Por redacción de NTD.la

(Nota del editor: Y si, hablamos de fútbol. Somos hinchas furibundos de equipos de América Latina, y nos gustan las grandes historias del deporte, las que nos descubren los héroes de la jornada, los que realmente merecen los monumentos por encima de los conquistadores sanguinarios de antaño, o la solemnidad de los poderosos que no hicieron nada por su gente. Y no nos contradecimos cuando pedimos en cada plaza una gigantesca estatua honrando al Diego y a su lado las imágenes de figuras admiradas como Willington Ortiz, Rubén Paz, el Cholo Sotil, Sócrates y Carlos Caszely, entre muchos otros, y, al mismo tiempo, solicitamos que, de ninguna manera, se celebre la Copa América en territorio colombiano, mientras no pare la represión policial. Queremos festejar, y  por ello republicamos este articulo de nuestros hermanos de NTD.la y le añadimos una playlist con canciones del continente, pero no queremos que la pelota se manche. ¿Estamos claros?). 

El estadio de Sportivo Barracas explota de gente. Hace algunos minutos comenzó el partido contra Uruguay y los hinchas siguen llegando. Casi 40 mil personas se apelmazan para el ver el clásico. Los charrúas son favoritos. Vienen de ganar los Juegos Olímpicos de París y de dar la primera vuelta olímpica de la historia. Pero hoy, 2 de octubre de 1924, en Barracas, el olímpico será un argentino, Cesáreo Onzari, autor del primer gol clavado desde el córner. A principios del siglo pasado, el fútbol internacional recién comenzaba a moldear sus instituciones. Pero la pica entre argentinos y uruguayos se sentía con toda la intensidad desde 1901; cuando se enfrentaron oficialmente por primera vez. Veintitrés años después, la pica se había puesto jodida.

El 28 de septiembre de 1924 los dos equipos se enfrentaban en la cancha de Sportivo Barracas. Era la revancha del partido de ida en Montevideo, donde habían salido 1 a 1. Inaugurado cuatro años antes, el estadio ubicado sobre la calle Iriarte tenía capacidad para 37 mil personas y era el lugar por excelencia para los partidos importantes; el Monumental de los años ´20. Pero ese día todo se desmadró. Los diarios de la época aseguraron que había entre 50 y 60 mil hinchas en las gradas. Número más, número menos, lo cierto es que a los pocos minutos del inicio volaron piedrazos y botellazos para todos lados. El partido se suspendió. Fue así que para la reanudación del match – el 2 de octubre- los organizadores perimetraron las tribunas con un alambre, el “alambre olímpico”, otra de las históricas innovaciones de ese día.

Los uruguayos venían de sorprender a Europa con un juego sofisticado. Los franceses -locales en los Juegos del ´24- pasaron de la burla al amor; tanto que cuando la Celeste venció a Suiza en la final, los jugadores dieron la vuelta al campo de juego saludando de cerca a los repentinos hinchas. Estaban dando la primera vuelta olímpica de la historia del fútbol. Eso había sucedido en junio. Ahora, un par de meses después, desparramaban la estela dorada por donde pasaran. Cada cosa que sucedía con los campeones era “olímpica”. Pero la fiebre del oro conquistado en París también traería desgracias.

A los 15 minutos del primer tiempo, Argentina tiene un tiro de esquina a favor. El encargado de la ejecución es el rápido wing izquierdo de Huracán, Cesáreo Onzari, de 21 años. El arquero charrúa, Andrés Mazzali, está atento para repeler cualquier cabezazo que amenace su valla. Onzari calza un zurdazo furibundo. Es un centro muy cerrado. Y la pelota se cierra más, demasiado. Muy tarde para Mazzali que, más atento a los enemigos que a la pelota, mira desde el piso como le hacen el primer gol olímpico que recuerde el fútbol. En rigor histórico, gol a los olímpicos, que luego derivó simplemente en gol olímpico. Algunos dicen que en la tribuna se encontraba Carlos Gardel. Los uruguayos quedaron aturdidos por la sorpresiva jugada. Protestaron al árbitro. Que lo habían empujado al arquero. Que el gol no valía. Hacía sólo cuatro meses que la International Board había cambiado el reglamento para permitir un gol de tiro de esquina. Con el tiempo dirían que Onzari no quiso patear al arco, que fue un fortuito error en el chanfle del balón. El argentino juró siempre que apuntó a la red.

El partido terminó 2 a 1 a favor de la albiceleste. Pocos se acuerdan del resultado. Menos aún del arquero vencido por el zurdazo del delantero quemero. En toda su carrera, Onzari jugó 15 partidos para la Selección y convirtió, además del histórico golazo, otros cuatro tantos. Murió en 1964, a los 60 años, portando una medalla más dorada que el oro.

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