Por José Gandour @gandour

Foto @alvarado_foto

Parece que llegaron los tiempos de las superbandas al rock bogotano. En el espíritu de experimentación que vive la curiosa y a veces muy confusa escena musical de la capital colombiana, se comienzan a ver interesantes muestras de unión entre artistas de distintas y consagradas agrupaciones que deciden juntarse para romper su rutina e inventar sonidos frescos, con la confianza que les da la experiencia adquirida. El último ejemplo de ello es No soy un Robot, una agrupación conformada por Andrés Cardona (Seis Peatones), Pedro Rovetto (Superlitio), Santi Pineda (Revolver Plateado/Telebit) y Ale Giuliani (Jorge Drexler/ Monsieur Periné). Este cuarteto se ha ido presentando de manera muy discreta en distintos festivales de la ciudad, casi que operando como si hubiera que actuar inicialmente en secreto, para luego reventar con toda la fuerza del caso. Recién acaban de lanzar un álbum llamado NS1R, un trabajo que, si uno lo escucha repetidamente, puede tener la impresión de simular una pericia que, imaginamos, resultaria de ver a Black Sabbath de vacaciones por estas tierras latinas tomando ácidos nativos. Lo que se escucha a lo largo de 25 minutos y 8 canciones es una pesadez sonora llena de intenciones psicodélicas, adaptando a su manera el viejo concepto de stoner rock, donde en cada grabación se respira, sin caer en tropicalismos innecesarios, ese viento continental que lo relaciona con nuestras fronteras. No soy un Robot es claramente latino sin necesidad de acudir a costumbres sónicas ancestrales. Hay algo en la atmósfera (quizás las hierbas locales que pueden haber ambientado la construcción de las composiciones) que lo distingue de otros proyectos rockeros del entorno que lo hace sonar propio, distinto, y eso se agradece.

A propósito de la presentación de NS1R en plataformas digitales, hemos aprovechado la oportunidad de conversar con  Cardona (voz/guitarra) para saber más al respecto:

¿De dónde sale la necesidad de crear No soy un robot?

Sale de la necesidad de poder hacer desde cero, y con cierta experiencia en la industria, una nueva forma de comunicar lo que nosotros hacemos y a lo que nos dedicamos, la música. Tratar de darle un sentido a la visión que teníamos cada uno por separado, en un espacio en donde primaba capturar la espontaneidad y la energía de la banda. Dejarse cautivar por esa magia y empezar a echar globos sobre letras, conceptos y volvernos además, más amigos en el proceso. Es en esencia lo atractivo de esta banda, que despierta en nosotros esa felicidad ingenua de empezar una banda y no va a saber lo que va a pasar, pero estar seguro de tener algo muy bueno entre manos.

¿Cómo describiría el sonido de su banda?

Un molotov de ají

Un sonido bastante más pesado que el que se observa en los anteriores proyectos de cada uno de ustedes, ¿no?

Sí, somos muy fans de artistas similares y lo que salió fue algo explosivo, pesado, sabroso y con mucho feeling. Un sancocho del resto de nuestras carreras, claramente.

¿Hay la necesidad de reivindicar el Rock en estos tiempos?

No se si reivindicar al rock, como si tuviera algún trono dorado que reclamar. De donde venimos, el rock es sucio y honesto y no le importa llegar a la fiesta y parchar en la barra mientras la gente baila. Acá movemos la cabeza tan duro como bailamos y a veces hacemos las dos al mismo tiempo. Lo nuestro es tocar en vivo y así grabamos el disco, plug and play y nos fuimos. Así queremos presentar a esta banda, algo real. No es una banda de community manager. 

Entre los detalles de la grabación, veo que hicieron todo en bloque, ¿eso les ayudó a marcar la diferencia deseada?

Totalmente. Tocar en un contexto real te obliga a estar en el presente y entregar lo necesario, a reaccionar en conjunto en vez de tratar de brillar como individuo y te obliga a resolver inconvenientes en un lenguaje musical y enfocado. Hace toda la diferencia del mundo, y yo, personalmente quiero volver a grabar así, cada vez que sea posible.

¿Cómo se siente con ese título de «Super banda» que le aplican a No soy un robot? ¿No es una carga pesada?

De cierta forma es un cumplido y le hace justicia al resto de las bandas. En ese sentido lo tomamos con gratitud, pero claro, sin comernos todas las flores. También sabemos que es una forma de explicar y mercadear el asunto, algo así como el empaque. Es decir, si fuese un trio sería el «power trio» o si tuvieramos pinta de modelos e hicieramos reggaeton sería una boy band. La verdad es que el gran valor es que es una banda de verdad y ese mensaje, aunque pasa por alto en papel es definitivamente lo que hace de esto una banda y no un side project. Es una banda de verdad.

¿Cómo ve el actual panorama rockero colombiano?

Muy bueno, creo que se vienen cosas importantes y han salido varios proyectos que vale la pena seguirles el paso: Arañas de Marte, Boca de serpiente, Goulash, La Sociedad de la Sombrilla, Piel Camaleón, Brina Quoya, La Vent, Tequendama

Por último, ¿qué espera que pase con este primer disco de su banda? ¿Cuáles son las expectativas?

Soñamos con girar mostrandole a Latinoamerica este rock and roll que nos hizo hacer.

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