Por Pablo Taricco – @tariccopablo.

(Nota del editor: Seguimos recuperando crónicas fantásticas del archivo de nuestros hermanos de NTD.la, y esta vez hablaremos de las estrategias de nuestros héroes de la patria buscando la forma de conseguir sus logros frente al invasor. A esta nota la acompañamos en esta ocasión con veinte canciones de espías hechas en México, Colombia, Chile, Argentina y Brasil, a tono de blues, ska, garage, punk, hardcore y metal, clásisos de ayer, hoy y siempre). 

El espionaje desplegado por hombres y mujeres al mando del General San Martín durante la campaña de la independencia en Chile y Perú es un capítulo de la historia sudamericana que merece ser contado. La llamada “guerra de zapa” puso en jaque a los realistas y abrió el camino al triunfo militar.

San Martín, maestro de espías

En febrero de 1816 el general San Martín recibió una carta secreta proveniente de Buenos Aires. En ella, el entonces Director Ignacio Álvarez Thomas le recomendaba una serie de tácticas tendientes a “alarmar a Chile, seducir a las tropas realistas, promover la deserción, desfigurar los sucesos, desconceptuar a sus jefes, infundir temor a los soldados enemigos y procurar desconcertar sus planes”. El espionaje impulsado por Buenos Aires en aquella misiva era ya una parte importante del plan que el entonces Gobernador de Cuyo había iniciado para reconquistar Santiago, luego de la derrota de los ejércitos patriotas en Rancagua en 1814. Había que preparar el terreno para vencer al ejército español en Chile y luego avanzar por mar hacia Lima, último bastión realista en América.

“La guerra de zapa que les hago es terrible” le decía San Martín a su amigo Tomás Guido en una carta fechada en mayo de 1816. “Ya les tengo metidos en sus cuerpos ocho desertores, entre ellos dos sargentos, gente de toda mi confianza, que han ido en clase de tales”.

La impactante variedad de recursos utilizada por el correntino a la hora de organizar su servicio de inteligencia iba a lograr desconcertar a sus enemigos. Tanto es así que el propio gobernador español de Chile, Casimiro Marcó del Pont confesaría en sus intercambios epistolares con la metrópoli que “los planes están reducidos a continuos cambios y variaciones según ocurrencias y noticias del enemigo, cuyo Jefe en Mendoza es astuto para observar mi situación, teniendo innumerables comunicaciones y espías infiltrados alrededor de mi y trata de sorprenderme”.

“El Alemán”

Los historiadores coinciden en resaltar la labor de inteligencia llevada a cabo por el chileno Manuel Rodríguez Erdoíza, alias El Alemán, quién había llegado a Mendoza exiliado luego de la derrota de 1814. Si bien su importancia no puede reducirse al papel asignado por San Martin dentro del esquema de espionaje del Ejército de los Andes -Rodríguez fue uno de los protagonistas de la vida política trasandina durante el primer cuarto del Siglo XIX- sus acciones merecen ser destacadas dentro de la famosa “guerra de zapa”. En su libro “La voz del Gran Jefe”, Felipe Pigna detalla que “para darle cobertura a su regreso a Chile, acordó con San Martín fraguar una arriesgada operación: el Libertador, acusándolo de conspiración, lo envió confinado a San Luis, y en el trayecto Rodríguez simuló fugarse y recruzó la cordillera. De nuevo en Chile, Rodríguez no solo organizó una red de espionaje, sino que formó guerrillas patriotas”.

Atendiendo a la misión de sembrar el desconcierto en las autoridades españolas, Rodríguez se dispuso a fomentar el accionar de grupos de conspiradores y bandidos de diversa índole. Así contactó a José Miguel Neira, el líder de una famosa banda de forajidos dedicada a asaltar viajantes y propiedades rurales, a quién convenció de formar parte de la resistencia a los españoles, otorgándole vestimenta y grado militar. La alianza entre Rodríguez y Neira obligó a los realistas a dispersar sus soldados en diversos puntos, debilitándose al ritmo de los pillajes y rebeldías de la montonera, y despejando así el terreno para la llegada de San Martín y su ejército.

Mientras tanto, la continua correspondencia entre Rodríguez y San Martín, destinada a ser interceptada por los realistas, estaba plagada de datos e información falsa que sumaban más confusión a los hombres del gobernador Marcó, acorralado por el descontento y las intrigas promovidas desde Mendoza. La vida y obra de Manuel Rodríguez fue retratada luego en diversos libros y filmes, incluso en canciones como Hace falta un guerrillero de Violeta Parra, o en poemas como Canto a Manuel Rodríguez de Pablo Neruda.

Condarco, el cartógrafo

En su Historia de San Martín, Bartolomé Mitre señala la misión que el Libertador ordenó a uno de sus ayudantes, don José Antonio Álvarez Condarco: “Mayor, voy a confiarle a usted una comisión muy delicada” cita el historiador, “que me reconozca los pasos de Los Patos y Uspallata, y que levante dentro de su cabeza un plano de los dos sin hacer ningún apunte, pero sin olvidarse de ninguna piedra”.

Condarco, que era un ingeniero especialista en explosivos y tenía una memoria prodigiosa, se dispuso para el viaje. Debía atravesar la cordillera de ida por Los Patos y de vuelta por Uspallata, memorizando cada accidente del camino, cada sitio donde los soldados pudiesen avanzar o establecer campamento, o buscar leña, o esconderse. Durante el trayecto debía evitar ser capturado por la guardia realista, que no le perdonaría la vida si lo sorprendía con mapas de aquellos cruces. Por eso debía memorizar el trayecto. San Martín le entregó a Condarco un pliego del acta de la Independencia, firmada algunos pocos meses atrás en Tucumán. Era su coartada. En caso de ser capturado, el cartógrafo debía asegurar que su misión consistía en llevarle a Marcó del Pont aquella declaración para su aceptación o su rechazo. La jugada era extremadamente audaz. La tensión entre ambos lados de la cordillera era creciente y la reacción de Santiago podía ser la ejecución del mensajero.

Condarco atravesó la cordillera por Los Patos, memorizando cada detalle, y al llegar a suelo chileno, fue interceptado por las autoridades, que recibieron con desagrado el pliego enviado por San Martín. Marcó del Pont ordenó quemar públicamente el documento, pero perdonó la vida del enviado, no sin remitirle al Libertador una carta amenazante donde hacía gala de su misericordia: “Estimo por frívolo y aparente este motivo para la venida de su parlamentario: esto me obliga a manifestar a su señoría que cualquier otro de igual clase no merecerá la inviolabilidad y atención con que dejo regresar al de esta misión”. Condarco regresó vía Uspallata, y una vez en Mendoza dibujó con admirable precisión los mapas de ambos cruces cordilleranos. Algunos meses después, el Ejército de los Andes transitaría los mismos escarpados caminos, cruzaría los mismos ríos y llegaría a destino para vencer en Chacabuco.

Decenas de espías en danza

La “guerra de zapa” desarrollada por San Martín en las campañas de Chile y Perú es detallada por varios autores, entre ellos Jaime Cañas, quien aporta los nombres y las actividades de muchos hombres y mujeres cuya identidad permanece escondida, en buena medida por la naturaleza propia de su actividad, el espionaje. Entre ellos, mujeres como Carmen Ureta, condecorada y premiada por el gobierno chileno luego de Chacabuco, o Rafaela Riesco cuya misión permanece aún secreta y solo se sabe que cobró por sus servicios la abultada suma de 3.000 pesos. O Águeda de Monasterio, cuyo asilo a conspiradores le valió la tortura y la muerte insepulta a manos del temible Vicente San Bruno.

O los agentes dobles, como el sacerdote Francisco López, enviado a Mendoza por Marcó del Pont, pero “dado vuelta” por San Martín al punto que toda la correspondencia enviada por el religioso hacia Santiago era dictada por el propio Gobernador de Cuyo, sembrando falsedades en los archivos realistas.

O infiltrados en la reacción cuyana, como Don Pedro Vargas, un acomodado ciudadano mendocino que fue acusado de traición y encarcelado por San Martín en San Juan y San Luis, para insertarlo así en los círculos realistas locales, identificando conspiradores y desbaratando sabotajes contra el Ejército de Los Andes.

Espías que tuvieron un rol importante en la independencia de Sudamérica y que reclaman algunos párrafos para pasar a la historia.