ideales. Aquí las cosas, de alguna forma, son mucho más complejas. Obviamente, un artista tiene que hacer sus propias tocatas, o compartir dos o tres roles, pero lo ideal es que hubiera gente que cumpla distintos papeles”, finaliza.

El vil dinero

Hoy en día, una buena cantidad de discográficas lanzan el material de su catálogo de manera gratuita, ya sea por un par de días, o bien para siempre. Cuando nos damos cuenta de esto, las otras instancias que quedan para generar ganancias son las presentaciones en vivo de sus artistas, o bien los servicios de streaming. La pregunta es, sin embargo, ¿es realmente un negocio?
“La mayoría de las veces, cuando las cosas están gratis en Internet es por obra y gracia de las bandas, no de nosotros. Ahora, a mí no me complica eso, porque siento que la gente que lo va a comprar, lo va a comprar, y la gente que lo va a descargar, lo va a descargar. Sí siento algo a mi favor, y es que ya nadie quiere tener contenido, porque el contenido es súper frágil. Se te puede echar a perder el computador, te lo pueden robar, y por eso el streaming ha ganado tanto terreno en todo el mundo”, dice Diego Sepúlveda.
“Está la parte de la distribución digital, y es súper poco el impacto que tiene monetariamente en un sello que tiene un año y medio, para bandas jóvenes y que tienen una proyección bacán, según lo que se dice, pero tienen un sólo EP. El Cómodo (Silencio de los que Hablan Poco), que sacó un disco la semana pasada, tenía una canción y ya estaba tocando en un montón de lados, entonces por ese lado es complicado capitalizar. Es difícil porque no tenemos recursos. Si esto es a la mala nomás, se hace todo esto porque se quiere y porque te gusta mucho nomás”, comenta Elías Leyton.
Un tercer punto de vista es el de Mika Martini, quien considera “válido el postular a recursos del Estado o de entes privados para financiar proyectos de creación que puedan traer recursos para el sello y los artistas”.
Podríamos pensar que los dueños de sellos en Chile son gente que cuentan con mucho dinero o recursos para desarrollar a sus artistas, sin embargo, al conocer estos casos, queda claro que esto no es así.
El escaso apoyo a la cultura en Chile es un tema que se viene tocando hace muchos años, pero que por algún motivo aún no se logra solucionar del todo. Los culpables de esta situación parecen ser el Gobierno y posiblemente la SCD, mas este último es un ente privado que sólo hace su trabajo (aún cuando manejen cerca de $24.000 millones anuales, según lo apuntado por el Proyecto Nodo de IMI Chile).
Resulta imposible no fruncir el ceño al percatarnos de que todos los entrevistados que aparecen en este reportaje, tienen un trabajo que les permite comer y pagar las cuentas, sin embargo lo que los mueve es entregarnos la música que escuchamos y difundimos día a día. Finalmente, Raimundo Aguirre, secretario de IMI Chile y director de Eroica, tenía razón al decirnos que la verdad era esa, no son unos cerdos ladrones, porque definitivamente es muy complejo vivir de la música en nuestro país, por más que sepamos que es un trabajo de exportación.

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