Por José Gandour @gandour

Comencemos con una postal textual obtenida a través de Wikipedia: «Montaña Suiza es una montaña rusa de acero de tipo scenic railway ubicada en el Parque de Atracciones Monte Igueldo, en San Sebastián, España. Fue diseñada por el ingeniero alemán Erich Heidrich y se abrió en 1928.​ Es la montaña rusa de acero más antigua del mundo aún en funcionamiento«. Ahora les pido un poco de paciencia por tan extraña introducción. Ya entenderán.

Presentemos entonces a nuestro invitado de hoy. Ya hemos hablado hace unos meses con él. Se llama  Julen Giménez Sarasqueta y, si lo recuerdan bien, es un vasco, nacido a pocos kilómetros del sitio turístico antes descrito, que, por cosas del amor, terminó viviendo en Buenos Aires. Lo conocimos el año pasado a partir de la presentación de su ep La pesca de hoy, un compilado de 4 canciones que nos sorprendió por su honesta y contundente ternura, un trabajo de textos preciosos y una sencillez estructural que cautivaba de inmediato. Bueno, ha pasado un año, una temporada que a todos nos ha parecido una década, y Julen estrena su álbum llamado, cómo no, Otra vuelta en la Montaña Suiza. Este disco de 9 tonadas, es material variado, que tira para muchos lados. Es el resumen musical de lo vivido durante todo este tiempo. Hay requiebro, cariño, pero también se refleja rabia, incertidumbre, ganas de desahogo y, por qué no, cierto aroma fiestero, al menos para sacar una sonrisa de alivio. Es una producción muy personal. Se oye como si estuviéramos leyendo el diario de alguien a quien quieres conocer y, a punta de brillantes composiciones, te va metiendo en su mundo y de un segundo a otro te hace pensar que mucho de lo que narra también habla de tu vida, de todo lo vivido en estos días. Un detalle importante, para entender mejor a este artista independiente: Si le preguntas a cuánta gente quiere llegar con su voz, él seguramente te dirá que con que su esposa y a su hija lo escuchen basta, pero la verdad (y lo digo a nivel personal) creo que si lo oyeran muchos miles más, ya sea en su natal San Sebastián, en el mismo Buenos Aires, o en cualquier rincón que se imagines, nos iría mucho mejor en este sufrido planeta.

Por todo esto, lo volvimos a contactar y este ha sido el resultado de nuestra conversación:

Así que la Montaña Suiza es una montaña rusa hecha por un alemán en pleno país vasco…
Pues sí… Yo siempre pensé que se le llamaba «Suiza» porque a (Francisco) Franco no le hacía ninguna gracia nada que huela a ruso. ¡Pero resulta que es anterior! Antes de sacar el disco me quise asegurar, para no meter la pata. Pero no sabría decirte la razón por la que le pusieron «Suiza» y no «Rusa». Porque de neutral no tiene nada. ¡Es bastante extrema!

Y,  ¿por qué la usas de referencia para el título de tu álbum?
Es un trencito de madera con una especie de gato azul y rojo en la punta que avanza por unas vías medio oxidadas. Aunque las subidas y bajadas no son muy pronunciadas, está situada en la cima del monte Igueldo y bordea un desfiladero de casi 200 metros de caída al mar. La sensación de vértigo no viene del juego en sí, sino de todo lo que lo rodea y está latente. Me parecía una sensación bastante similar a la que atravesaba mientras grababa el disco. A nivel personal y general, con este año de pandemia que nos está tocando vivir, en el que no sabemos qué es lo que va a suceder. Siempre mirando al barranco desde una calma bastante artificial.

Tu nuevo disco ha resultado bastante variado. Tienes momentos cercanos a la balada, otros más bien cáusticos y otros más o menos experimentales, metiéndote con géneros con los que antes no te habíamos relacionado. ¿Cómo se construyo este álbum?
Empecé con algunas ideas a medio desarrollador que habían quedado afuera después de La Pesca de hoy, mi EP anterior. Fui desarrollando algunas ideas y abandonando otras. Pero el proceso de composición, y concretar las canciones, arrancó a partir del mes de enero. En ese momento la mamá de mi mujer se enfermó y empezó una etapa muy angustiosa para nosotros, y  empecé a sentarme a grabar con el sinte o con la guitarra los sentimientos que me agarraban y quería filtrar, para que no quedaran enquistados dentro de mí. Así fueron surgiendo las canciones tratando de hacer una foto, un retrato de esas sensaciones.

Montaste tu espacio de grabación en tu casa. ¿Cómo fue el proceso técnico?
Mudé la computadora al vestidor de mi mujer. Es la parte más aislada de la casa y suena bien entre bolsos, zapatos y percheros. Puse el micro en un lugar donde me quedaba cómodo para cantar, la consola para grabar bajos, guitarra y sinte y ya.

Sé que tu mujer y tu hija participan con sus voces en algunas de las canciones, pero, vaya paciencia que tuvieron contigo haciendo música como ermitaño en su propia casa.
¡Ya lo creo! De hecho, la que sugirió mudarme al vestidor para estar más tranquilo fue Gabi, mi mujer. Así que bautizamos al estudio Gabi Road!

Cuéntame cómo trabajaste con tu productor.
Trabajar con Carlos Abriola es un lujazo total. Ya habíamos trabajado de manera remota con el EP anterior, porque él vive en el campo, a más de 100kms de Capital. Yo compuse las canciones y grabé los demos aquí, con una batería provisional. Una vez que tuve varios temas listos, se los envíe a Carlos. En ese momento es cuando comenzó la grabación del disco propiamente dicha. Él estuvo construyendo un estudio increíble y tengo la fortuna que de que Otra Vuelta… es el primer disco que sale de allí. Por si fuera poco todo esto, en mi opinión, Carlos es el mejor baterista de Rock/Pop de la Argentina… y si no, le pega en el palo. Así que cuando le llegan los demos, él arranca grabando las baterías definitivas. Yo tomo esa pista y regrabo las guitarras, bajos, sintes desde mi casa. A veces queda alguno de los arreglos originales, pero en general las canciones dan muchas vueltas hasta que llegamos a su forma definitiva. En este disco Carlos también grabó bastantes sintetizadores y Theremyn,  y reamplificó las guitarras y bajos que yo grabé por línea aquí.

¿Qué opinan tu esposa y tu hija del resultado de tu disco?
Por suerte les gusta mucho a ambas. Ellas también son parte porque están aquí durante todo el proceso y les consulto mucho a las dos.

 

¿Qué me puedes decir de la tapa?
El dibujo y diseño gráfico son del artista mendocino Gonzalo Martín . Siento que representa muy bien esa idea de fragilidad ante el precipicio. Ese momento de calma sentado en ese trencito justo antes de que el camino empiece a serpentear. El tratamiento del papel añejado y los colores representan muy bien el espíritu del disco.

Para terminar, si alguien te pidiera una descripción resumida del sonido de este disco, ¿qué le dirías?
Que cierre los ojos y se imagine sentado en un trencito de madera que avanza sobre unas vías oxidadas a 200 metros de caída al mar con el viento y el salitre rozándole la cara. A eso suena.


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