Por redacción de NTD.la

(Nota del editor: En los maravillosos archivos de nuestros hermanos de NTD.la hemos encontrado esta crónica imperdible, acerca de un personaje escandaloso y, en medio de su excentricidad, increíblemente atractivo. Para acompañar esta nota, nos hemos atrevido a crear una playlist irreverente, con 13 canciones procedentes de Argentina, Colombia, El Salvador, Puerto Rico y Ecuador, que vienen del hip hop, el reggaaton, el punk, el blues y el rock and roll, con una obsesión en común: el poder y el simbolismo que trae consigo el látigo, ese artilugio tan admirado en el ambiente del sadomasoquismo).

Raúl Barón Biza se deja caer en un sillón de su departamento en la calle Esmeralda, en el centro porteño. Tiene listos unos vasos. Ofrece whisky. Hay invitados especiales en la casa. Su ex mujer, Clotilde Sabbatini, y un grupo de abogados. Ella no quiere tomar. Está nerviosa. Lo único que quiere es irse rápido. Raúl la citó hoy, 17 de agosto de 1964, para finiquitar una separación que ya comenzó de hecho hace algunos años. Sólo resta darle el marco legal. A él se lo nota tranquilo. Hasta que lanza el contenido del vaso a la cara de su ex mujer. El whisky no es whisky sino una mezcla de ácidos que cubren la mitad de la cara y parte del cuerpo de Clotilde. Ella sale corriendo hacia la guardia del hospital más cercano en compañía de sus abogados. En el medio del caso nadie le da mucha importancia a ese hombre que se desentiende de la situación que generó y va hacia su cuarto. Agarra su revólver calibre .38 y se pega un tiro en la sien. Había nacido en Córdoba, en 1899.

Millonario, excéntrico, playboy, escritor; esta suerte de agitador letrado que escribió novelas pornográficas y podría haber recibido el título del Marqués de Sade argentino. También financió grupos armados para que derrotaran a José Félix Uriburu dos años después de que el militar diera el Golpe de Estado en 1930. Pero siempre fue protagonista del ala más radical de la UCR, de la que se afilió y desafilió en tres oportunidades. Así conoció a su segunda mujer, Clotilde Sabbatini, hija del histórico dirigente del radicalismo cordobés Amadeo Sabbatini.

Pero antes de Clotilde, Biza sucumbió ante la belleza de la actriz suiza Rosa Margarita Rossi Hoffman; conocida como Myriam Stefford. Se conocieron en Venecia en 1928. Ella tenía 23 años, él 29. Dos años después se casaron en la basílica de San Marcos y rápidamente se instalaron en Argentina. La vitalidad de Stefford no tenía techo. Literalmente. Fanática de la aviación, quería convertirse en la primera mujer en unir todo el país desde el aire. Emprendió con éxito las primeras escalas. Buenos Aires – Río de Janeiro y después un raid de 14 ciudades argentinas. Las cosas empezaron a enturbiarse cuando tuvo que aterrizar de emergencia en Santiago del Estero y en Jujuy. El próximo destino era San Juan. Fue el último. A la altura de la localidad de Marayes, en esa provincia, el pequeño avión biplaza de la actriz se estrelló contra la tierra.

Alrededor de este hecho, como a lo largo de toda la vida de Biza, crecerían enredaderas de mitos y leyendas. Algunos dicen que la suiza tenía un romance paralelo y que el escritor promovió su muerte. Otros dicen que fue simplemente un trágico accidente. Lo cierto es que todavía hoy se puede ver el gigantesco monumento construido por Fausto Newton a la orden de Biza. Es una construcción de más de 80 metros de alto y 15 de ancho, ubicado al costado de la ruta provincial 5, en el Paraje Los Cerrillos, entre las localidades de Alta Gracia y Córdoba.

Hasta ese momento, Biza había escrito tres libros: Del ensueño (1917), Alma y carne de mujer (1923), Risas, lágrimas y sedas (1924). Todavía faltaba su manifiesto de vida, El derecho de matar (1933-1935), obra que le regaló títulos de misógino, antisemita y -seguramente el más doloroso para él- pésimo escritor. “Mientras estuve preso terminé mi último libro “El Derecho de Matar”, novela de tesis a favor de los oprimidos y desheredados”, contó Biza después de salir de una prisión en Montevideo, a donde lo habían encerrado por fogonear una huelga. El libro sufrió una censura constante y jamás fue reeditado. Hoy, pieza de culto, los precios de algún ejemplar de El Derecho a Matar en Mercado Libre son muy elevados.

Gracias a sus contactos con la dirigencia radical conoció a Rosa Clotilde Sabattini, 20 años más chica. Se casaron en 1935 y lo hicieron en secreto. Ella tenía 17 años. Viajaron por el mundo hasta volver a radicarse definitivamente en Argentina en 1950. Mientras tanto, Biza continuaba escribiendo. En 1942 salió Punto Final, y otra vez tuvo que enfrentar procesos judiciales por “obscenidad”. Como en casi toda su obra, el erotismo, el nihilismo, y la ironía marcaban el ritmo de las líneas.

Para 1953 el matrimonio Biza – Sabattini explotaba por los aires. Clotilde se trasladó a Montevideo y Raúl aceptó un puesto de diplomático en Hungría. Raúl la volvió a ver en 1964 para terminar con la cuestión del divorcio. La citó en el departamento de Esmeralda para desfigurarla. Montó todo el operativo disfraz. El ácido hizo el resto. Clotilde saltará al vacío 14 años después, cansada de las mil operaciones que no pudieron recuperar su cara.

Jorge Barón Biza, hijo de la pareja, periodista y escritor, plasmó la historia de su familia, -puntualmente del padecimiento de su madre para reconstruir su rostro- en el libro El desierto y su semilla, que reeditó Eterna Cadencia en 2015. Jorge, como su madre, también saltó desde su ventana, en septiembre de 2001.

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