Por José Gandour @gandour

La publicación de la sesión en vivo de la artista limeña Dafne Castañeda para Discos Catenaria, su sello discográfico, me da excusa para contarles una historia que intentará desvirtuar una vez más los clichés que rondan sobre nacionalidades, razas, colores o religiones que se nos meten en la cabeza y luego, cada vez que saltan esos preconceptos, casi siempre negativos, nos justifican una cantidad de estupideces que nos invaden por mucho tiempo. Durante los años noventa y parte de los comienzos del nuevo milenio, la imagen que se tenía de Perú en muchos países de América Latina era la de un territorio atrasado, desafortunadamente ridículo, todo debido a la expansión de las antenas parabólicas que poblaban nuestros barrios (antes de la entrada formal de las empresas de cable) y a través de los cuales se veían casi todos los canales que se emitían desde dicho país. Era televisión basura, cuya  lamentable dinámica se sostenía en la humillación constante de aquellos que ingenuamente aparecían frente a la cámara. En la memoria de muchos televidentes está la horrorosa labor denigrante de Laura Bozzo, una escandalosa presentadora dispuesta a lucrar como sea de la miseria humana. Tal fue su impacto que muchos pensaban que Perú era un lodazal paupérrimo en materia económica y estética. Por la expansión satelital de su industria de telecomunicaciones es que muchos no creían en las posibilidades que de Lima y sus alrededores saliera algo decente en materia artística. Todavía en algunos prevalecen esos prejuicios, pero la calidad y originalidad de buena parte de sus propuestas culturales contemporáneas actualmente desmienten día a día esa penosa imagen. 

Desde hace un tiempo venimos insistiendo en Zonagirante.com, tanto a nivel editorial como en nuestras conversaciones privadas con algunos de nuestros amigos, que la escena musical peruana, especialmente lo que se refiere al renglón femenino, va en crecimiento y debe ser atendido por el resto del continente. Hablamos de un espacio donde, a pesar de no contar para nada con el apoyo de los grandes canales, no sonar en las emisoras comerciales y tener poca difusión a través de los más importantes periódicos, la riqueza y variedad de las producciones independientes que ahí se publican son dignas de ser promocionadas. En dicho panorama, podemos nombrar potenciales estrellas pop como Naïa Valdez, Nuria Saba, Micaela Salaverry (entre otras tantas), y si nos vamos por los lados más alternativos, nos encontramos con nuestra admirada La Zorra Zapata, Ati Lane, Aura Blum, las chicas de Dan Dan Dero, Flamenco Plástico, etcétera. Y aquí es donde tenemos que nombrar a nuestra protagonista de hoy. A Dafne Castañeda la conocimos a través de su bellísimo Posguerra. un álbum de siete canciones de ecléctico sonido, suma de folk, trip hop, vals andino y techno, Una obra impecable en su intimidad, en la valentía de su construcción y en el rompimiento de fórmulas, con el más sincero ánimo de clavar las emociones más personales en nuestros corazones. No es exagerado cuando decimos que Posguerra puede estar entre los mejores discos que hemos escuchado en América Latina en lo que va del siglo veintiuno.

Dafne ahora ha decidido regalarnos una sesión en vivo, hecha en un esquema inesperado. Sin artilugios deslumbrantes, y casi como un documento privado, teniendo de escenario una alberca vacía poco iluminada, y acudiendo solamente a su computador, un micrófono y los efectos sonoros adecuados para su voz, presenta un set de tres canciones, Contra el viento, Si alguien pregunta y Antes de nacer. Es un show que parece más una especie de confesión, casi diciéndonos «hago esto porque es lo que me salva, así que no hay tiempo para disculparme si se ofenden». Lo suyo, en este caso, es estética Low Fi. Igual funciona, conmueve, sobrecoge. Ella es una artista creíble, ¿cuántos pueden decir lo mismo?

Este es un video de once minutos de duración, y es una producción de bajo presupuesto, si, pero que vale la pena sentarse, disfrutar y confirmar, como les dije antes, que en Perú, de múltiples maneras, las mujeres músicas de las últimas generaciones tienen mucho que decir y lo están diciendo, y su voz y sus instrumentos deben ser atendidos. 

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