Por Santiago Rivas @rivas_santiago Fotos de Julian Gutíerrez

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Pese a la lluvia, fue una buena jornada. El domingo siempre será el día más interesante del festival, si se sigue haciendo como se viene haciendo desde hace un buen tiempo. Lastimosamente, se cruza el festival con la marcha del Orgullo LGBTIQ todos los años, por lo que muchos que quisieran estar en un lado y el otro se ven atados al evento que priorizan. Las proclamas en pro del respeto al amor y la diversidad fueron muchas y muy necesarias y fue un día con importante presencia femenina, al punto de ser notoria simplemente revisando en Instagram las historias del festival. Llegué tarde, una vez más (por motivos varios, ese será el patrón de mi paso por Rock al Parque 2019), pero tuve la oportunidad de ver grandes cosas.

Eruca Sativa es un bandononón. Son solo tres, pero suenan como una puñacera. Pasan entre géneros como si cualquier cosa, y tienen un sonido muy de ellas, inconfundible. A veces suenan a funk, a veces a rock, a veces a rock argentino, a veces a canción guitarrera. Todos brillan en algún momento, incluyendo el baterista, pero es una banda definitivamente femenina, poderosa desde lo femenino. Tuvieron una excelente presentación y una respuesta llena de amor por parte del público. No sabía que tenían tanta acogida por acá, pero me alegra, porque lo merecen. Ojalá sigan haciendo y haciendo, para expandir su sonido.

De la convocatoria distrital llegó Aguas Ardientes, una propuesta que también aplica para banda “trans-género”, porque va desde el bluegrass hasta la cumbia, sin parar. Hicieron una declaración bastante firme en pro de los derechos LGBTIQ y en contra del odio y la discriminación, pero no son políticamente correctos. En el escenario sonaron un banjo, una tuba, un violín, bajo, guitarras, raspas. Es un proyecto interesante, pero creo que tienen que seguir calcificando esa propuesta, para que oigamos todo lo que pueden dar. Siempre es refrescante el buen sentido del humor, pero no lo es todo, ni es nada nuevo. Es más, es casi una tradición bogotana la de crear grupos inteligentes y graciosos, desde Hora Local hasta nuestros días y, sin ir más lejos, hacía unas horas se había presentado Odio a Botero. Todo esto para decir que no deben quedarse simplemente en eso, y que tienen una veta por la que creo que deben seguir, perfeccionando su propuesta.

Las 5,6,7,8’s fueron un punto alto de la fiesta de ayer. Tienen mucha onda, y una propuesta bastante sencilla. El rockabilly y el rock and roll son géneros divertidos, pero no tienen muchas variaciones. A esto, le añadieron un par de canciones japonesas, que se les agradecen, porque no bastaba simplemente con ir a ver, pasados tantos años, “la banda de Kill Bill”. Dieron un muy buen espectáculo, y la gente las amó. No son simplemente una “novelty band”.

Del escenario LAGO, pasé a BIO, a ver un rato de La Vela Puerca. Me gustó el espectáculo que hicieron, y creo que están sonando muy bien. No es muy mi estilo, pero sé que es uno que tiene gigantesca acogida, como pasa con casi todo lo que nos llega de Uruguay y Argentina. El rock melancólico del Río de la Plata siempre tendrá un hogar en Colombia, como su antecesor el tango lo tuvo y como su primita menor, la cumbia villera, ya lo tiene. Algo más que aprenderle a Uruguay que, como lo dijo una tuitera, siempre será el campeón de América.

Toxic Holocaust era una cita imperdible del festival. Llevan 20 años más o menos cultivando un sonido muy poderoso. En realidad, es Joel Grind, su guitarrista y vocalista en vivo, el que lo ha cultivado, con influencias tan benéficas para el thrash metal como el grindcore o el punk. En este concierto estuvieron excelentes, derivando entre el black y el thrash, sus sonidos habituales, dando una clase de metal que seguramente todos supieron apreciar. Se nota que es una banda joven (20 años en el metal no es tanto, porque se calcula en años de enano de las cumbres heladas), y ese sonido todavía abierto a experimentación da unos matices muy interesantes. Tenía mucha curiosidad de oírlos y quedé plenamente satisfecho, pero lo que es de uno es de uno, y me fui a ver a Rita Indiana, la reina de mi Rock al Parque.

Me intrigaba descubrir cuál iba a ser el sonido que Rita Indiana y el Comité presentaran en un festival como este. No porque no puedan hacerlo simplemente al estilo de Los Misterios (la banda anterior de Rita Indiana), con una instrumentación escueta pero suficiente, que permite el énfasis en las palabras y la inteligencia de Indiana, que es la base de todo. La inteligencia, por supuesto, sabe adaptarse y no repetirse; el formato en vivo del espectáculo de cierre del escenario LAGO fue rockero, tanto como fue caribeño. Una de las muy bonitas cosas que tiene Rock al Parque es que su nombre plantea un reto a muchas bandas que no son estrictamente de rock, para adaptar y modificar un poco su sonido a lo que sienten como una exigencia. No lo es y cualquiera debería tocar en el festival, siempre que represente ese espíritu del rock que trasciende la música y el sonido, pero vale la pena ver los resultados.

Lo muy positivo de este domingo de festival fue la configuración de un día en torno a una declaración de principios. No sé si lo planearon así y quiero pensar que sí, pero claramente fue el día dedicado a la diversidad de todos los tipos, desde el ska que abrió el escenario BIO y el punk del escenario PLAZA, hasta el merengue-punk-dominicano-boricua feminista y frontalmente de resistencia que trajo Rita Indiana, o la presencia de Sodom en la principal. Experimentos así valen la pena.

Lo negativo, la zona de comidas y los corredores de tránsito. Vale el experimento de rediseño de los escenarios, porque es una buena idea, pero 1- el escenario LAGO está desbordado de gente, lo que es un éxito que se le debe anotar al curador, pero un error logístico lo deja como un escenario pequeño, tanto en el espacio de público como en el de foso. La consecuencia, todos apretados aquí y allá, y algo de dolor de tímpano para quienes estamos en prensa, ni qué decir de toda la gente que se agolpó y que no dejaba a los fotógrafos hacer su trabajo tranquilamente, en los números más populares.

La zona de comidas, por su parte, dura toda la tarde y toda la noche bloqueada. Hicimos con un amigo cuarenta minutos de fila por un café, y todos los locales están igual. No es solamente la oferta que debe ampliarse, lo es también el espacio. Las filas de gente cansada y hambrienta se están viendo atravesadas por gente que va de afán entre un escenario y el otro, lo que hace de toda la experiencia algo muy incómodo. Es importante que, si quieren hacer un festival cada vez más grande, y saben que si hacen bien su trabajo lo van a tener, deben diseñar el espacio para que acoja a toda la gente que hubo. Hay que pensar hacia adelante y buscar no repetir errores de hace cinco años, cuando se les estaba quedando pequeña la zona de comidas y lograron solucionarla.

 

 

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