Por José Gandour @gandour

Volvemos a ella. Volvemos a recibir material de estreno de Fran Straube y su proyecto Rubio, y aunque, en este caso, ya conocíamos buena parte de las canciones, oírlas en conjunto nos impresiona más. Se estrena Mango Negro, nuevo álbum, una obra discográfica que esperaba ser estrenada desde México, donde Straube espera residir pronto, pero por cuestiones de la pandemia, ha sido lanzada desde Chile, su país natal. 

Volvemos a Rubio, reseñado en múltiples ocasiones en Zonagirante.com y cada vez que nos encontramos con el debut de sus discos, se nos presenta la posibilidad  (y la obligación) de revisar con mayor detenimiento la evolución de la artista, tratando de intuir hacia dónde se dirigen sus intenciones y si sostenemos de igual o mayor manera nuestra profunda admiración por su labor.  Arranquemos por lo básico: Straube sigue teniendo la magia de su lado, continúa publicando canciones de exquisita elaboración, de melodías atrapantes y resultado redondo. Eso si, Mango Negro es más experimental, más minucioso, más maduro. Me explico: Pez, su anterior álbum, es arrollador, y nosotros lo definimos como un impecable trabajo de vanguardia. Mango Negro no es simplemente la continuación de lo publicado en 2018, es el reflejo del aprendizaje anterior más la suma de la confianza en la búsqueda más profunda de texturas, de matices, de riesgos, hallando más certidumbre en el uso de las reverberaciones, con el juego vocal, con la edición digital de los cantos.

Straube se acerca con libertad en sus grabaciones  a nuevas tendencias sonoras, algunas de ellas de notable brillo actual, pero lo hace a su modo, sin caer en las trampas de la moda. Ella es tremendamente inteligente en notar lo que pasa en la actualidad, pero se sienta en su laboratorio y hace propio lo que ve. Se acerca a percusiones y cuerdas de tierras lejanas, pero no cae en la turbia mezcla del elemento exótico, más bien lo integra de tal manera que lo que suena le pertenece por derecho propio. A medida que pasan los cincuenta y cinco minutos que dura todo el disco, sentimos cómo se enlazan repentinos violines árabes, y al segundo siguiente momentos similares al que hemos sentido reventar en las grabaciones de trap que rotan en las plataformas, y luego, se siente ese aire tan festivo y a la vez tan íntimo que trae el electropop contemporáneo. Así pasa durante todo el recorrido, siempre hay una sorpresa a la vuelta de la esquina. Straube tiene claro lo que está haciendo y por eso se permite examinar todo lo que tiene a su alcance. Quiere entender el mecanismo de los juguetes con los que cuenta y, una vez cumple con su aprendizaje, en su ejecución los somete a su manera. A partir de ahí, no repite lo que dice el manual.

Mango Negro es un trabajo precioso que, quizás, los más desprevenidos, los que no han escuchado algo similar, se tardarán un poco en entender. No es un disco fácil, no es un compilado de éxitos donde Straube repite la fórmula de sus tonadas reproducidas millones de veces en las plataformas digitales, y eso hace aún más grande esta producción. Esta es una valiosa suma de grabaciones que se notan aún más personales, que evitan la melosa complacencia a la audiencia que la sigue. Temas como Niño Iceberg, Ir, Compañera o (nuestra favorita) Sólo quiero que me salves tú, son hondos modelos que dan fe de arduas horas buscando perfeccionar cada detalle, cada segundo que pasa. Es Pop, si, lo puede disfrutar cualquiera que celebre la buena música en este planeta, pero, nos da la impresión que su audición complace más a quien se esfuerce, casi que a nivel detectivesco, a descubrir todos los elementos que arman este gran monumento a la revolución interior que sostiene esta chilena. Debemos decirlo: Mango Negro reafirma a Fran Straube como la mejor llama de avanzada de la música latinoamericana del momento.