Por José Gandour @gandour

Se los juro: He escuchado Basta de música, nuevo álbum del uruguayo Martín Buscaglia, al menos unas veinte veces, y cada vez me confunde más. Pero, ojo, no es una queja, al contrario. Lo que escucho en este recorrido de once tonadas que apenas por un par de minutos supera la media hora, es extremadamente variado y sorprendente, yendo del rock a la samba, al techno pop más básico, al folk, al candombé, a la balada más inocente y, de repente, a segundos de rabia extrema, que luego se dejan dominar por el sosiego más profundo. Y qué decir de los textos, que por momentos parecen haber sido hechas en la puerta de un refrigerador, con los imanes de miles de palabras que se sostienen sobre el aluminio del electrodoméstico. Hay momentos de canto, otros de locución, y se habla de amar, comer, reir, llorar, coger: de percusionistas perdidos en Italia, mares llenos de barcos y corazones cruzando el Rubicón. Insisto, al contrario de lo que puede parecer, aquí no hay querella ni molestia. Lo que se siente, frente ante tanto desenfreno sonoro, es genuina admiración. Es toda una aventura pasar de Chuza, el tema más agitado y carnavalero del compilado, donde, de repente se exclaman frases como «Por qué será que soy un genio y nadie parece notarlo, quizás será que nunca hice nada para demostrarlo», a Sencillo, tema con aire un tanto irónico, secundado por un teclado con sonidos de viejo juego electrónico, donde el artista suelta sin anestesia  «Te podría devolver mi amor, pero es que ya no lo tengo».  En fin, Basta de música justifica por todos lados la expectativa que se tenía sobre esta producción en los medios especializados. Estamos frente a un disco impresionante en su guapura, en su originalidad y en el cariño que contiene y expresa. 

Tanta libertad creativa puede asustar al aficionado, y es comprensible. La audiencia muchas veces quiere ir a lo seguro, a un camino donde no se sienta incómodo, donde pisa sobre terreno conocido. Pero, se los digo con toda la calma del caso: Aquí tenemos una joya que no se pueden perder porque enfrenta (eso si, con ternura) al oyente y lo expone a un ejercicio de descubrimiento constante de nuevas posibilidades sonoras. Pero, atentos, nadie los está poniendo a soportar música experimental industrial underground de Polonia de los tiempos de la Cortina de hierro ni nada parecido: Esto es pop, pop de verdad, pero con ánimo juguetón. Aquí tenemos canciones que nos sacuden, nos emocionan, nos desorientan, pero nos traen consigo un premio cálido para el alma. Aquí se juega, pero, como decía Jorge Luis Borges, se hace seriamente, como lo hacen los niños.

Después de esas veinte y más veces de darle vueltas a esta producción, vale la pena afirmarlo con todas las letras: Gracias Buscaglia por tanta belleza auditiva, que viene precisa y a tiempo en días difíciles. 

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