Por José Gandour @gandour

Nota del editor: Seguimos recuperando algunos de nuestros artículos del archivo, en pos de recordar posiciones que tomamos hace unos años y que, creemos, merecen ser analizadas en los tiempos contemporáneos. Esta nota que mostramos a continuación, originalmente publicada en 2013,  nos retorna a un asunto que nos agrada discutir con nuestra audiencia: ¿cómo nos relacionamos con lo latino, con lo que nos compromete como continente, desde las instancias públicas?.  Ojalá la revisión se sostenga en argumentos, aun después de varios años de haberlo escrito. Igual, hay cosas que han cambiado, que han mejorado, pero aún falta mucho para recorrer. 

En tiempos donde se supone que por fin desde algunas de las más altas instancias gubernamentales de nuestro continente estamos comprendiendo la importancia de estrechar vínculos entre los pueblos latinoamericanos, ¿qué podemos hacer desde el lado de los sectores musicales para que esa meta se cumpla?

Al crear Zonagirante.com hace unos años años, nació nuestra constante intención de hablar de lo que más cerca nos quedaba, es decir, América Latina. Siempre hubo la curiosidad y la terquedad de no entender porqué en aquellos momentos (hablamos de 1999) era más fácil recibir información de una banda underground belga, por poner un ejemplo bizarro, que del 99.9% de los artistas musicales que trabajaban entre la frontera gringa y Tierra del Fuego. A nuestros argumentos se sumaban las circunstancias lógicas del asunto (aquí se habla el mismo idioma, tenemos muchas cualidades y problemas en común, presumimos de tener sentimientos similares) y sin embargo el grupo belga (o cualquier nacionalidad nada fronteriza con nuestro día a día) sonaba más.
Bueno, en tiempos actuales, no es mucho lo que se ha avanzado en esa materia, ¿o si?

Claro, ahora es más fácil, si tenemos curiosidad, saber lo que está pasando en cada ciudad del continente con sólo hacer un click. Pero no hay una política abierta y conjunta para promocionar el talento de todos nuestros países en los medios de comunicación, dando el suficiente espacio de difusión de la buena música contemporánea producida acá (si, en todos los países, desde México, hasta Argentina) en las frecuencias públicas.
Lo voy a poner más claro: Yo creo que las emisoras públicas de música contemporánea (las financiadas por alguna entidad del Estado, y sustentadas con los impuestos que pagamos) deberían destinar al menos un 75% de su programación para fomentar el talento latinoamericano. Si quieren, 50% para la escena local y el otro 25% para los otros paises del continente.

Más de uno se debe estar preguntando si me volví loco, si es que ahora entré en una campaña anti norteamericana o ando buscando bronca con los europeos. Nada de eso. Pero me pregunto: ¿Acaso la labor de estas instancias públicas debe seguir procurando que suene en nuestro dial la música de Londres o de Nueva York antes que la de Bogotá, Lima o Caracas, por poner un ejemplo? ¿Por qué?

Hace unos años, en una charla organizada por el Ministerio de Cultura de Colombia, el empresario y músico independiente brasileño Fabricio Nobre hablaba de los tiempos actuales, diciendo que ya no son momentos para pensar en el “Do it yourself” (Hazlo por tu cuenta), sino más bien para comenzar a pensar en términos del “Do it together” (Hagámoslo juntos). Ok, es un pensamiento que se puede acomodar a lo que estamos diciendo aquí: Sólo si las escenas musicales latinoamericanas se reconocen y se apoyan entre sí, la consolidación cultural conjunta se puede afianzar. Y eso debe partir de la iniciativa gubernamental, y seguida por los participantes activos de la industria musical de toda América Latina.

Alguien preguntará, y bueno, ¿y por qué dejar de escuchar los productos norteamericanos o europeos en nuestros diales? Tengo varias observaciones al respecto:
-Antes que nada, la medida sólo la sugiero para las frecuencias públicas. Las emisoras privadas hacen lo que se les da la gana, y aunque en algunos países hay leyes que obligan a darle un porcentaje a lo producido localmente, ya sabemos que en la mayoría de los casos siguen pensando que la única música extraordinaria y digna de programar se hace a muchos miles de kilómetros de la sede de su emisora.

-¿Se acuerdan del 25% restante en mi suma? Bueno, si las matemáticas se implementaran de la manera que les propongo, los programadores se verían presionados a seleccionar con más cuidado lo que nos venden de afuera. Estoy seguro que la calidad del material mejoraría en promedio.

-Aquí el proceso se invertiría: Así como ahora un bogotano, por poner un ejemplo cercano, tiene que hacer la búsqueda para conocer algo más del rock chileno, los interesados podrían hacer la misma operación para meterse más a fondo en lo que hacen los ingleses. Eso no es censura, eso es cambiar la posición de los papeles, nada más.
Hagan otra suma mental: Si suenan más bandas latinas alrededor de América Latina, ¿no creen que habría más artistas del continente circulando por nuestros países? Eso, a la hora de la verdad, es mover la industria cultural de la manera más conveniente para nosotros. Eso se llama circulación en el efectivo sentido de la palabra.

De este lado del mundo hay suficiente talento y buenas canciones para llenar miles de programaciones de radios públicas. Yo les tiro el dato y les propongo abrir el debate. Se puede venir una discusión bonita. Esto es sólo un abrebocas. Se puede ir más profundo. Es hora de presionar a las instancias gubernamentales de nuestros países para que abran para este propósito sus ondas (y si no tienen emisoras enfocadas a la música contemporánea, que las implementen sin demora) y pensemos en lo que realmente puede dar cambios en nuestra cultura (y en nuestra economía). Es, como decía Nobre, tiempo de unirnos y actuar juntos. No hay más excusas.


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