nawal1Por José Gandour @gandour

Arranco con un postura personal, que no compromete a nadie más en el equipo de Zonagirante.com: Buena parte de lo hecho en los últimos años en América Latina en materia de reggae me aburre profundamente, porque en la mayoría de los casos se queda en un intento fallido de sentirse en una playa de arena blanca en Jamaica,  cuando realmente la música se origina en espacios reducidos ubicados en calles congestionadas en ciudades distantes del mar. Si, hay quienes logran «conquistar ese espíritu», logran engañarnos, pero en un altísimo porcentaje no basta con sobredosis de cannabis ni con obtener las mejores rastas para hacernos sentir en Negril o Blue Lagoon. No basta con colgar el afiche de Bob Marley en la habitación para ser uno de los numerosos hijos del gran maestro nacido en Nine Mile.

Eso si, dentro de todo la labor, también hemos visto proyectos que han tenido un acercamiento interesante a dicho género, que han sabido abordar su cadencia y experimentar sobre esa cancina cabalgata, alimentándola de sentires locales, de ambientes urbanos y de una nocturnidad más adecuada. A la agrupación bogotana Nawal siempre se le relacionó con el ambiente reggae de Colombia, pero al mismo tiempo se la calificaba como el patito raro de dicha escena. Desde sus comienzos se sintieron seducidos por momentos más propios de la electrónica contemporánea y el pop rock de sus tiempos. Hubo siempre la necesidad de doblar las reglas del Roots, e integrar sustancias tímbricas que otros evitaron por quedarse atados a reglas demasiado cerradas y poco realistas. No ha sido un camino fácil, pero podemos decir que con su nuevo álbum, Proceso y retroceso, Nawal ha logrado estimular por fin el arranque de carrera que pretendían.

Proceso y retroceso es un disco de ocho canciones donde el oyente primerizo de Nawal se sorprende si le cuentan de que lugares sonoros proviene la banda. En estos ocho temas hay un recorrido ecléctico que va desde la cercanía a tendencias alternativas en Me gusta, hasta un deseo por recordar los días del disco dance como se observa en Para no olvidar y no dejar de bailar. El uso de los teclados tiene reminiscencias del pop de los años ochenta y, a su vez, crea atmósferas tomadas del house de los últimos años. La guitarra, por otro lado, da equilibrio rockero, tal como se solía hacer en algunos de los temas más populares del listado de hits anglosajones de hace 30 años. El manejo de las melodías vocales es más propio del new wave que de cualquier instante caribeño del pasado.

Claro, a estas alturas ustedes preguntarán «y el reggae, ¿dónde está?»: Pues, en algunas grabaciones está demasiado oculto y si ponemos atención lo detectaremos en instantes del bajo y de la batería. En otros sale reinvindicado y puesto en contexto contemporáneo, con cubierta de asfalto y neón, como sucede en Visible/ Invisible (la mejor canción del compilado)  y Así Pasó.

¿Es un disco interesante? Definitivamente, porque trae un reto de rompimiento con la obviedad y porque la banda ha comprendido dónde está ubicada, en materia geográfica y en aspiración artística. Es un álbum que indica evidentemente el inicio de una etapa mucho más atractiva para la agrupación, ya que huyen de las etiquetas ya vencidas y más bien asumen la misión de buscar públicos multicolores con deseos variopintos.

Nawal aborda con Proceso y retroceso un panorama ecléctico saludable, que les va a dar más satisfacciones que penas. Una decisión valiente  que asumirán seguramente con confianza.

 

 

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