Por Andy Flores – @andyfls

(Nota del editor: Seguimos acudiendo a los archivos de nuestros colegas y hermanos de NTD.la para seguir recopilando historias de nuestro continente. En esta ocasión, Haiti. Todo se justifica en el artículo, a continuación. De paso, hemos incluido una increíble playlist con la brillante actualidad musical de un país del cual descaradamente la inmensa mayoría de los habitantes de este continente sabemos muy poco o nada). 

De Haití no se habla. Y si se lo hace es para describir huracanes, pobres, inundaciones o terremotos. Sin embargo, en esa mitad de esa isla hace 211 años las víctimas directas de la colonización y la esclavitud en América, arrancaron una revolución que cambiaría todo. Nacía en Haití la primera república de América Latina, y la primera república negra del mundo. Una revolución admirada y silenciada.

Un 14 de agosto de 1791 los negros africanos y los afrodescendientes esclavizados por los europeos en la colonia de Saint Domingue iniciaron las revueltas que llevarían, recién 13 años después, al triunfo de los esclavizados, sobre los colonialistas y esclavistas. Los trece años que transcurrieron entre el inicio de las revueltas y la proclama definitiva de la independencia estuvieron plagados de idas y vueltas que fluctuaban según el resultado de las batallas, y sobre todo, de las ideas políticas que llegaban desde Europa a la isla.

Para el siglo XVIII, la colonia francesa de Saint Domingue era la más productiva de las Antillas. Eran conocidas como “las islas del azúcar”, aunque también producía café y algodón. En total su producción representaba dos tercios del comercio colonial francés y para 1789 sus exportaciones superan las de los incipientes Estados Unidos.

La importancia económica y los intereses en juego explican la cautela con la que se manejaba desde París la media isla que en 1665 le supo arrebatar España. Desde entonces el terreno había quedado dividido en dos, una parte española y otra francesa. A su principal ciudad la llamaban “El París de las Antillas”. Tenía 10.000 plantaciones, cientos de ingenios y 600.000 habitantes, casi todos esclavos. De hecho, por año se estima que llegaban 30.000 esclavos nuevos. Semejante población y volumen de producción servían para que 40.000 blancos europeos pudieran darse la buena vida. La organización social en la isla era muy clara y rígida. En la cima de la pirámide, dependiendo de su riqueza, estaban los grandes blancos y los pequeños blancos. Más abajo los mulatos, que también podían ser grandes o pequeños propietarios. Y en la base, los esclavos.

París era un hervidero de discusiones políticas y vientos de cambios. En 1789 estalla la Revolución Francesa y proclama: Libertad, igualdad y fraternidad. Los gritos de la revolución triunfante llegaban a las Antillas, a más de 8.000 kilómetros de océano. Para fines del mil setecientos si algo no había en Saint Domingue era libertad. Los blancos no estaban dispuestos a aceptar al nuevo gobiernos francés y querían la autonomía. Mientras, los mulatos buscaban la igualdad ante los blancos. La isla era una bomba de tiempo a punto de explotar.

Los mulatos con propiedades en la isla inician la rebelión, todavía sin incluir a los esclavos. Surge un líder mulato, Oge, una esperanza para el triunfo. Pero Oge no logra la victoria y huye a la parte española de la isla. Lo españoles en solidaridad con los franceses, lo deportan y los blancos lo ejecutan. La primera rebelión queda sofocada. En 1791 vuelve a estallar la violencia contenida por los esclavos, que a pesar de jugarse la vida por obtener su libertad, siempre eran traicionados. En los enfrentamientos mueren 2.000 blancos y 10.000 negros. Los mulatos, muchos de ellos pequeños y grandes propietarios, crearon una alianza con los esclavos, la sociedad tomó el nombre de “Sociedad de los amigos de los negros”, y tenía buenas comunicaciones con las ideas revolucionarias de París. La alianza entre mulatos y esclavos se concreta, pero no es la única novedad por esos días. Los españoles, que gobiernan la otra mitad de la isla quieren volver a arrebatarle el territorio a Francia y se alían a los mulatos y esclavos. Los mulatos consiguen su primer conquista: el gobierno revolucionario francés les concede la igualdad con los blancos. Para los esclavos no había nada aún.

Los grandes propietarios blancos, asediados por muchos frentes, encuentran aliados en los ingleses. La situación superpone una revolución social, una guerra étnica y la participación de varias repúblicas. El carácter de la Revolución haitiana, clasista y racial, preocupaba a las clases gobernantes de Europa y las unía contra un mismo enemigo.

En 1793 Francia finalmente decidió abolir la esclavitud y la noticia llegó también a la pequeña isla de las Antillas. Toussaint L’Ouverture, ex sirviente que ahora se había convertido en el líder indiscutido de la revuelta, establece que a partir de ese momento todos serán asalariados en lugar de esclavos. Vendrán años de guerras internas, pero sin esclavitud ni soldados extranjeros.

Todo termina con Napoleón Bonaparte que, aprovechando la paz reinante en Europa, en 1802 envía a Saint Domingue 24.000 soldados para aplastar a Toussaint. La igualdad que había crecido en las Antillas al amparo de la Francia revolucionaria, ahora era destruida por la Francia de Napoleón. La efectividad es total. Toussaint es capturado y muere prisionero en Francia.

El panorama en la isla es oscuro. La esclavitud vuelve y el clima es tenso, pero se percibe que la situación no podrá mantenerse así por mucho tiempo más. Muchos líderes mulatos y negros eran expertos en la guerra y están preparados para recuperar su libertad. Jean-Jacques Dessalines, que ya había sido general, ahora estaba al frente de los levantamientos contra las tropas francesas que lo separaban de conseguir el fin de la esclavitud. Finalmente el 1 de enero de 1804 Dessalines proclama la independencia de Haití, y un año más tarde la Constitución que establece que todos los haitianos sea cual fuera su color, serán denominados negros. Se convierte así en la primera república de América Latina, y la primera república negra del mundo. En ese momento un nuevo fantasma comenzó a recorrer América, el fantasma de la revolución negra.

La revolución haitiana, una revolución negra. Una revolución admirada pero silenciada a la vez, por el miedo a que el ejemplo inspire al resto de las colonias.

 

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