Por José Gandour @gandour Foto de Simona Malaika @simonamalaika

En 2013, el productor sueco Daniel Bergstrand, responsable de grabaciones con agrupaciones de talla mundial como Meshuggah, Behemoth, In Flames, Strapping Young Lad, Devin Townsend, Soilwork y Dark Funeral, fue invitado a hacer parte del jurado de las convocatorias de Rock al Parque. Él, junto con dos profesionales colombianos, revisó el material de más de trecientas agrupaciones locales para seleccionar de ahí un poco más de dos decenas de propuestas para las jornadas finales del festival. Entre el círculo de músicos cercanos a los géneros metaleros se confiaba, a partir de la participación de Bergstrand, en una amplia selección de tradicionales agrupaciones del sonido más pesado. El resultado trajo todo lo contrario: Bergstrand y sus compañeros de labor eligieron pocos proyectos relacionados con el metal, el punk y el hardcore.  El productor, al llegar a Bogotá, explicó que sentía que lo que había escuchado era vetusto y torpemente elaborado. Lamentaba que esas bandas que habían quedado por fuera se limitaban a copiar, y mal, a los referentes europeos, renegando de las posibilidades de explorar ritmos criollos e incorporarlos a su repertorio de canciones. El resentimiento generado contagió en buena parte a los espectadores  y el certamen en 2013, por este y otros tantos problemas que no vale la pensa citar, tuvo una asistencia baja, a comparación de otras ediciones.

Todo esto fue hace cuatro años y se siente que esa discusión fue hace mucho tiempo, más después de ver lo sucedido en la primera jornada del evento. Lo de ayer fue un buen inicio de festival, ya que la comunidad metalera celebró que la programación incluyera agrupaciones que, adentrándose en el desarrollo de un sonido pesado, acuden a la mezcla con texturas autóctonas. Ver a Umzac combinando elementos de death metal con ritmos propios del centro del país, y a Head Tambó, de sonido corrosivo pero a su vez guapachoso, por su relación con texturas caribeñas, con la total aceptación del público presente, fue gratificante. Los asistentes que llegaron a tempranas horas al Parque Simón Bolívar celebraron estas mezclas y las aceptaron como propias. Luego, a manera de feliz transición, se dirigieron a los escenarios donde se presentaban propuestas clásicas como Herejía y Darkness.

Ayer hubo momentos muy especiales en la programación. En el escenario Bio el trío femenino Poker supo divertir sobremanera a miles de personas en su concierto  y luego a continuación las brasileñas Nervosa arrasaron fascinando a los concurrentes con esa combinación deliciosa de corrosión, seducción y fortaleza. Luego, al final de la jornada, Death Angel, con una exquisita exposición de cada uno de sus componentes musicales, demostró con creces su amplia experiencia en vivo. En la tarima Plaza, a horas de la tarde, los alemanes Heaven shall burn presentaron un bloque sónico estremecedor y luego, al final de la noche, los norteamericanos Lamb of god expresaban, con un brillante concierto, su orgullo de haber participado en el festival, diciendo que la de ayer había sido la audiencia más amplia a la que se habían enfrentado en su carrera.

Insisto, ayer fue un buen día. La escena metalera bogotana, conservando su altivez, su acidez y su fervor, se ha ido alejando de posiciones radicales de enfrentamiento con otros sectores de la música colombiana, y las nuevas generaciones asisten a Rock al Parque con ganas de escuchar una gama más amplia de propuestas sonoras. Los resentimientos se van curando y nos encontramos frente a un público que quiere celebrar la música por encima de los prejuicios.

Hubiera sido interesante ver a Daniel Bergstrand entre los espectadores. Seguramente hubiera festejado el paso del tiempo en nuestro festival.

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