Por José Gandour @gandour

Foto Valeria Sain

Muchos desprecian con increíble facilidad el arte de remezclar las canciones. Esos celos que algunos aficionados y periodistas tienen hacia los artistas relacionados con la música electrónica cuando intervienen y reversionan los temas de otros residen en sí en una base demasiado prevenida y prejuiciosa, sin entender que es una práctica que puede resultar alentadora y hasta divertida.

Alguna vez leí a un cronista local que decía que la intervención de este tipo de «reinterpretadores» era funestamente parecida a lo que el doctor Frankenstein buscaba lograr con su particular monstruo. El mismo columnista, que aún sigue escribiendo en un medio muy conocido en Colombia, de por sí desdeñaba las grabaciones en formato digital, porque sentía que había trampa en el proceso, deseando retornar al sistema análogo, ya que en él no había posible maquinación en la corrección y terminaba dando un resultado más honesto, digno de ser escuchado por el público sin prevención. Menos mal no hubo mucha gente que le hiciera caso a este personaje. Lo digital no sólo da pie a que el músico que construye material original pueda corregir y perfeccionar más fácilmente su labor sino que, a su vez, una vez publicada su grabación, pueda ésta estar a disposición de otros para su reelaboración, buscando nuevas sonoridades y órdenes. Como en toda prueba artística, en muchos casos el ejercicio fallará y en otros traerá nuevas alegrías.  Asi es la vida, ¿no?

El proyecto colombiano Brina Quoya, liderado por Ana González, ha puesto a disposición de djs y productores latinoamericanos sus dos primeros sencillos, Lo que ves no soy yo y Quédate, para que estos sean remixados y puestos a disposición del público en las principales plataformas digitales. El resultado ha sido radiante, ya que se ha conseguido una variedad de frutos sonoros inteligentes y sorpresivos que traen su propia riqueza auditiva. En este laboratorio han participado Humberto Polar (peruano residente en México, dueño y líder del sello Pantamuzik), Ana Magdalena Camargo (Magdalena Solo Project, dj y productora residente en Medellín, en constante gira por Europa y América Latina), Camilo Daza (Muxe, artista de la escena electrónica bogotana), José Gallo (peruano, líder del proyecto Theremyn 4, con un historial reconocido de más de una década en los escenarios del continente) y Diego Maldonado (a.k.a. Romboi, bogotano, anteriormente conocido por sus labores en Dejuepuchas). Las remezclas, muy diferentes entre si, navegan entre el respeto aferrado a lo presentado en los temas iniciales, con elementos adicionales que condimentan de forma particular las reversiones, hasta la reestructuración, a manera de rompecabezas de infinitas soluciones, de los elementos básicos y su arriesgada deconstrucción.

En fin, lo hecho por Brina Quoya con estos artistas es un ejercicio recomendable, digno de ser imitado por otros grupos musicales contemporáneos en América Latina que pretendan lograr audiencia entre otros públicos, con la ayuda de mentes musicales intrépidas y aventureras, con el ánimo suficientemente considerado como para no creer siempre en los órdenes establecidos.

 


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