Por José Gandour @gandour

El plan es el siguiente: Quédese solo en su casa. Mande a los suyos a pasear, a comer helado, al cine, a donde quiera. Una vez haya logrado su objetivo, simplemente recuéstese en su sillón favorito, acomódese bien, tome sus audífonos, imagínese que se ha trasladado muy al sur del continente, cerca a frondosos bosques y a los volcanes que miran a lo lejos el océano Pacifico y haga play para escuchar esta pequeña joya auditiva llamada Bajo el sol, perteneciente al proyecto chileno Trancemission.

Rodrigo Astaburuaga, responsable único de esta realización, vive hace varios años a 800 kilómetros de Santiago, cerca de Pucón, y desde ahí, combina sus labores con sus trabajos audiovisuales. Lo suyo, de toda la vida, ha sido el rock, haciendo parte de bandas como The Ganjas, Camión y Casino, y al tiempo, participando en la realización de algunos de los más reconocidos videos de la escena rockera chilena. Hace unos años, cansado de la ciudad, se trasladó al extremo sur de su país y desde ahi ha ido grabando sus canciones. Eso si, el ruido no lo ha abandonado: En sus temas, algunos con una duración mayor a los siete minutos, crea momentos psicodélicos de corrosiva distorsión, hechos en formatos de intenso vuelo, donde la voz de Astaburuaga hace parte como otro instrumento más, siendo ésta manipulada con oscuras reverberaciones que integran las palabras como texturas a lo largo de las composiciones.

El trabajo aquí expuesto es elegante en su construcción y es placentero en su edición. Es la obra de un hombre que ha hallado su nuevo espacio al fin del mundo sin abandonar sus raíces sonoras. Trancemission, sugiere el autor de esta nota, debe ser disfrutado en soledad: Así fue elaborado y asi busca ser comprendido.  Eso si, luego compártalo: Los oyentes de la buena música merecen escuchar este sencillo pero emocionante álbum. 

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