carolinaPor Rodrigo Ricardo @hhdrums

Antes de empezar a escribir sobre el fondo de este artículo, es necesario mencionarle al lector que mis influencias musicales han sido bastante diversas: Me crié entre San Nepomuceno (pueblo del norte de Bolívar donde inicia la región conocida como los Montes de María) y Cartagena de Indias. Por ello, tuve la grandiosa oportunidad de tener contacto con diversas manifestaciones musicales, cambiantes en el recorrer de unos pocos kilómetros. Así, el vallenato, el bolero, el son cubano, el porro, el bullerengue y géneros africanos como el soukus, el funaná, el mbaqanga (los cuales originaron la champeta criolla) tuvieron todos cabida en la formación de mi oído musical (a pesar de haber terminado siendo rockero… ¡Gran paradoja!).

Habiendo expresado lo anterior, me causó muchísima alegría haberme encontrado con una banda llamada Carolina Oliveros y la Nación, fundada en el año 2015 por una barranquillera radicada en Nueva York, la cual nos presenta su disco Monte, el cual es tan divertido y sabroso de escuchar como complicado de encasillar.

Es muy frecuente, en la actualidad, encontrarse con fusiones afrolatinas en la música, sobre todo en Colombia, donde hay agrupaciones como Colectro, Tribu Baharú y Bazurto All Stars que están “dando palo” en la escena nacional y abriéndose camino en la internacional. Lo que no es común es encontrarse con una banda como la arriba mencionada, pues llevan este tipo de aires musicales a dimensiones impensadas por muchos melómanos y que nos obligan a expandir nuestras mentes para disfrutar de lo que están produciendo.

El disco que nos ocupa, producido de manera independiente, contiene una amalgama de géneros como el bullerengue, la cumbia, el tamborito panameño, el funaná caboverdiano, el jazz y el soul (aunque, si uno presta bastante atención puede percibir visos del porro sabanero o del merecumbé atlanticense). La potente voz de la líder de esta banda se ve marcadamente influenciada por cantadoras como las Martínez (Irene y Petrona) y Totó la Momposina, dando un fuerte sentido bullerenguero a la cuestión, cantando en lenguaje costumbrista letanías de melodías hermosas. Fuertes juegos de vientos, ritmos vernáculos, guitarras sofisticadas y un teclado que nos remonta a la psicodelia de los 60’s hacen parte de la riqueza, casi religiosa, de este gran trabajo, con el cual Carolina Oliveros y la Nación han pegado un home run con bases llenas para posicionarse dentro de las grandes ligas.

Queda en el aire, después de escuchar Monte, una sensación de exquisitez. Queda la satisfacción de que hay músicos de nuestra tierra capaces de salirse de los esquemas y de los ciclos comerciales para realizar música osada y de gran gusto. Espero que, con el conocimiento de este grupo, se amplíe el horizonte para muchos de nuestros artistas y que, nosotros los melómanos, tornemos los ojos hacia adentro.

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