billordo

Por José Gandour @gandour

A todo aspirante a rock star lo han engañado diciéndole que la meta final es tocar en estadios, con la euforia de los aficionados acariciándole el ego y los oídos. Que el éxito se mide en el número de groupies que lo esperan en el camerino, en la cantidad de asistentes a su disposición 24 horas para satisfacer todos sus deseos,  y en tener la complacencia de los medios, donde cada comentario que salga de sus programas prime time será un empalagoso halago que celebre cualquier acto hecho desde su supremacía. Todo eso es mentira, y más en tiempos donde cualquiera tiene un disco en la red y unos cuantos fans incondicionales e histéricos en facebook.

Sólo hay un Jagger, una Madonna, un Robert Plant y una Barbra Streisand. Unos cuantos privilegiados que todavía tienen esa etiqueta de estrellas y por las que el mundo para y grita. Los demás músicos se levantan cada mañana y lidian con esa difícil ecuación matemática que combina sus aspiraciones artísticas con el pago del arriendo. Algunos salen a decir que son indies, pero realmente lo que pasa con ellos es que no lograron que alguien ponga plata en sus proyectos. Por eso, al poco tiempo se aburren y abandonan su carrera artística, diciendo que el planeta no entendió sus canciones, porque todo es cuestión de relaciones públicas y de felaciones a las personas indicadas. Todo ese discurso hace parte del engaño del que venimos hablando.

Billordo, artista argentino, independiente antes de que la palabra se pusiera de moda, hace tiempos que no cree en ese engaño. En sus propias redes sociales él dice «26 giras, 17 videos, 8 discos, 2 manos, 1 corazón«, una serie de datos que deberían cerrarse diciendo algo cierto: Todo eso hecho de manera autogestionada. Y, ¿saben? Él vive de esto.

Él ahora hace folk y sale con su guitarra acústica a tocar solo, porque se dió cuenta (es un ejemplo particular, no es necesario imitarlo), que su etapa de banda terminó. Era seguir con la complejidad que requiere sostener un grupo, o viajar solo y lograr sobrevivir. Así, en este momento y desde hace varios años, logra por todo su país decenas de presentaciones, muchas más que la gran mayoría de las bandas del continente. Lo suyo no es una experiencia muy diferente a la ejecutada por el norteamericano Woody Guthrie, que recorrió todo Estados Unidos durante los comienzos del siglo veinte. Es tomar el instrumento, subirse al bus o al tren y llegar a tiempo para la siguiente presentación. Esa es la verdadera independencia.

Billordo, quien es su propio representante, asesor de imagen, roadie, y community manager,  acaba de lanzar un nuevo álbum, irónicamente llamado Nunca tuve un hit folk (Pt 1). En él recupera antiguos temas registrados en otros discos que contenían toda la parafernalia rockera, ahora resumida a formato acústico y solitario. Todas las canciones, de letras divertidas y giros compositivos interesantes, fueron en esta ocasión grabadas en una sola toma y, para fortuna de unos, y para desgracia de otros más quisquillosos, a su voz no se aplica el autotune. Lo suyo, para bien y para mal, es honestidad brutal.

 

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