Por José Gandour @gandour Fotos archivo Francisca Valenzuela

Antes la línea entre lo que llamábamos «alternativo» y lo que se consideraba «comercial» era una ancha avenida muy difícil de cruzar, y una vez traspasada, ya no se podía regresar. No sólo eran intereses muy diferentes sino que, además, las tribus formadas de un lado y del otro tenían ideologías y formas de proceder muy diferentes y, hasta podríamos decir, contrapuestas. ¿Enemigos en el negocio musical? Si, seguramente. Bueno, esa división se ha ido diluyendo, y aunque muchos ven a las empresas multinacionales sentadas lamiendo las patas del diablo (métanme en ese combo), sobre todo por su pasado lleno de corrupción y engaño, la música se ha dinamizado.

Hemos visto cómo las nuevas generaciones responsables del negocio a nivel mundial han entendido que el público es mucho más inteligente e interesante de lo que siempre sospecharon sus antecesores, y que lo que antes era «demasiado raro», «exótico», «extremadamente complicado para el consumidor», hoy tiene una audiencia masiva, en la cual hay que invertir, ya que está dispuesta a consumir lo que le ofrezcan mientras no se le irrespete ni se la tache de desinformada o ignorante. Claro, siempre estas compañías internacionales tendrán  en su catálogo figuritas repetitivas como títeres que interpretan obviedades como sopas en cubitos, pero en sus filas de empleados han ido entrando valientes que han ido convenciendo a sus directivas que el mundo es más amplio de lo que toda la vida han intuído y han ido soltándoles la mano para experimentar.  Por ello es que ahora vemos en las vidrieras de estos grandes monstruos ejemplos refrescantes como la chilena Francisca Valenzuela y, sinceramente, nos alegramos, más cuando vemos que la calidad de su material conserva la esencia que caracteriza a la artista, sin que en sus intenciones creativas se hayan cruzado las viejas reglas de los inversionistas de otras décadas.

Francisca Valenzuela lanza La Fortaleza, su primer álbum después de seis años, aunque en los últimos tiempos ha ido aprovechando la dinámica de las plataformas digitales para ir presentando distintos temas que han tenido una importante rotación entre los aficionados. Lo primero: Es un disco claramente pop. Si, POP, digámoslo así, sin miedo. Pero todo el material está hecho con toda la libertad y el buen gusto que podíamos esperar de esta brillante música,  que sabe hacer canciones que agradan de manera inmediata sin necesidad de herramientas manidas o fórmulas vulgares. Ojo, no vamos a decir que en este disco recorre  los caminos más osados ni los recovecos más vanguardistas del mercado, pero lo que hace la Valenzuela es sincero, seductor y denonado, y eso, ya de entrada, es para celebrar. Lo suyo es traer elementos de distintas tendencias actuales y juntarlas para darles su propio carácter. En diversas canciones reconocemos piezas procedentes del hip hop, del reggeton y otros géneros urbanos, al lado de moléculas del electropop y el indie rock, pero la licuadora que ha juntado todos estos ingredientes ha traído felices desenlaces. 

Los momentos destacables lo podemos notar en los diversos sencillos promocionales: Flotando es un tema tranquilo, evocador, envolvente. Tómame es divertido, animado, y (perdón Francisca) lo suficientemente atrevido para provocar imágenes fascinantes en la mente de aquellos que se han enamorado platónicamente de la cantante. Pero el mejor instante se escucha durante los cuatro minutos que dura Al final del mundo, una espléndida composición que hace homenaje a su país, sobresaliendo por la intensidad de su canto y la reluciente intervención en el piano de Claudio Parra, tecladista del grupo Los Jaivas desde su formación. Si el álbum, hasta ahí, es un feliz recorrido, llegar a esta tonada es la cumbre que se merece toda la producción.

En fin, aquí tenemos catorce cortes que se disfrutan una y otra vez, si se abordan sin prejuicios de etiquetas y más bien con el ánimo de disfrutar con el deseo de deleite ante buenas composiciones que, aunque no rompen mucho el molde en las mezclas sonoras tradicionales, convencen al oyente en su presentación final. Este, lo vamos a decir sin dudarlo, es un buen disco. 

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