sidestepperelkinPor José Gandour @gandour / Fotos por Simona Malaika @simonamalaika

Alguna vez al contar la historia del nuevo folclor colombiano, ese que fue capaz de adaptarse a los tiempos modernos y cautivar audiencias diversas alrededor del mundo, será obligatorio reseñar con grandes letras la intervención vital de un inglés, Richard Blair. Este vecino de Birmingham, después trabajar en el sello Real World, propiedad de Peter Gabriel, se vino a estas tierras en 1992,  y encontró el perfecto ambiente para desarrollar sus ideas, su gran propósito de colisionar mundos sonoros que pudieran juntos brillar para un público internacional. Aparte de su trabajo como productor de Totó la Momposina, Carlos Vives y otros artistas, su proyecto personal, Sidestepper, cobró vida y se ha venido alimentando de cada tono que se genera en Colombia y sus alrededores y ha sabido agregarle ese ingrediente propio que lo distingue y lo hace retumbar en cualquier rincón del planeta. La labor de Blair ha sido generosa, porque él, aunque conserva su acento británico al hablar en castellano, ya es tan colombiano como cualquiera de los músicos que lo rodean, y ha sabido ser protagonista sólo en los momentos necesarios, dando un paso al lado  cuando sus colaboradores tienen su instante de brillantez.

Si hay algo destacable dentro de lo memorable que fue la presentación de Sidestepper en el céntrico teatro Jorge Eliécer Gaitán es cómo cada uno de los integrantes de esta agrupación sobresale en escenario cuando es su turno. Sidestepper ha logrado en los últimos años confirmar un bloque sólido, donde nadie tiene la necesidad de mostrarse como la estrella principal de la noche. Nadie tiene porqué ser el pavo real que exhibe más alto sus plumas. Por ello es verosimil su discurso de amor, de hermandad, porque todo comienza por casa. Uno sabe, al verlos en vivo, que Teto Ocampo es uno de los mejores guitarristas de la historia colombiana en cualquier género, pero no necesita adelantarse en tarima y lograr que las luces estallen sobre él para confirmarlo. El Chongo es uno de los mejores percusionistas de este continente, pero su contribución tiene su momento y su espacio perfecto. Las voces, Eka y el Guajiro, cumplen de manera efusiva sus labores, pero no acuden a discursos superfluos para encender a los asistentes. El Mauri, y el mismisimo Blair completan el pastel ocupándose de lo suyo de forma efectiva y laboriosa. Sidestepper versión 2016 es una sencilla máquina de música placentera e inteligente. Así suena su último disco, un trabajo  que de manera ya un poco más reposada invita a gozar la vida, sin una desubicada explosión de bombos en procura del baile forzado. Supernatural love es tierna seducción antes que desparpajo. Esas fueron otras épocas, ahora viene la feliz madurez.

A partir de ahi, es tiempo de hablar de Elkin Robinson y su banda, encargados de abrir el concierto. Robinson, procedente de la isla caribeña de Providencia, es un tipo que de entrada cae bien, que uno lo ve subirse al escenario y se nota a leguas que traerá buenas canciones, que nos hará pasar un buen rato. Sus temas combinan zouk, reggae, calipso y mento y cada nota tiene un corazón que se llena de una alegría natural, una sonrisa que no está contaminada de marketing, porque es creíble, es atrapante. Su nuevo trabajo ha sido hecho bajo la producción de Blair y se nota que se han entendido muy bien en la labor. Su participación en el concierto fue más allá de la de un simple telonero: Su show, con su identidad propia, logró integrarse en la presentación de Sidestepper, amalgamándose en los instantes necesarios. Por ello, a quienes vean las fotos de nuestra colaboradora Simona Malaika, no les podrá extrañar ver los momentos en que la fusión de proyectos se ve en completa armonía.

En fín, un concierto notable donde se juntaron el buen presente de Sidestepper y el más que interesante futuro de Elkin Robinson. Parece que hay buena música para rato…

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