Por José Gandour @gandour

Lo conocí de cabello muy largo tocando guitarra en una banda de sonido grunge, que, al poco tiempo, grabó su único álbum y se hizo una de las propuestas rockeras más celebradas de su momento. Apenas, en ese entonces, él tenía 18 años y, sin exagerar, era uno de los mejores intérpretes de su instrumento en Bogotá. Poco tiempo después la agrupación se separó, y cada uno de sus integrantes fue buscando otras rutas de desempeño cultural y artístico. Miguel Navas, nuestro personaje en cuestión en esta ocasión, fue descubriendo su interés en la música electrónica, y bajo el nombre de Savan, ha publicado múltiples grabaciones con distintos sellos internacionales, en las cuales ha ahondado en la experimentación con sonidos autóctonos de la Sierra Nevada o del Amazonas, entre otras regiones locales. Desde hace un buen rato reside en el departamento de Quindío, en plena zona cafetera, en medio de uno de los paisajes más preciosos que puede contemplar el ojo humano (no es una cursileria, es una fehaciente realidad). Es ahí donde tiene sede Latintronics, su laboratorio sonoro hecho para conectar la música ancestral con las expresiones contemporáneas. Desde esa locación se ha presentado en todas las plataformas digitales el último trabajo de Savan, llamado Cocora, un álbum de cinco cortes que rinde tributo a las montañas del valle del mismo nombre. A partir de la presentación de este material, hemos coordinado la posibilidad de hablar con el artista sobre su presente en medio de la cordillera central colombiana.

Ha pasado ya muchos días desde los días rockeros, ¿no? ¿Algo queda de aquellas épocas?
Si, han pasado muchos años, igual sigue el anhelo de expresarme a través de la música y el sonido. Los géneros son muy atractivos y nos ayudan a ponernos de acuerdo en ciertas estructuras y formas, pero la música es mucho más libre que los géneros.

¿Qué es la música en este momento de su vida?
Para mi la música sigue siendo una búsqueda, en la que quiero encontrar una forma de servirle a las personas, pero es difícil porque los músicos crecimos creyendo que si hacíamos la tal “Buena Música” la sociedad a cambio nos volvería estrellas y estaríamos realizados. Nos la pasamos persiguiendo ese fantasma que nos aleja de nuestra tranquilidad. La historia de muchos de nuestros músicos favoritos nos recuerda, que aunque han logrado aportar mucho valor a las vidas de las personas, no logran ser funcionales ni realizarse del todo, así que hay algo raro en esta ecuación. Una profesora de composición en la universidad nos enseñó mucho en este sentido; como músicos tenemos que estar por encima de esa pseudo locura romántica y poder ser personas capaces de gestionar nuestra vida y nuestra labor como músicos. Claro, los artistas en general tenemos esa pasión que nos caracteriza y creo que eso no está mal. Pero nos toca aprender a des-apasionarnos de cierta forma. Entonces también es una meta poder aportar con más música a ese caudal sonoro de toda la música de la humanidad.

¿En qué momento surge el deseo de conocer y experimentar con sonidos ancestrales?
Creo que fue a raíz de mi trabajo con documentales y más concretamente con una instalación de sonido llamada El Origen De La Noche, de 4 Direcciones. Donde me propusieron ayudar en la composición y en la y especialización de la pieza sonora . Para este trabajo llegaron los abuelos murui, andoque, barazanos y uno mamo de la Sierra Nevada y su señora entre otros. Pudimos grabar infinidad de cantos, mitos ceremonias de mambe, peyote. Luego de esta experiencia que duro varios meses, y hasta el día de hoy, estos cantos se convirtieron en una raíz musical para mi. Los escucho mucho y espero que me están influenciando. Además hay que mencionar que a la música nativa americana ha influenciado mucho la música blues, rock, cumbia, etcétera, y no se le da mucho crédito.

¿Qué hay en su actual locación que no encuentra en Bogotá?
Me hace falta Bogotá, mucho la movida musical y mis amigos. Pero realmente Bogotá en cierta forma me sacó, fue un año difícil, donde me quedé sin trabajo, no había toques, y no podía pagar el arriendo. Mi hijo ya tenía que entrar al colegio ¡y en Bogotá era impensable! Así que nos vinimos a Armenia, y aquí me he podido parar nuevamente. Antes en Bogotá tenía un espacio, podía tocar, experimentar ideas raras, pero desde hace unos años, la ciudad se cerró musicalmente. Curiosamente es justo cuando hay más conciertos de músicos establecidos de todo el mundo. Entonces creo que por un lado ganó en cultura , ¡pero por otro lado perdió mucha gracia! . Debo decir que Medellín y otras locaciones como en el Tayrona, por el contrario, han desarrollado un ambiente más propicio para que los músicos locales toquemos. ¡Así que unas por otras!

Hablemos de su último trabajo, ¿de qué se trata Cocora?
Cocora es una compilación que salió aquí en Armenia muy espontáneamente, en medio de esta montañas . Desde mi estudio puedo ver algunas veces el nevado, y me gusta mucho la energía de las montañas. Entonces es como un poco la influencia que me da este ambiente, y una forma de hacer un pequeño homenaje. En eso creo que los Indígenas nos llevan mucha ventaja, y es que reconocen la vida en la tierra, las montañas y los ríos. ¿Cuánto nos puede ayudar este conocimiento en este momento?. Me gusta que hay muchos artistas y músicos que están trabajando alrededor de esta idea.

¿Qué viene en el futuro?
No puedo decir con certeza, pero ¡espero poder seguir creciendo y aprendiendo!


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