Por José Gandour @zonagirante
Arte portada Zonagirante Estudio
La escena es imposible de digerir. En un video de Tik tok se ven unos niños jugando frente a su carpa como si nada estuviera sucediendo. Alguien lo graba como si quisiera relatar una escena de descanso en medio del caos, pero de repente se siente el ruido de los aviones, al microsegundo se observa una explosión y la escena se oscurece. Antes del estallido, recuerden, son niños jugando, casi desnudos, tratando de hacer rodar un balón, nada más.
Soy judio, tengo 59 años, y viví en mi adolescencia un año en 2 kibutzim en Israel, uno llamado Hatzor Ashdod, unicado a media hora de Tel Aviv y a una hora de Jerusalem. Luego estuve en Hanita, una comuna a ciento cincuenta metros (metros, insisto) de la frontera con el Líbano. Estamos hablando de la primera invasión de Israel a su vecino del norte, y por ello todos los días, casi de manera programada a determinados horarios, se escuchaban del otro lado metrallazos, estallidos y sobrevuelos. Alguna vez vi pasar un pequeño cohete aire tierra por encima de nosotros y que estalló en un lugar desierto del lado israelí. Durante esos meses, trabajé en mi estadía con un señor muy amable que vivía en el kibutz. El personaje, durante seis meses, se iba a dar clases de filosofía a una prestigiosa universidad alemana, y luego, el siguiente semestre, regresaba a su casa, y se dedicaba a a la limpieza forestal requerida especialmente en otoño e invierno. Se ponía un sombrero vietnamita, comprado en unas vacaciones en el lejano oriente, para que la cabeza no se le quemara mientras manejaba el tractor de basura por su pueblo, y durante los descansos, me hablaba mucho de la necesidad de paz, sin caer en el romanticismo, sin poesía lastimera posible. Sabía que tenía la guerra a pocos centímetros y seguía expresando su deseo de diálogo con los árabes. No eran discusiones muy profundas, ya que mi hebreo era muy pobre y mi inglés de ese entonces era de nivel básico para ese tipo de conversaciones. Igual hallamos la forma de entendernos.
Dudo que aquel hombre siga vivo. Ya había cruzado los cincuenta en ese entonces. Igual, no creo que hubiera soportado ver de forma impavida lo que pasa en Gaza. Claro, se hubiera indignado antes con lo sucedido el siete de octubre de 2023 y hasta se hubiera, supongo yo, llenado de rabia contra aquellos que cruzaron las vallas y cometieron atrocidades contra los asistentes a un festival musical y contra los habitantes de poblaciones agrarias cercanas a la frontera. Seguro que de su boca, como de millones de sus compatriotas, hubiera salido un grito exigiendo venganza. Pero estoy seguro que ese señor, el mismo profesor de filosofía universitario, el mismo que tambien limpiaba su comuna protegido con su sombrero vietnamita, estaría desde hace varios meses en las calles de las principales ciudades israelíes, exigiendo el cese del fuego y el fin de las masacres contra inocentes. Así, como muchísimos de sus compatriotas que no visualisamos lo suficiente en las noticias a la hora de protestar contra lo que ocurre en Gaza.
Yo no soy sionista, pero creo que el derecho de la existencia del estado de Israel. También, aclaro, creo en el derecho a la existencia del estado palestino. Como he dicho en otros artículos, hubo un instante donde se dio la oportunidad de lograr ese objetivo, y fue con los acuerdos de Oslo de 1993, fue con el saludo de Isaac Rabin y Yasser Arafat en la Casa Blanca. Pero fue con el posterior asesinato de Rabin y la subsiguiente provocación de Ariel Sharon y su pandilla en la explanada del templo, para hacer estallar la segunda intifada, que se perdió todo. Por un lado creció Hamás, que pedía pelear hasta echar a los judíos al mar, y en el otro lado de la barricada aumentaron los extremistas que siempre rechazaron los acuerdos y que soñaban con que Eretz Israel se extiendiera del Nilo al Eufrates. La deshumanización del enemigo floreció en terreno fértil y en medio de eso Benjamín Netanyahu, un político corrupto, mediocre y matón llegó al poder y… bueno, ustedes ya saben el resto.
Estimado Bibi (asi te llaman en confianza según entiendo): Sé que nunca vas a leer este relato. Y si supieras de mi, dirías, como lo vociferas contra otros, que soy un judío renegado y cobarde de poca o nula utilidad a tu causa. Pero igual te lo digo: Hace rato pasaste la línea entre la Real Politik y los deseos de sangre inocultables. Hace rato ya tu guerra no es por la seguridad de tu país sino por el aniquilamiento extremo de tu adversario. Has roto todas las convenciones de Ginebra, has usado las más insoportables armas y has matado miles de inocentes. No hay forma de justificar lo que haces, argumentando que en cada niño que se ve en las noticias corriendo con su hermanito en brazos huyendo de los bombardeos hay un terrorista dispuesto a suicidarse envuelto en explosivos en medio de una calle en Haifa. No hay manera de alegar que Hamás y los otros enemigos harían lo mismo que tú si tuvieran la oportunidad. Eso, aunque eso tuviera altas posibilidades de ser cierto, no importa en este caso, ya que quien ejerce en este tiempo la fuerza desmedida y suma muchos más asesinatos que el otro eres tú, estimado Bibi.
Ahora si, de manera mas convencional. Señor Primer Ministro, hay suficientes desgracias en este mundo como para llegar a la exageración trivial e inexacta de comparar lo que usted hace con el plan de Solución final de los nazis. Esa comparación vulgariza la discusión y trae discursos desafortunados que se usan para arraigar el antisemitismo en crecimiento. Esta tragedia, más bien, me hace acordar al genocidio armenio llevado a cabo por el imperio otomano entre 1915 y 1923. El Mec Yełeṙn se caracterizó por su brutalidad en las masacres y la utilización de marchas forzadas con deportaciones en condiciones extremas, que llevaba a la muerte a muchos de los deportados. Los armenios reclamaban el derecho a su propio país y asi les fue.
No creo que las cosas cambien para bien, llegando Trump a la Casa Blanca. Veo un futuro muy oscuro. Creo que para que el rumbo varíe hacia una posible paz, hay que deconstruir todo lo que pensamos, todo lo que sentimos. Mientras cualquiera en cualquier lado siga pidiendo venganza, seguirá la masacre, la deshumanización, la degradación del conflicto. Yo, ingenuamente, sigo deseando el regreso de Rabín y Arafat, viejos antagonistas que entendieron en su momento que es más valientie construir la paz que eternizar la guerra. Bibi (vuelvo a usar un ineficaz recurso de ternura para referirme a ti), comprende de una vez por todos que aunque extermines a quienes crees y sostienes que son tus enemigos, la guerra la perdiste hace tiempo y que el día que mueras, la historia te recordará como el pobre pusilánime que, para no ser sometido a la justicia por tus criminales negocios, desataste una catástrofe sin igual. Te esperan en La Haya, estimadísimo Bibi.
Y ahora, si quieren, escuchemos un símbolo de paz: