Por José Gandour @gandour

Claro, cualquiera puede ponerse a sospechar que todo esto es una movida de alguna oficina de una multinacional, donde un ejecutivo trae la novedosa idea de mezclar música cubana con ritmos jamaiquinos, meter en una licuadora, porque sí, pedacitos de son y guaguancó con algo de reggae, dub y dancehall y sacar mágicamente un resultado que revienta por todo el mundo por la simple necesidad de la gente de bailar en todo el orbe. Siempre habrá el tonto que dirá que era una idea que a cualquiera se le hubiera ocurrido, pero, tal como lo comenta el productor australiano Mista Savona (también conocida como Jake Savona), nunca habia habido un álbum de larga duración que reuniera estas dos culturas, a pesar de la cercanía entre las islas. Tenía que venir alguien del otro lado del mundo, alguien tan poco caribeño en principío, para entender que dicha fusión, que ahora nos parece tan natural, era remotamente posible.

Savona inventa Havana meets Kingston y desarrolla durante tres años dos álbumes, uno que sale apenas ahora en noviembre y otro que será presentado en el transcurso de 2018, reuniendo a algunos de los músicos más influyentes de las Antillas en el estudio de grabación. Hay invitados tales como Barbarito Torres (Buena Vista Social Club), Félix Baloy (Afro-Cuban All Stars), Changuito (Los Van Van), La Armada (Puchoman & Krazyman) y muchos otros del sector cubano, al lado de  Sly & Robbie, Bongo Herman, Bopee, Leroy Sibbles (The Heptones), Glasford ‘Porti’ Manning & The Jewels y una buena cantidad adicional de talento jamaiquino.

El resultado, por el momento, a la vista del público, es un compilado inicial de 15 canciones, donde la mixtura lograda es elegancia pura, con una explosión de sabor contundente. Es, por ejemplo, disfrutar de la depurada ejecución guitarrística de Ernest Ranglin, octogenario maestro acompañante de leyendas como Jimmy Cliff, The Skatallites y Bob Marley, en un tema instrumental de delicada expresión, 410 San Miguel. Es Julito Padrón, uno de los mejores trompetistas del planeta, uniéndose de forma exquisita a la candencia dub de Carnival Horns, un tema perfecto para expresar la esencia libre de este álbum. O escuchar La Sitiera, un amorio de base reggae con una melodía desbordante tomada del bolero clásico, en la voz de Beatriz Márquez y el piano de Rolando Luna.  Este es un trabajo imperdible que requiere la inmediata atención de los amantes de la música sin prejuicio. Es, con todas las letras, un discazo.

Suena gracioso, pero tenía que llegar un australiano a inventarse un sonido tan revolucioanrio como este nuevo encuentro antillano que, a medida que tenga posibilidad de ser conocido en el orbe, puede consagrarse como uno de los mejores discos de estos tiempos. Mista Savona ha logrado la adecuada continuación de la secuela creada por Buena Vista Social Club, la que seguirá presentando la música caribeña de la manera que se merece.

 

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