paez

Por José Gandour @gandour

Alguna vez algún amigo de Fito Páez contó que recibió una llamada del artista argentino después de una presentación en Chile, una llamada donde era claro que Páez estaba muy borracho y decía un montón de incoherencias. Lo gracioso es que el artista nunca colgó el teléfono y la cuenta del hotel se aumentó estratosféricamente por ello.

Viendo Los días de sonrisas, vino y flores, el nuevo video de Fito, hecho en Nueva York, tenemos en pantalla una noche de excesos y soledad, llena de alcohol, dudas frente al computador y bailes solitarios. Escenas que no sabemos si quieren procurar producirle al espectador sentimiento de lástima, vergüenza ajena, mirada cómplice entre rebeldes o simple simpatía. No somos nosotros los indicados para ponernos en un hipócrita plano moral para juzgar ello. Lo brillante del video es que transmite perfectamente lo que nos dice la canción, una sensación de nostalgía por el ser perdido en batallas amorosas, un sentimiento que nadie puede ignorar. Y (diciéndolo en términos brutales) eso es lo que más rabia nos da frente al cabrón descarado de Páez: Podemos admirarlo, podemos detestarlo, pero no podemos dejar de reconocer que sabe expresar esa melancolía mejor que la gran mayoría de los músicos que andan por ahi.

Mientras decimos cualquier cantidad de mentiras y verdades sobre este artista, él, en su desfachatez sigue llenando salones de conciertos y sigue siendo celebrado. Sus canciones lo defienden y lo enaltecen. Y todo ese éxito le sigue permitiendo pagar costosas llamadas de larga distancia llenas de lamentos y ronquidos.

 

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