Por José Gandour @gandour

Hace poco discutía con un amigo sobre el uso de la palabra «bonito». Él se molestó porque utilicé en nuestra conversación ese apelativo para calificar un disco que me mostró. Él pensó que yo estaba ridiculizando dicho trabajo, cuando, al contrario, estaba admirando la sobriedad con la cual fue logrado. Quizás se sorprendió porque le parecía poco adecuado que un hombre de 53 años acudiera a ese vocablo, poniendo en riesgo mi masculinidad o algo así.

Unos días después escucho Mew, segundo álbum de la argentina Tani Wolff y vuelvo a utilizar el calificativo: Mew es bonito. Lo adoro, a pesar de ser muy diferente a muchas de las producciones que han sonado en mi estéreo en estos meses. Quizás sea precisamente por eso. Se nota que fue gestado en solitario, sin temor a coquetear con la intimidad. Es un álbum de siete cortas canciones de textos sucintos que sabe justificar su afabilidad y su ternura (si, «ternura», otra palabra que toca documentar en estos tiempos en medio de tanta prevención innecesaria).

Si lo pensamos, lo que termina gustando del nuevo indie pop (perdón por el empleo de una etiqueta que puede resultar traicionera en su uso) es que, al contrario de la música publicada desde el mainstream, sabe comprender sus limitaciones técnicas y económicas y acude a fondo al afecto personal, elemento natural con el que nace y que lo hace interesante. Este es un disco que, aunque ojalá se haga muy popular entre la gente que le gusta la buena música de estos días, parece hecho para que lo escuche un círculo de personas muy cercano a la artista, aquellas que ella creería que la van a comprender sus simples preguntas, como la que plantea en Pop Song

(You are not the love of my life, but you are close / This wasn´t the best trip, but it was close /All this time we were making pop songs / Or love songs, popcorn songs /Was life just a big pop song?

Tú no eres el amor de mi vida, pero estás cerca/ Este no fue el mejor viaje, pero estuvo cerca/ Todo este tiempo estuvimos haciendo canciones pop/ o canciones de amor, canciones como palomitas de maíz/ ¿Era la vida una gran canción pop?)

Si, así, con un piano y otros pocos recursos instrumentales adicionales, Tani pone a disposición del público una grabación que transcurre como un soplo y que, una vez se ha escuchado se agradece porque su sencillez nos ha seducido irremediablemente. En fín, insisto, Mew es un disco bonito, en el mejor de los sentidos. Escùchelo (y si quiere, descárguelo, es gratis), apenas son 22 minutos en total. Quizás sea el mejor tiempo invertido de su día.

 

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