Por equipo de Zonagirante.com @zonagirante
Arte portada Zonagirante Estudio
El descontento cultural
Durante mucho tiempo se ha repetido la idea de que los músicos actuales viven encerrados en burbujas de indiferencia, más preocupados por algoritmos de plataformas de streaming que por los conflictos sociales, políticos e industriales que sacuden a sus comunidades. Durante mucho tiempo se ha repetido la idea de que los músicos en movimiento y protestas eran los raros del paseo.
Sin embargo, los últimos años han demostrado lo contrario: artistas y colectivos han salido a la calle, se han organizado en gremios, han desafiado a gobiernos y han alzado la voz frente a gigantes tecnológicos. La música, más que un simple entretenimiento, sigue siendo una herramienta poderosa de movilización.
Reino Unido: austeridad y músicos en resistencia
Uno de los casos más visibles se vivió en el Reino Unido en 2023, cuando un amplio frente de artistas —desde estrellas consolidadas hasta bandas emergentes— se manifestó contra las políticas de austeridad que golpeaban al sector cultural. Los recortes a la financiación pública de las artes y las condiciones precarias de trabajo empujaron a la organización de colectivos que reclamaron un trato digno.
Para muchos, fue un recordatorio de que la música no puede desligarse de las condiciones materiales que permiten su existencia.
Protesta silenciosa contra la inteligencia artificial
Este año, otro gesto llamó la atención global: más de mil artistas británicos, entre ellos Kate Bush y Annie Lennox, lanzaron un álbum de completo silencio titulado Is This What We Want? como protesta por el uso de sus obras en entrenamientos de inteligencia artificial sin consentimiento.
El proyecto, disponible en plataformas digitales, no buscaba entretener sino incomodar: cada pista silenciosa funcionaba como metáfora del vacío que dejaría la música si los creadores pierden el control sobre sus derechos.
Fue una manera ingeniosa y disruptiva de denunciar cómo la tecnología, mal regulada, puede amenazar la existencia misma de los músicos.
Un eco distinto, pero igualmente contundente, se escuchó en Nigeria en 2020 con el movimiento #EndSARS. Allí, músicos como Burna Boy, Davido y Falz jugaron un rol clave en la denuncia internacional contra la violencia policial.
No se trataba únicamente de cantar sobre la injusticia, sino de poner el cuerpo en protestas, donar recursos y presionar con su influencia a organismos internacionales. La escena musical nigeriana, una de las más vibrantes del continente, mostró que la voz de los artistas sigue teniendo un peso político innegable.
Chile: música en la calle y proceso constituyente
En Chile, desde el estallido social de 2019, decenas de músicos se convirtieron en protagonistas de una ola de manifestaciones que cuestionaban el modelo económico y político heredado de la dictadura.
Lo interesante es que no solo fueron los cantautores de tradición contestataria quienes se sumaron: bandas de trap, pop y electrónica también participaron en conciertos callejeros, intervenciones en plazas y en el respaldo al proceso constituyente.
La música, lejos de dividir, se convirtió en un hilo conductor de distintas generaciones.
En Argentina, artistas e instancias culturales también alzaron la voz. En febrero de 2025, Milo J protestó en redes tras la cancelación de un concierto gratuito en un sitio emblemático de memoria (Ex-ESMA), un gesto cargado de simbología política.
Además, el sector cultural resistió ante recortes al INCAA y otros espacios, con respaldo internacional.
Colectivos artísticos respondieron con proyectos independientes: cine por crowdfunding, recitales clandestinos y murales que retienen memoria. También fueron protagonistas en marchas por la defensa de universidades públicas y la cultura como derecho.
Europa y la lucha por regalías justas
La cuestión tecnológica, de hecho, es uno de los motores de movilización más globales en la actualidad. En Alemania y Francia, fuertes gremios de músicos han exigido a plataformas como Spotify, Deezer y YouTube una redistribución más justa de las regalías.
Estas luchas, aunque técnicas en apariencia, tienen un impacto social enorme: la sostenibilidad de miles de artistas independientes depende de que se les reconozca un pago digno por su trabajo.
La disputa entre música e industria digital apenas comienza y promete marcar la agenda cultural de los próximos años.
Estados Unidos: gremios y futuro creativo
En Estados Unidos, por su parte, los músicos han reactivado debates gremiales en torno a los derechos laborales, especialmente en contextos como la huelga de guionistas y actores de Hollywood en 2023.
Aunque menos visible mediáticamente, el Sindicato de Músicos de América (AFM) ha presionado para incluir la voz de intérpretes y compositores en estas discusiones sobre el futuro del trabajo creativo.
Las nuevas tecnologías de inteligencia artificial y la automatización se perciben como amenazas concretas que podrían precarizar aún más al sector.
Todos estos ejemplos, aunque distintos en forma y contexto, comparten una misma raíz: la conciencia de que los músicos no son ajenos al mundo que los rodea.
Cada vez que un artista se organiza, protesta o interpela a los poderes políticos y económicos, demuestra que la música no ha perdido su capacidad de movilizar emociones y, con ellas, cuerpos y voluntades colectivas.
Frente a la idea de que vivimos en una época de apatía, estas experiencias nos recuerdan que la música es también un lenguaje de resistencia.
Quizás el desafío de hoy no sea inventar nuevas canciones protesta al estilo clásico, sino encontrar formas creativas y eficaces de articular las luchas del presente.
Los músicos, con su visibilidad y su poder de convocatoria, están llamados a seguir siendo una fuerza que incomoda, inspira y transforma.
La historia no se detuvo en los himnos del siglo XX: sigue escribiéndose, en las calles y en las plataformas, con guitarras, beats y voces que se niegan a callar. Estos ejemplos muestran que los músicos en movimiento y protestas siguen siendo una fuerza de transformación cultural.