Por José Gandour @gandour Fotos Simona Malaika @simonamalaika

 

Listo, tuvieron su jolgorio hasta las banderas, su foto tomada desde el cielo mostrando todas las luces hasta el infinito. Dicen algunos que los habitantes de la Luna pudieron ver el brillo del certamen y luego, con deleite, hablaron  a todo timbal de la fiesta mayor de la ciudad. El alcalde,  a partir de este fulgurante hecho, habló de las futuras conquistas del espacio, y tiene entre sus planes condecorar con la Orden principal del orgullo capitalino a todos los responsables de este festival, de cuyas bocas salieron bellos versos que impidieron que el sol se extinguiera a punta de infelices escupitajos. Bah, fuera de bromas, se acabó Rock al Parque 2019 y lo seguimos discutiendo, no porque se trajo a tal o a cual agrupación y costó no sé cuánta planta (Por cierto, ¿cuánto costó todo esto?), sino porque en el fondo, sirvió para unos días de entretenimiento, un intento vano de rescatar una mala imagen gubernamental y para perder, una vez más, la oportunidad de hacer crecer la escena local.

Lo sucedido hace unos días en Rock al Parque 2019 da muestra de cómo se enfoca la cultura en nuestra ciudad, desde el punto de vista estatal. El planteamiento establecido, no importando en los últimos tiempos que el gobierno municipal haya sido de derecha, centro o izquierda, ha sido muy parecido: Todo se hace con una visión cortoplacista, inmediatista y trivial. Lo que importa es la instantánea de las multitudes, el discurso veintejuliero y el repentino confetti. Se trata de cumplir rápidamente, revisar que todos los papeles estén en orden y, una vez finalizado, evitar el análisis y el debate y seguir al siguiente punto. Aquí se gastan miles de millones de pesos y no hay una verdadera inversión en construir una franca escena musical. Se hablan de muchos números, pero aquí no hay una verdadera edificación de una industria cultural que se desarrolle durante los días sin festejos multitudinarios y grandes conciertos. El problema parte de un punto: El Instituto Distrital de las Artes, Idartes, no fue creado para esas labores, para darle base al crecimiento de la economía cultural de la ciudad sino para darle simple y espontáneo entretenimiento a los habitantes de la capital. Y eso, estimados lectores, es un gravísimo error, más en un país que necesita urgentemente darle fuerza a su talento artístico, para consolidar progreso, equidad, empleo y paz.

 

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Este no es un discurso demagógico. Todo este análisis comienza a partir de algo aparentemente superficial: La presencia de proyectos distritales durante el último festival fue muy reducida y su aparición no fue contemplada en los horarios estelares en los escenarios principales. Sumemos otros puntos: Las audiciones de selección de participantes capitalinos vienen siendo hechas desde hace un tiempo de manera cerrada y sin dar acceso al público.  Además, la promoción de sus presentaciones a través de la prensa oficial fue limitada y la cosa empeora, cuando vemos las irregularidades planteadas en las dos convocatorias para elegir los representantes de la ciudad en el evento. Desde la Gerencia de Música de Idartes nunca despejaron los mantos de duda creados a medida que iban anunciando a determinados elegidos en dichos concursos. Por otro lado, los organizadores del festival se pavonean de los acuerdos logrados con entidades internacionales, pero en ellos no se contempla un intercambio real para enviar en buenas condiciones a los artistas capitalinos. Todo lo planificado desde 2018 para desarrollar el festejo de los 25 años de Rock al Parque alrededor de Bogotá, y anunciado con bombos y platillos desde ese entonces, fue pospuesto o cancelado, y, si se realiza para liberar algunos items del presupuesto, no será promocionado como es debido.

A su vez, desde Idartes siguen pensando que a través de planes como DC en vivo (antes llamado Arte Conexión) se suple el necesario calendario de actividades musicales de la ciudad, financiando a los bares para que presenten a las bandas, equivocándose en muchos puntos:

1. Se saca de plano la relación de estas agrupaciones con el público menor de edad, ya que los toques se realizan en sitios que venden alcohol.

2. Se dejan de utilizar auditorios de propiedad pública ubicados a lo largo de la ciudad donde estos conciertos se pueden llevar a cabo con la presencia de toda la comunidad. 

3. Se elitiza la música, al sólo beneficiar determinadas áreas de la capital donde se permite el funcionamiento de los establecimientos nocturnos.

No hay una política clara de formación de públicos desde temprana edad. No hay una estrategia de ayuda a nuevos empresarios musicales en las localidades de la ciudad. No hay una política de créditos blandos para financiar emprendimientos para llevar las actividades musicales a todo el perímetro urbano. No hay suficientes estudios de grabacion de fácil acceso para el desarrollo del talento local. Se han restringido al máximo los apoyos monetarios a los festivales de las localidades. No hay ni siquiera una emisora al aire hecha desde la Alcaldía que promueva la música hecha en esta ciudad (hay un experimento, CKweb, dirigido a un público muy limitado, y con nula publicidad). Todo esto falta y, lo peor, es que no está en los planes del actual gerente de música de la institución cambiar dichos hechos, ya que, de por sí, desconoce la escena y sus necesidades. La base de todos estos inconvenientes reside en que no estamos pensando en términos de Industrias culturales (ni disfrazándolos con epítetos como «Economía Naranja» o similares) y así no sirve para nada el asunto.

A esta administración le queda poco. No creo quesus responsables tengan ganas, tiempo, deseos ni conocimiento para cambiar lo que sucede. Ellos responderán en sus comunicados con cifras de masas y una que otra imagen abrumadora tomada por drones sobrevaluados. Lo único que podemos recomendar, entonces, es que ya los candidatos y posibles elegidos a ser burgomaestres de la capital colombiana, se den cuenta de la necesidad de reinventar todo esto, tomando como base lo que pueda suceder con Rock al Parque, y extender una favorable experiencia a todos los demás puntos culturales de la ciudad. Ojalá los que vengan hagan algo en serio. 

 

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