Por José Gandour @gandour Fotos archivo La Dame Blanche

Hay discos que salen a tiempo para permitirnos no sólo hablar de su música sino que nos ayudan a seguir contextualizando teorías que navegan en nuestra mente. Aquí va, a partir de la publicación de Ella, el nuevo álbum de la artista cubana La Dame Blanche, una de esos hipótesis que he tenido en mi cabeza durante el último tiempo y que este año, en muchos aspectos maldito, pero en otros curiosamente esperanzador, he podido poco a poco ir despejando: Por suerte la música, y en general, lo más interesante que pasa en este mundo, ha tomado cada día un color más femenino. El presente, pero especialmente el futuro, con todas las piedras sueltas en el camino, y la resistencia nostálgica masculina, les compete, por fin, a ellas. 

No estoy tratando de congraciarme con nadie, pero si, al menos en América Latina, cada vez es más evidente que la vanguardia, en un buen porcentaje, les pertenece a las mujeres. Ellas no pueden hacer lo mismo que hacen los hombres, porque inmediatamente las califican de aburridas, copiadoras, simplonas en su falta de originalidad. Además, siempre las acusarán de algo, para disminuirlas. Si son fuertes de carácter, son unas perras malditas, potras, amargadas, zorras. Si acuden a la ternura, son débiles, inconsistentes, vulnerables, demasiado frágiles para hacer cualquier cosa. Han estado tan obligadas este tiempo a demostrar tantas cosas para salir adelante que las circunstancias las ha llevado a ponerse adelante y reinventar todo. Y ahí es donde nos encontramos con Yaite Ramos, más conocida en el ambiente artístico como La Dame Blanche, hija de Jesús «Aguaje» Ramos, director musical de la Orquesta Buena Vista Social Club. Miren lo que cuenta:

 «Siempre quise impresionar a mi padre… todo el mundo me conocía como SU hija y esa es una de las razones por las cuales se llama ELLA».

Ella, el cuarto álbum en la carrera de La Dame Blanche, quien reside actualmente en París, es una revisión constante del hip hop y su relación con los sonidos originarios del Caribe y otras texturas sonoras, donde, de canción en canción, se reconfigura el concepto inicial y se vuelve a concebir. Si en algún momento revisa el old school hip hoppero (La Americana), en otros, abandona los elementos electrónicos y acude al uso de la guitarra flamenca, y todo se convierte en un bolero contemporáneo (La Incondicional). Luego avanza y replantea todo lo hecho con el reggetón, y le da la vuelta para evitar la monotonía que casi siempre cubre a dicho género y le imprime más altura al resultado (La Mentalista). Y en medio de toda emoción de fiesta tropical, de repente, surge un momento de golpeteo que parece salido de protesta callejera, que casi se vuelve en el himno que necesitábamos para redondear la obra (La Chamaca). En fin, aquí van diez tonadas hechas como diez mujeres, cada una respondiendo a una identidad femenina, sirviendo, como la misma Yaite dice, como homenaje a su madre y a todas las mujeres que forman parte de su vida. Ella es un gran disco, porque respira novedad, demuestra valentía en su construcción y poderío en su desarrollo. 

Seguimos confirmando que si hablamos de revoluciones necesarias y evidentes en este duro tiempo que vivimos, la femenina sigue al frente dando fe de su buen rumbo. 

 


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