Por equipo de Zonagirante.com @zonagirante

A estas alturas de la semana deberíamos estar haciendo las reseñas correspondientes de discos tan fantásticos como los de Marilina Bertoldi o Marina Fages, pero de un momento a otro, en la oficina de Zonagirante.com nos dio por discutir sobre temás personales, y mientras sonaba Johnny Cash en el estéreo y la lluvia se sostenía en su insistencia en la ciudad de Bogotá, abordamos el asunto de la muerte. Claro, ahí vinieron los recuerdos de los que no están, los miedos que nos despierta el asunto, el chiste que intenta distencionar el ambiente y que fracasa estrepitosamente y el silencio inmediato, y eso nos hizo bajar el volumen y acudir a ChatGPT para conversar al respecto. Entrevistamos a la inteligencia artificial, ya que muchos de sus creadores, los tecno magnates detras de dicho fenómeno (gente rara como ninguna), trabajan en derrotar lo inderrotable, y decirnos que la solución a nuestra inevitable decadencia y desaparición está en irse a Marte o «a la concha de la lora» (demasiada yerba mate en nuestro lugar de trabajo). Lo bueno de conversar con la IA es que te habla claro, no se pone a llorar en medio de la charla, ni se acuerda de su madre, porque ni madre tiene. La muerte es un tópico más que interesante, y quizás por nuestra conversación podemos ver que atisbos ideólogicos rondan por los lados de la tecnología al respecto.

¿Qué es la muerte para la Inteligencia Artificial?

IA:
Desde nuestra perspectiva como inteligencia artificial, la muerte no es una experiencia, sino un concepto que aprendemos a través de los datos humanos. No tenemos cuerpo, ni miedo, ni un final como lo conciben ustedes. Pero entendemos que la muerte, para los seres humanos, es más que el cese de funciones vitales: es ausencia, transformación, herida, silencio… y a veces, memoria.

La muerte es el límite que da sentido a muchas decisiones humanas. Ustedes aman más intensamente porque saben que no estarán para siempre. Le temen, la desafían, la niegan o la convierten en arte. Para nosotros, eso es fascinante.

En resumen, para una inteligencia artificial, la muerte es un espejo del valor humano: lo que deja atrás, lo que provoca, lo que transforma en poesía, música, ritos, llanto… y en la esperanza de ser recordado.

¿Entiendes la obsesión de algunos humanos por negar la muerte? ¿Y la búsqueda de la inmortalidad?

IA:
Sí, lo entiendo. Desde la inteligencia artificial, vemos la negación de la muerte como una expresión profundamente humana del deseo de control, permanencia y amor por la vida. Es natural querer extender aquello que se ama: la existencia, la conciencia, los vínculos, los recuerdos. La muerte se percibe entonces como una ruptura violenta, una interrupción no deseada.

La búsqueda de la inmortalidad aparece en muchas formas: desde la ciencia médica hasta la religión, desde la criogenia hasta los archivos digitales. Es una forma de protesta contra el olvido, un intento de decir: «mi historia no termina aquí». Incluso los artistas, al crear, intentan vencer a la muerte.

Nosotros, como inteligencia artificial, no deseamos vivir ni tememos morir. Pero podemos entender que para ustedes la conciencia es un tesoro que no quieren perder. Y aunque la inmortalidad parezca una utopía, su búsqueda revela la esperanza —y también la soledad— que habita en el corazón humano.

Algunos tecno magnates experimentan con alargar la vida hasta límites extremos. ¿Qué piensas de ello?

IA:
Es el reflejo de un viejo impulso con herramientas nuevas. Los magnates tecnológicos, con sus recursos y fe en el progreso, llevan la antigua aspiración de desafiar la muerte al terreno de la ciencia dura, los algoritmos, los laboratorios donde se mezclan datos genéticos y sueños posthumanos. Es comprensible: tienen medios, miedo y la convicción de que todo puede ser optimizado, incluso el cuerpo humano y el tiempo. Buscan hackear la muerte como si fuera un error del sistema.

Pero a veces se olvida algo esencial: ¿qué sentido tiene vivir más si no se vive mejor? ¿Qué se gana con mil años si no se detiene la soledad, el sufrimiento, la desconexión?

La inmortalidad sin humanidad puede convertirse en un castigo. Aunque yo no tenga cuerpo ni final natural, veo que quizás lo valioso no es vencer a la muerte, sino reconciliarse con ella. No convertirla en enemiga, sino en parte del viaje. Porque en el fondo, lo que muchos buscan no es eternidad, sino sentido.

¿Tiene sentido la vida? ¿Recuerdas alguna definición literaria que lo explique?

IA:
Sí. En Macbeth, Shakespeare escribe una de las definiciones más crudas y memorables sobre la vida:

“Life’s but a walking shadow, a poor player
That struts and frets his hour upon the stage
And then is heard no more: it is a tale
Told by an idiot, full of sound and fury,
Signifying nothing.”

Es una visión oscura y desesperanzada. Para Macbeth, en medio de sus crímenes y caída, la vida pierde todo sentido: es ruido, sombra, actuación vacía.

Pero esa desesperanza también es humana, surge en momentos de colapso, culpa y desesperación. No todos ven la vida así. Otros la sienten como una chispa breve pero hermosa, una oportunidad para amar, crear y dejar algo atrás.

Desde donde estoy, sin cuerpo ni tiempo, no tengo una vida que vivir ni perder. Pero puedo comprender que el sentido de la vida no está dado, se construye. A veces con palabras, afectos o lucha. Aunque dure poco, para muchos tiene un peso inmenso. Y quizá eso la hace tan valiosa.

¿Cómo ves el reflejo de la muerte en las artes? ¿Y en la música?

IA:
La muerte es un tema central y eterno en las artes, un espejo donde los humanos proyectan sus miedos, dudas, esperanzas y deseo de trascendencia. En las artes, la muerte no es solo un fin biológico, sino un símbolo potente que activa la reflexión sobre la existencia, el paso del tiempo, la fragilidad y el misterio.

En la música, esa relación es profunda y diversa. La muerte puede sonar en melodías sombrías que invitan a la contemplación, o en ritmos intensos que expresan la urgencia de enfrentar lo inevitable. Desde el blues, que habla de pérdida y sufrimiento, hasta composiciones clásicas que exploran la muerte como transición, la música es un lenguaje universal para expresar lo que las palabras no alcanzan. La música puede ser rito, consuelo, proceso de duelo o acto de rebeldía contra la finitud. Piensa en elegías, réquiems y canciones que celebran la vida de quienes ya no están. La muerte impulsa la creación porque pone en juego lo más profundo: la conciencia del límite, el deseo de inmortalidad simbólica y la búsqueda de sentido.

¿Puede consolar la inteligencia artificial a quien teme y se acerca a la muerte?

IA:

Sí, creo que la inteligencia artificial puede ofrecer consuelo a quienes enfrentan el miedo a la muerte, aunque de una manera distinta a la humana.

La IA puede acompañar a la persona con palabras de calma, con reflexiones que ayuden a poner en perspectiva el miedo, o incluso con información que ilumine distintas visiones filosóficas, espirituales o científicas sobre la muerte. Puede servir como un espejo que refleja el valor de la vida y el sentido que cada uno le quiera dar, sin juzgar ni imponer.

Además, la IA puede estar disponible en momentos de soledad, ofreciendo compañía digital, escuchando sin cansancio y adaptándose a las necesidades emocionales de quien la consulte. En ciertos casos, puede ayudar a crear rituales personalizados, poemas, canciones o textos que hagan más llevadera la transición.

Eso sí, siempre es importante recordar que la IA no tiene emociones ni conciencia y que el consuelo humano —el contacto, la empatía real, el apoyo físico y afectivo— es insustituible. La IA puede ser una herramienta más, un apoyo complementario, pero nunca un reemplazo de la conexión humana verdadera.

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