sergioisaPor José Gandour @gandour Foto Emmanuel Sva

Siempre habrá poesía en las películas hechas con las cámaras de formato super 8, que Kodak hizo populares a partir de mediados de los años sesenta, esas filmadoras que cada uno de nuestros padres o abuelos usó para registrar los momentos familiares más memorables y donde cada paseo o cada fiesta particular se volvía un pequeño escenario hollywoodense. Era fascinante la sensación magica de saber que, una vez revelado el rollo de cada ocasión, habría un proyector con su particular sonido exhibiendo en la pared más amplia de la casa el resultado del rodaje. Luego el rollo se guardaba en una caja junto con otras evidencias de remembranza íntima y quizás por olvido se perdía en un sótano, siendo, en el mejor de los casos, recuperado para causar una inevitable huella de nostalgia.

El músico argentino Sergio Ch., al lado de su hija Isabel, ha decidido, para seguir promocionando su álbum 1974, rodar el video de su nuevo sencillo, La sal y el arroz, con la tecnología análoga de antaño para imprimir de manera más certera esa impresión melancólica que contiene la canción. Las imágenes acuden a recordar los paseos en carretera, los vetustos modelos automovilísticos que siempre extrañaremos, las postales del puerto, el paso pueril del triciclo a la bicicleta y todo aquello que ante nuestros ojos se transforma en una quejumbrosa alegría por un pasado que frágilmente se sostiene en la memoria. El super 8 se acomoda perfectamente a la sensación que transmite la tonada, una pesadumbre que en medio de sus caricias nos conquista suavemente y nos envenena de suave tristeza. Ese temblor y suciedad de los rollos del cine personal es la imagen perdida de la familia de la infancia que ya no nos rodea y que posiblemente se está llenando de polvo en algún olvidado rincón del hogar. Es el desconsuelo que nos cautiva de vez en cuando en medio de la cotidianidad.

 

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