Por Emiliano Gullo – @emilianogullo

Nota del editor: Cinco años después de haber leído esta nota publicada originalmente en el sitio de nuestros amigos de NTD.la, hemos decidido recuperarla y ponerla a disposición, de los lectores de Zonagirante.com, con todos los permisos del caso, para que tengan nuevamente la oportunidad de disfrutar una gran crónica. Gracias gente de No Tan Distintos (ojalá vuelvan pronto a narrar sus increíbles historias). 

La primera escena es simple; mínima. Una solitaria vaca pasta en una pradera cerca de Holguín, al sur de Cuba. Un rancho precario se levanta a pocos metros. La segunda sucede al mismo tiempo, pero del otro lado del mar Caribe. Los ingenieros del centro de lanzamiento Cabo Cañaveral, en Florida, Estados Unidos, dan el ok para que despegue el cohete Thor DM-21 y ponga en el espacio un satélite. En el camino hacia la estratósfera, algo sale mal y una explosión frustra los planes. Parte del cohete termina estrellándose sobre la vaca. Atentado imperialista; dirá Fidel Castro. Temazo, diremos todos, cuando el Indio Solari y Skay Beilinson compongan una canción. La historia, delirante, no sólo fue verdadera sino que hasta le costó 2 millones de dólares al entonces gobierno de Dwight Eisenhower.

“Miraba el cielo justo a tiempo, miraba justo a tiempo, ay ay ay ay”; arranca Solari en Aquella solitaria vaca, incluida en el disco Un Baión para el ojo idiota, de 1988. Sobre la letra del tema, el Indio explicará años después, enigmático: «No tengo derecho a romperle el sueño a los que ven en esta letra la revolución cubana o cualquier otra cosa por el estilo; sería igual que si un pintor explicara cómo mirar un cuadro suyo». No obstante hay consenso en que la musa inspiradora fue esta historia real, ocurrida mucho tiempo atrás. Precisamente un miércoles 30 de noviembre de 1960. La revolución cubana recién estaba por cumplir un año. Desde Washington ya preparaban el derrocamiento; que intentarían cinco meses después con la avanzada sobre la Bahía Cochinos. No se equivocan los Redondos cuando dicen “la civilización la amaba”. Las vacas, en la isla, son tan sagradas como el catolicismo en Roma.

 

Ni bien enterado el episodio -que además de asesinar al animal destruyó el rancho que estaba cerca– Fidel lo denunció internacionalmente como un atentado del imperialismo. Informaba la agencia United Press International (UPI) desde la Habana. “El gobierno del presidente Castro culpó a Estados Unidos de planificar un tremendo complot en contra de Cuba”. El cable -reproducido en varios diarios de la época- agregaba más adelante que “el régimen de Castro dejaría los fragmentos del cohete en manos de expertos soviéticos”.

Fidel Castro culpó a Estados Unidos de planificar un tremendo complot en contra de Cuba

Pero claro, no terminó todo en la retórica del joven Fidel. A la semana del atentado entonces, unas 250 personas marcharon a la embajada de Estados Unidos en la Habana. Disfrazados de vacas y con pancartas anti gringas, los cubanos demostraban –in its face– que el episodio estaba lejos de ser considerado una triste anécdota. La revolución no lo dejaría pasar.

Finalmente, después de acusaciones cruzadas y en plena largada de la carrera espacial con Rusia, el gobierno norteamericano acordó cerrar el tema con un pago reparación de 2 millones de dólares. Con el incidente cerrado, los jefes revolucionarios ordenaron un funeral con honores de Estado para la vaca asesinada por el imperialismo.

«Miraba al cielo justo a tiempo,
miraba al cielo justo a tiempo ay ay ay ay…
saltaba del motor eterno,
saltaba del motor eterno y justo a tiempo…
Aquella solitaria vaca, aquella solitaria vaca cubana…
Rumeaba el silvido del viento,
rumeaba el silvido del viento ay ay ay ay…
la civilizacion la amaba,
la civilizacion la amaba y justo a tiempo…
Aquella solitaria vaca, aquella solitaria vaca cubana..»


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