loliPor José Gandour @gandour

El pop es un tesoro tan serio que no debería caer tan fácilmente en manos de torpes mercaderes. La sensualidad de las hermosas mujeres que cantan trayendo aires de felicidad son alhajas finas que no pueden corrompidas por insulsos productores que acuden a viejas y manidas fórmulas para repetir placeres envilecidos. Artistas como la argentina Loli Molina merecen ser celebradas por saben imprimir su propio argumento a sus canciones sin repetir lo que la industria determina como correcto, lo que los viejos gurús obligan a decir. Estamos en días donde, en materia musical, lo que más se agradece es la sorpresa, la belleza de crear caminos, en lugar de transitar por obvias autopistas impuestas por el mercado.

Molina presenta su álbum Rubí, un compilado de canciones hechas con tranquilidad pero con la suficiente elegancia para dejarse atrapar. Ella sabe que tiene una voz con un atractivo dejo cándido, pero que a su vez contiene una fuerza lasciva que envuelve y emociona. Es pop, ya lo habíamos advertido, pero nunca es pueril, es suave pócima que sonríe mientras penetra los sentidos. Una buena joya para los oídos.

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