pulentaPor José Gandour @gandour

Foto de Simona Malaika @simonamalaika

Si hubo un momento que pagó todo el esfuerzo por ir a la edición número 21 de Rock al Parque fue cuando la banda bogotana Pulenta decidió reirse de todo el planeta y de la gente que tenía enfrente tocando su propia versión de Sweet child o´mine, clásico de Guns n´Roses, llamándola, además, La niña de mis ojos. Esos minutos de inapreciable sarcasmo destruyeron toda posibilidad de que la tontería rockera tradicional de los radicales que pululan por ahí sobreviviera. Ese instante «afrorockcolombiano» señaló de forma clara una las mejores vías que puede tomar la música contempóranea colombiana en los próximos años.

En tiempos en que la fusión en manos de muchos se siente como producto prefabricado y acartonado, Pulenta desarrolla su mulatez sin poses artificiales, con alegría natural y con honesto deseo de comerse el planeta.  Ahí se juntaron un inteligente productor que conoce de electrónica y de ritmos caribeños, un cantante originado en el hip hop, instrumentistas de viento que vienen de orquestas tradicionales y músicos que mamaron la teta del funk y del rock. Todos se unieron con sus cargas y sus influencias y congeniaron de manera ideal con la buena premisa de hacer perspicaces canciones que levanten el ánimo de la gente desde la primera nota. Ellos no caen nunca en la cursileria preestablecida del mercado y conjuran su propia revolución.

No importa que el programador de Rock al Parque, quién sabe si por ignorancia o por desprecio, los ponga en el peor horario posible del festival. Ellos esperaron a que se formara un pequeño combo para verlos y prendieron la fiesta, creando esa sensación durante todo el día entre quienes habían llegado tarde al Simón Bolívar de haberse perdido uno de los mejores conciertos de la jornada. Lo digo a nivel personal, y asumo la responsabilidad por mis palabras: Este es el típico caso en el cual los organizadores del festival cometieron el error de creerle más a las roscas a la hora de elaborar la programación, en lugar de premiar de buena manera la labor ardua de los que hacen parte de lo mejor de las nuevas generaciones musicales de la capital colombiana.

En fin. Pulenta igual tiró con alegría una patada en los huevos a esa inútil displicencia y respondió con buena música a ese saboteo. Es una banda grande que pide pista para ser atendida en círculos musicales más amplios. El ambiente musical internacional quiere escuchar más de la buena música colombiana y Pulenta ofrece una potente y sólida renovación sonora a esos requerimientos.

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