Por José Gandour @gandour Fotos Oscar Perfer @perferoscar

Cuando reportaron los primeros casos de Covid 19 en Colombia, sabiendo lo que había producido en otros países dicho virus, se tomaron,  medidas estrictas de cuarentena y distanciamiento social, y se cerraron los sitios de encuentro de la ciudadanía y los eventos populares que estaban programados para los siguientes meses. En Bogotá, era más que lógico, se suspendió la celebración de todos los festivales al Parque (Rock, Hip Hop, Jazz, Colombia y Salsa) durante 2020. El 31 de marzo, cuando dicha decisión aún no era oficial, Zonagirante.com se unió como medio a los que apoyarían dicha medida, y, al mismo tiempo, proponía una serie de estrategias para no dejar caer la escena musical local, advirtiendo que los artistas, al ser en su gran mayoría profesionales independientes, iban a verse desfavorecidos ante la desprotección rampante frente a las instancias públicas y privadas.

Unos días después, nos invitaron a una reunión virtual que sostenía un grupo de músicos que desde hace un tiempo estaba intentando crear alguna agremiación para enfrentar los problemas que, como miembros de la comunidad cultural, ya estaban sufriendo en carne propia. En dicho encuentro, haciendo cálculos de lo que había costado cada uno de los festivales gratuitos de la Alcaldía de Bogotá, les dije que ese presupuesto alcanzaría y sobraría para, a partir de junio, mediante, como siempre, una convocatoria pública abierta al talento de la ciudad, para armar al menos 120 conciertos virtuales, con todas las condiciones profesionales que se requerían, en el Teatro Jorge Eliecer Gaitán, pagándole a los participantes la tarifa aplicada a los representantes distritales durante Rock al Parque en 2019.  120 conciertos que, además, ofrecían la posibilidad de seguir posicionando a la capital colombiana como un punto destacado de la música en el mundo en toda su complejidad. La idea, por A, B, C razones no le interesó a los participantes de la reunión. Ellos estaban enredados en la formación de un sindicato, de una cooperativa y de otros modelos colectivos de acción y, a mi modo de ver, no estaban entendiendo lo que se venía. Igual, de manera ingenua, pensé que algo similar se les iba a ocurrir en el Instituto Distrital de las Artes (Idartes), ente responsable de la organización de ese tipo de conciertos en Bogotá. ¿Saben? Hace poco supe que varios de los que participaron en la reunión virtual del comienzo de la pandemia se acercaron hace poco a la alcaldía a advertir que eran varios los miles de músicos y profesionales de apoyo que, por todo lo que sucedía aquí y en el mundo, estaban con sus familias, pasando situaciones de necesidades extremas por falta de oportunidades. Les pedían mercados para sostenerse mientras se abrían las puertas de los escenarios y volvía la música a la ciudad. No había nada para ellos.

Se supone, y lo hemos dicho desde este espacio muchas veces, que Idartes, aún tomando a lo largo de su historia decisiones que no compartimos, siempre demostró que sus propuestas estaban dentro del marco de la participación de la ciudadanía, rodeado de espíritu democrático. Cada vez que hubo un festival al parque, se abrieron convocatorias públicas en las que cotidianamente se recibieron cientos y miles de participantes que esperaban ser seleccionados en cada edición de cualquiera de los certámenes. Es importante recordar que esta clase de eventos se hace con dinero estatal, en su mayoría procedente de los impuestos de todos los que vivimos en esta ciudad. No se podía actuar como lo hace libremente un empresario privado, que decide lo que quiere sobre su plata, buscando su beneficio económico final.

A partir de la cuarentena, Idartes comenzó a lanzar concursos de particular naturaleza en los cuales invitaba a presentar material hecho en casa durante la cuarentena. Unos concursos que, salvo paliar el maltrecho bolsillo de unos pocos, no salvaba por ningún lado la estructura de una escena que se derrumbaba. Se cerraron auditorios, estudios de grabación, salas de ensayo, tiendas de música, puntos de encuentro de una comunidad que, hasta comienzos de este año, eran presentados en publicidades oficiales como elementos de orgullo de la capital colombiana. Sí, porque cuando se habla de la Marca Ciudad, se presenta a Bogotá como uno de los más importantes puntos musicales del planeta y se nos llena la boca nombrando todo lo que ha ocurrido en materia artística en los últimos años. Pero, ya sea por desconocimiento, pereza, codicia o descuido, desde las instancias de la Alcaldía no han demostrado firmemente que eso les importe o les duela.

Y, para rematar, Idartes lanza Música del Parque a la casa, una especie de remedo que esperan, con un poco más de veinte conciertos que se transmiten desde el pasado 17 de octubre, con muchas problemas en su concepción y de nula importancia para la escena local. Una especie de divertimento caprichoso de su curador, con el permiso de las directivas de la institución, donde se rompen todos los esquemas establecidos en años anteriores y donde poco del dinero invertido en este festival quedará en la ciudad, en momentos de alta dificultad.

Vamos por partes:

No se abrió en ningún momento una convocatoria para que las propuestas bogotanas se presentaran, esperando ser seleccionadas para representar a la ciudad en en evento hecho con dinero público de la misma ciudad. La escogencia estuvo a cargo de pocas personas que, sin explicar su criterio en ningún momento, actuaron por cuenta propia, violando principios básicos de esta clase de certámenes.
Más de la mitad de los participantes no tienen residencia en Bogotá. Es decir, en uno de los instantes más duros para la movida musical capitalina, invertimos el dinero de esas actividades en la contratación de artistas externos. Nadie propone cerrar las puertas a las propuestas de otras latitudes, pero no creo ser exagerado cuando afirmo que este no es precisamente el tiempo para centrarnos en lo nuestro y favorecer a fondo lo que llamamos «Marca Ciudad». Adoramos a Lido Pimienta, creemos que Miss Colombia, su última producción, es uno de los mejores discos del año en el mundo. Nos encanta lo que hace la manizalita La Muchacha, pero hubiéramos podido esperar mejores días para invertir dinero público capitalino en sus presentaciones. Ni qué hablar de la participación foránea.
-La selección de los artistas bogotanos es rarísima y no representa lo que pasa en la escena capitalina en los últimos años. Por negarse a abrir los concursos tradicionales, no mostraremos la identidad de la actualidad musical de la ciudad. (Además, muchachos, ¿en serio tenían que contratar a Fonseca y a Vives? ¿En serio? ¿A qué precio?. ¡Que vanalidad!)
-Y, por último, me pondré un poco técnico en este punto: Los gobiernos de los países más progresistas han comprendido que en tiempo de pandemia, deben impedir la caída del consumo interno, porque eso incrementaría la desigualdad social y haría caer a una parte importante de la población en los estratos más bajos de la economía. Por eso abren planes de apoyo a las pequeñas y medianas empresas. Apoyan a los sectores más desfavorecidos con financiación y préstamos blandos. Si una entidad como Idartes tiene varios miles de millones de pesos para organizar eventos, en medio de esta crisis, debe procurar que el dinero que invierta en dichas actividades quede en la ciudad, porque esa inversión rotaría entre los bolsillos de los círculos cercanos de los artistas y personal técnico contratado, y llegaría, tarde o temprano, a los demás sectores de la urbe.

Y si, la verdad es que Música del Parque a la casa se ve como un frivolidad costosa, una extravagancia sin mucha justificación, hecha de espaldas a la ciudad y a su escena musical local. Se ha perdido la oportunidad de sostener una comunidad que estaba en crecimiento y que ahora es desconocida por el gobierno de su propia ciudad.

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