programadorbannerSrOstia-opcionalPor José Gandour @gandour Foto Oscar Perfer.

A pocos días de la celebración de la vigesima segunda edición de Rock al Parque, hemos tenido la oportunidad de entrevistar a Chucky García, destacado periodista musical y promotor cultural, quien, desde 2014, es el responsable de la programación del evento. Con él hemos conversado sobre las particulares características de este nuevo capítulo del festival, pasando por aspectos de la curaduría, el color sonoro de los conciertos, los presupuestos y otros asuntos.

¿Cómo describiría Rock al Parque 2016?
Continuidad a lo que se viene haciendo desde 2014, inclusión de los públicos más representativos del festival y de los nuevos más cercanos; y una programación que busca que estos públicos circulen durante los tres días del evento. De nuevo, buscamos que prevaleciera el todo -el festival como conjunto-.

Qué importancia le puede atribuir usted a Rock al Parque en el marco cultural de Bogotá y de América Latina en general?
La semana pasada, a propósito del anuncio del cartel del festival Lollapalooza Colombia, leí muchas intervenciones de personas del medio y del común que expresaban que había que apoyar a este y a todos los demás festivales como un gesto de apoyo a la cultura. Y me quedé pensando justamente en esa línea tan delgada que hay entre los festivales como una oferta de entretenimiento o como una expresión cultural. O si son una mezcla de los dos, y si en una cosa excusa a la otra: es decir, en que si la gente no quiere ir porque no le gustan las bandas entonces están desobedeciendo a la cultura o al «llamado cultural». Respecto a Rock al Parque, es un evento metropolitano de mucho impacto que busca a través de una oferta musical que la gente se apropie de un espacio y vea a las bandas que tocan. Desde mi punto de vista es tan sencillo como eso. En cuanto a América Latina, pues el festival invita a bandas de otros países de la región. Y ya. Eso es todo.

¿Qué cree que pasaría si Rock al Parque, de un momento a otro, se acabara?

Es una muy buena pregunta. Es posible que llevemos muchos años dando vueltas en círculos alrededor de una misma discusión o debate. A veces creo que muchos de los detractores del festival, de hecho, son como perritos de esos que antes de acostarse le dan cien vueltas al lugar donde duermen y de un momento a otro sencillamente se acuestan y ya. Y un año después, cuando el festival anuncia su cartel, vuelven y se levantan y le dan otras cien vueltas. Y en conclusión siguen en el mismo. Lo digo con cariño y respeto, y me incluyo, porque yo también le he dado cientos de vueltas al mismo tema, con la diferencia de que desde hace dos años que soy el programador del festival pues tengo la ventaja de conocer de primera mano los procesos internos y las razones por las cuales suceden muchas cosas en la formación del cartel, por ejemplo. En conclusión y para no desviarme más, sería como quitar lo que genera la fuerza gravitacional de un universo o de una escena musical en este caso. Y de un debate de 22 años y contando.

Hablemos de esta edición en particular, ¿no la siente demasiado metalera? Es decir, es la primera vez en 22 ocasiones que los artistas que cierran escenario plaza los tres días son leyendas del género.

No, no la siento metalera. Y no la siento metalera porque también es la primera vez que se va a presentar una banda de las características de Banda Conmoción, o es la primera vez que estará Puerto Candelaria, o es la primera vez que en la jornada de cierre habrá punk en el escenarios principal, o porque es la primera vez que habrá un escenario para artistas femeninas de música alternativa.

Pero de alguna manera da la sensación que, como una de las metas es convocar la mayor cantidad de gente posible, la confianza de la organización está en apoyarse preferencialmente en artistas metaleros. ¿No le parece?

La meta no es convocar a la mayor gente posible. Y la confianza de la organización está puesta en todos los artistas del festival. No solo los de metal. Cuando se dice «convocar a la mayor gente posible» es limitar todo un trabajo de curaduría que se hace a una sola razón. Y no es así.

Hemos visto la sustancial reducción de bandas y artistas que participarán en el festival a través de la convocatoria distrital. Este año apenas 19 agrupaciones clasificaron. ¿No siente que eso afecta un poco el concepto que siempre ha manejado el evento?

Como programador y asesor artístico directamente no tengo que ver con la Convocatoria distrital. No obstante, si soy testigo de las audiciones que se llevan a cabo a puerta cerrada ante el jurado que designa la organización del festival, y sé que si el jurado considera que en vez de 19 bandas -por ejemplo- deben pasar 25 porque definitivamente hay mucho de dónde escoger; pues sencillamente entonces pasan 25 y no 19. Ahora bien: este año son 61 bandas en total, de las cuales 27 son distritales (4 invitadas, 4 de la alianza entre Idartes y la mesa de metal y 19 de convocatoria). Estamos hablando entonces de que las bandas distritales son casi el 50% del cartel.

Bueno, igual se nota en general que el cartel se ha reducido bastante. y se nota que tuvo mucho menos presupuesto que en años anteriores. ¿A qué tipo de malabares ha tenido que recurrir para lograr el listado de artistas de este año?

Trabajamos con un presupuesto menor al de los dos años anteriores, pero a la vez si uno revisa el historial de presupuestos del festival -o los presupuestos de las ediciones anteriores a 2014- es un presupuesto destacado. Pero sí, hubo una reducción. Más que malabares, tuvimos que hacer un ejercicio muy matemático y juicioso en cuanto a cuánto dinero teníamos para cada componente del cartel, para cada día y para cada escenario; lo cual en todo caso resultó siendo bueno porque sin duda terminamos haciendo un festival muy parejo en cuanto a contratación. No hay una diferencia abismal respecto a cuánto se le paga a una banda internacional o a una nacional, por ejemplo. Yo entiendo perfectamente que destacar cosas positivas dentro de algo que la gente ve como negativo no es fácil, pero cuando uno trabaja en un contexto económicamente no holgado aprende a sacarle provecho a las cosas.

Si en general se ha reducido el presupuesto del festival (así como la de otras actividades culturales hechas por Idartes), ¿Por qué no pensar en desarrollar más ampliamente los intercambios artísticos con otras instituciones en el continente? Podrían complementar en algo lo logrado con la parte económica, ¿no?

No es tan fácil. A primera vista puede ser un trabajo que traiga cosas positivas, como usted bien las menciona, en lo económico, por ejemplo; pero cuando usted tiene un cupo limitado para artistas internacionales (ya sea anglo o latino) tiene las fichas contadas y debe jugárselas como debe ser (o como mejor le parezca). Si solo tiene 6 balas en el tambor de su revólver, tiene que tratar de que cada disparo de en el blanco. En el caso de los intercambios, y siguiendo el anterior símil, le pongo este ejemplo: Haga de cuenta que usted tiene que programar el escenario Plaza del día lunes, que es el día de cierre y el día que posiblemente más convoca gente. Entonces, si usted tiene frente a usted un escenario al que posiblemente lleguen más de 80 mil espectadores y usted tiene qué escoger entre llenar el tambor del revólver con 6 bandas de intercambio o 6 bandas que sean mucho más conocidas y tengan mucha más trayectoria; ¿qué haría? Sin duda uno se iría por lo segundo. Y no necesariamente porque su meta sea llenar el parque. Uno como programador, se lo pidan o no se lo pidan los organizadores, va a querer siempre que el parque se llene.

Pero las agrupaciones de intercambio no se darían para sustituir, sino para complementar…

De acuerdo. Podrían ser un muy buen complemento. Pero entonces ahí la pregunta habría que postulársela a la gente que asiste al festival, y no al programador: ¿Quieren ver bandas de intercambio, bandas emergentes, bandas que tienen unos formatos y unos sonidos súper interesantes? ¿O quieren ver a las bandas que los han acompañado durante la mayor parte de sus vidas? ¿Quieren arriesgar? ¿Están dispuestos a salir de su zona de confort para aventurarse a conocer cosas nuevas que quizás les pueden cambiar la vida también? Tras 22 años de vida, ¿está el festival Rock al Parque dispuesto a cambiarse de ropa de la cabeza a los pies? Porque lo de complementar podría volverse un agua tibia también, ¿qué tal un cambio extremo? Es una pregunta que todos tendríamos que respondernos antes de hacérsela al festival mismo, independientemente de quién sea su curador o la administración a la que le corresponda realizarlo.

Pero entonces lo que usted dice es que el festival, en su actual postura, prefiere ser conservador e ir por lo seguro…

Lo que digo es que el festival en todo caso no es el programador. El festival es la gente misma. Es la comunidad que lo rodea y que asiste. Y el trabajo del programador de todos modos es hacer una lectura de eso, observar y entender la naturaleza de un festival que no es privado y que tiene unas características muy conservadoras desde hace muchos años. No de ahora. «Ir por lo seguro» sería como decir que no existe ningún esfuerzo por arriesgar, salirse del Excel, romper líneas, volverlas a construir, probar con una cosa y la otra; traer bandas que nadie más se atrevería a traer. Y no es así: en estas tres ediciones, por lo menos, lo hemos hecho, y de ahí para atrás, también. Y no solo una vez sino muchas veces. Los ejemplos sobran. Para mi, de hecho, el trabajo de programación y curaduría es más de observar que de imponer. Más de ser horizontal que vertical.

Por último: A usted, ya no como programador, si no como espectador, ¿cuáles son los artistas que más le entusiasman de Rock al Parque 2016?

Easy Easy, Deafheaven, Baroness, Banda Conmoción, Decapitated, The Black Dahlia Murder, Sepultura y el componente femenino que tendrá el festival este año. Ah, y Las Manos de Filippi. Creo que es una banda muy política y siempre he sido admirador de lo que hacen.

[metaslider id=813]

Compartir
HTML Snippets Powered By : XYZScripts.com